Son muchas las veces que un libro llama nuestra atención desde un escaparate. Son muchas las veces que lo compramos de forma impulsiva. Y son muchas las veces que le reservamos un hueco en la balda de nuestra interminable estantería, a la espera de echarle el guante cuando acabemos la novela que aún tenemos entre manos. Son muchas las veces que hacemos eso. Pero, en muy pocas ocasiones nos paramos a pensar en lo que realmente se esconde detrás, en las horas de esfuerzo que conlleva su elaboración, en la incesante campaña de promoción que rodea un proyecto hasta que logra salir, por fin, al mercado. Publicar una novela requiere un empeño titánico. Y David García es consciente de ello. Después de superar todos los trámites, puede sentarse durante una temporada a recoger los frutos de su trabajo.
"Monólogos en una caja" cuenta la historia de un muchacho joven encerrado en una habitación completamente blanca, sin otro entretenimiento que él mismo. A falta de algo mejor en lo que invertir el tiempo, el chico decide repasar su trayectoria vital desde el principio, sin saltos. Durante su estancia en el zulo, su propia mente se convertirá en su compañera, su rival e incluso su némesis.
La prosa de David García es cambiante y se adapta perfectamente al molde. No evade las palabrotas en los momentos más distendidos ni en aquellos de mayor frustración, ni escapa de las florituras poéticas y envolventes que emanan de las escenas de amor o aflicción. En otras palabras, el estilo narrativo simboliza con sutileza los vaivenes de la vida, que siempre bascula entre la euforia y los sollozos, entre la explosión y la contención.
En el texto se intercalan, además, algunos relatos cortos que el autor ha escrito a lo largo de su vida, hasta llegar al culmen: la novela presente. Otra metáfora más que ilustra que, pese a la montaña rusa emocional que vivimos día tras día, siempre se consigue progresar, aunque los raíles estén oxidados y los vagones descarrilen.
Pero, sin duda alguna, si hay algo que destaca sobre todo lo demás es la contundencia con la que David García se dirige a sí mismo durante toda la obra. La biografía no se relata de la manera convencional, sino que se le suministran innumerables dosis de autocrítica. La capacidad del narrador para propinarse golpes es solo comparable a una situación: la misma que todos hemos experimentado en alguna ocasión antes de irnos a dormir. Esos momentos en los que clavamos los ojos en el techo y comenzamos a recordar, a arrepentirnos de nuestras acciones y a despreciarnos sin paliativos; esos momentos en los que lo único que deseamos es que una gran fosa se abra a nuestros pies y engulla nuestros huesos. Esos momentos, los que nos impiden conciliar el sueño, son los que aparecen retratados en "Monólogos en una caja".
Con "Monólogos en una caja", David García ha logrado dar forma a su fuero más interno. Ha conseguido demostrar a los lectores que la asunción de errores es el principio del cambio y que incluso nuestro lado oscuro puede ser transformado en literatura si se reúne la valentía necesaria. Una novela francamente atrevida con una redacción cuidada que invita continuamente a la introspección y expone con claridad la principal disyuntiva de la vida adulta: elegir entre lo correcto y lo más conveniente.