Tal vez Louise Candlish sea distinta del resto de autoras de novela negra. Al contrario que muchas de sus competidoras, ella saltó a la palestra por voluntad propia, por amor al arte y no por los beneficios que el género policial pudiera reportarle. La británica forma parte de uno de esos inusuales y enternecedores casos de sueños cumplidos: una joven que siempre tuvo clara su vocación literaria y logró transformar pasión en profesión en la primera tentativa. Nuestra casa es una de sus apuestas más arriesgadas, pero, a su vez, también una de las más originales.
Nuestra casa cuenta la historia de Fi y Bram Lawson, una pareja recientemente separada que decide seguir las directrices de la custodia compartida. Los secretos, el rencor y la clemencia se mezclarán en un cóctel altamente inflamable que terminará involucrándolos a ambos en un caso de fraude inmobiliario sin precedentes en Reino Unido.
El punto de vista narrativo se transmite a través de saltos temporales. Por un lado, el momento presente, cuando Fi descubre que su casa ha sido vendida sin su consentimiento. Por otro, el pasado de los dos cónyuges antes de llegar a la situación actual: Fi mediante una entrevista en el podcast La víctima, Bram por medio de una carta de suicidio. De esta forma, ofreciendo las perspectivas de los protagonistas por caminos paralelos, se logra una disección exhaustiva y perfecta de su personalidad. La de la esposa, empática y entrañable. La del marido, calculadora y disoluta.
Es curioso que Candlish no se posicione en ningún momento, sino que deja que sea el lector el que se sitúe en un bando u otro. En ningún momento se recriminan actitudes ni se juzgan comportamientos, sino que el beneficio de la duda persiste hasta el desenlace de la trama. Todo es blanco o negro, correcto o inmoral, dependiendo del prisma desde el que se observe.
El único elemento que no escapa a las garras de la crítica es precisamente uno de los temas centrales de la obra: los secretos y el peligro que supone acumularlos indefinidamente. Cuando ocultamos información, cuando guardamos una confidencia bajo llave, todas nuestras acciones irán orientadas a que no se desvele el pastel, a que no salga a la luz aquello que con tanto ahínco escondemos a los demás. Nuestra vida se convertirá entonces en una coartada constante, en un gigantesco puzle creado por nosotros mismos en el que, para que las piezas encajen, es necesario mentir. Mentir descaradamente, sin miramientos. Aceptando la certeza de que, si la estructura se tambalea, si uno de los engaños es descubierto, todo se vendrá irremediablemente abajo, arrastrando consigo la confianza de nuestros seres queridos. Para siempre.
La moraleja del libro emana también de esa dualidad constante de la que hace gala. Siempre existirán personas tan avergonzadas de sí mismas que harán lo que esté en su mano por disfrazar de consideración y buenas intenciones algo que no es más que una sarta de mentiras. Solo se arrepentirán cuando se vean al filo del abismo, cuando su mundo se haya deshilachado y ya no quede margen para los remiendos. Y, a pesar de todo, también encontraremos personas dispuestas a perdonar incluso el más terrible de los pecados, personas cuyo corazón rebosa generosidad y cuyo interior nunca albergará remordimiento alguno. Valoremos a estas personas. Y hagámoslo día tras día.
"Nuestra casa" es, como su autora, una obra distinta, que huye de los tópicos manidos de inspectores de policía y cadáveres putrefactos para exponer las vicisitudes de la vida en pareja y de sus fatales consecuencias si se lleva al extremo. De lectura rápida, ligera y cercana, constituye una buena alternativa para evadirse del clásico universo del crimen sanguinario.