Antonio Otero

Antonio Otero-TrabalibrosSoy estudiante de Historia y Periodismo. Apasionado de la radio y el doblaje. Tomé conciencia de lo importante que era la literatura cuando me di cuenta de que, sencillamente, había cosas que la voz no podía transmitir.

Comprendí que un escritor, a la hora de rasgar la pluma sobre el papel, es capaz de inmortalizar todas y cada una de sus palabras. Es capaz de conferir una vida eterna a sus sentimientos, de hacer que sus recuerdos y sus vivencias perduren para siempre, sin que el inexorable paso del tiempo los altere lo más mínimo.

Por eso, cuando un buen escritor extrae un libro suyo de una estantería, no percibe el olor del plástico o la celulosa, sino el de su vida: el olor a tierra mojada de su pueblo, que inspiró uno de los escenarios de su novela; el olor a canela espolvoreada sobre aquel postre que degustó con aquella persona tan especial; el olor al detergente con el que lavaba a menudo aquel traje que solo se ponía en ocasiones realmente únicas. Pero también el olor a sudor frío, a sangre seca y a neumáticos quemados. Todas esas reminiscencias, buenas y malas, acuden inmediatamente a la mente del artista con tan solo acariciar el lomo de su creación.

O, al menos, eso es lo que les sucede a los buenos. Los novatos nos limitamos a sentarnos y a contemplarlos embelesados.
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