En 2004, Julia Navarro se lo jugó todo a una sola carta. El manuscrito que tenía entre manos había requerido horas y horas de exhaustiva documentación, de extraer información de donde apenas quedaban motas de polvo. Una cosa estaba clara: si aquel ambicioso proyecto daba sus frutos, la satisfacción sería directamente proporcional al esfuerzo invertido. Así fue. "La Hermandad de la Sábana Santa" terminó viendo la luz y su repercusión posterior abrió el camino hacia el sueño de la autora: vivir de la literatura.
"La Hermandad de la Sábana Santa" cuenta, efectivamente, la historia de la Síndone o Sábana Santa, la mortaja con la que presuntamente se envolvió el cadáver de Cristo tras su muerte. La narración transcurre por dos derroteros distintos: la trama policial, que investiga el incendio que ha tenido lugar en la catedral de Turín, donde se custodia la prenda y, por otro lado, un recorrido histórico de casi dos milenios en el que se relatan los hechos que han llevado al sudario milagroso a su actual paradero en el corazón de la iglesia italiana.
Es sorprendente la forma que tiene Navarro de abordar la retrospectiva histórica. La sucesión de personajes que aparecen en la novela es tratada desde el lado más introspectivo posible. Atrás quedan las hazañas de los reyes, las victorias militares de los generales y las fechas de asedio de las ciudades. Los datos estrictamente objetivos se desplazan al margen para dejar paso al plano sentimental. La autora muestra la versión humanitaria de las personalidades más influyentes de la Historia: a los soldados la añoranza de los suyos les corroe las entrañas y se impone a la clásica fidelidad al señor; los emperadores son despojados de su espíritu imperturbable y se preguntan constantemente a sí mismos si hacen lo correcto para la prosperidad de sus súbditos. Incluso en el mismísimo Jesucristo afloran tribulaciones que atormentan su interior y que dejan ver una faceta mundana debajo de su sempiterno halo de misticismo.
La novela también plantea un interesante choque entre dos disciplinas académicas: la Historia y el Periodismo. El proceso policial que rodea al incendio, conducido en su mayor parte por historiadores, se estrella inevitablemente con los métodos de estudio de la Sábana Santa, liderados por una periodista. Aunque no de manera explícita, entre líneas puede deducirse ese enfrentamiento constante entre certeza y especulación, entre rigor y laxitud. La autora presenta ambas posturas por igual: una pausada y concienzuda, otra impulsiva y espontánea. Si ambos polos son compatibles entre sí y a cuál de ellos resulta más apropiado acogerse ya es una pregunta que debe considerar el propio lector.
Se tome la decisión que se tome, el mensaje permanece inalterable. Nunca debemos infravalorar la importancia de una corazonada, de un instinto o de una pequeña sospecha. Existen ocasiones en las que sabemos que lo que decimos es lo correcto, confiamos en que tenemos razón, pero no encontramos la forma de explicarlo. Da igual. Hay veces en la que vale la pena escuchar a nuestro sexto sentido e ir con sus elucubraciones hasta el final. Siempre habrá alguien dispuesto a escucharnos y, en el mejor de los casos, también a compartir sus pálpitos con nosotros y a sentir los nuestros como si fueran los suyos. Hemos de quedarnos a su vera. Serán sin duda nuestros mejores compañeros de trabajo. Y quizá, y solo quizá, también nuestros mejores compañeros de vida.
Todo esto es "La Hermandad de la Sábana Santa". Una novela que combina los elementos más rutinarios del género negro con dos mil años de acontecimientos. Pero también dos mil años de honor, desazón y clandestinidad. Dos mil años enternecedores en apenas quinientas páginas. Dos mil años, en definitiva, que harán pasar un buen rato a todos los lectores, sean amantes o detractores de la Historia.