Carlos Ruiz Zafón nos dejó en 2018. Su legado consistió en una forma extremadamente personal de concebir sus obras: todos sus libros, en mayor o menor medida, son considerados secretos, confidencias que viajan desde el corazón de su creador hasta la hoja de papel sin detenerse por el camino. Como los pergaminos encapsulados dentro de una botella, estas historias se arrojan a algún punto indeterminado del infinito con la esperanza de que, pasados los años, alguien tope con ellas y sea capaz de desenterrarlas del fondo del océano y descifrar su significado. Las novelas de Zafón son, a la vez, la brújula, la carabela y el mapa que conducen a estos tesoros escondidos bajo la arena. La arena que un día cubrió su mundo interior.
"
Marina" cuenta las peripecias de
Óscar Drai, un muchacho que desarrolla su rutina diaria en un internado de
Barcelona. La repentina aparición en escena de una joven llamada Marina cambiará el curso de su vida y el de la Ciudad Condal para siempre.
Zafón es de esos autores que defiende la prosa por la prosa, es decir, su estilo encandilador y con una desmesurada fuerza poética crea por sí mismo un universo aparte, donde las palabras pueden ser disfrutadas al margen de la trama principal. Son especialmente deliciosas las descripciones de los ambientes y las personificaciones que se atribuyen con regularidad a elementos inanimados. Hasta la última mota de polvo de las escenas de Zafón rezuma aliento y vida. Esto ayuda a cimentar una sensación de continua suspicacia, de temor a lo inesperado, como si un merodeador espiara acechante entre las páginas del libro.
Además de contener una redacción exquisita, "
Marina" es también un emotivo tributo a "
Frankenstein", de
Mary Shelley. A pesar de la notoria diferencia en la fecha de publicación de ambos textos, el mensaje permanece intacto: “Soy malvado porque no soy feliz”. Las dos novelas nos muestran que incluso los personajes más retorcidos y las acciones más despiadadas tienen una justificación, una razón de ser. El mal solo es visto como tal en la cabeza ajena. La nuestra estará siempre repleta de buenas intenciones, ya sea para superar traumas del pasado, proteger a nuestros seres queridos o garantizar la paz de nuestro espíritu.
"
Marina" también nos enseña la magia de lo imprevisible. Nunca debemos venirnos abajo por muy monótono y cargante que sea nuestro día a día. Existen cosas con la habilidad para transformarlo todo, que de un manotazo al timón alteran el rumbo de nuestros pasos. Y, a veces, estas cosas vienen para quedarse, para devolver el color a las flores que creíamos eternamente marchitas. Por eso, cuando aparezcan, hemos de estar preparados para abalanzarnos sobre el clavo ardiendo, aferrarlo con todo nuestro ímpetu y no soltarlo jamás. Poco importa si la estructura que sujeta se derrumba sobre nosotros con todo su peso. Para entonces, el esfuerzo habrá merecido la pena.
En definitiva, adentrarse en "
Marina" es abrir las puertas de un lugar hermoso, donde el amor y el misterio se funden con una naturalidad arrolladora. Adentrarse en "Marina" también es atravesar el umbral del Romanticismo y respirar el inconfundible aroma que emanaba del manuscrito de "Frankenstein". Pero, sobre todo, adentrarse en "Marina" es conectar con su autor y comprender de una vez por todas por qué este es un tesoro que ha aguardado tanto tiempo a ser descubierto. Será entonces cuando lector y escritor se lancen una mirada cómplice: uno desde la comodidad de su hogar, el otro desde ese lejano y exclusivo rincón del Cielo al que solo vuelan las almas de los artistas.