No. Definitivamente, aquello no serviría. No era una mala historia, pero su larga extensión incumplía claramente los requisitos de publicación de la revista. Arrugó el legajo de folios que tenía entre las manos y lo arrojó con vehemencia al que posiblemente sea el mejor amigo de los escritores: la papelera. Así se sentía Stephen King cuando desechó su primer borrador de "Carrie". Sería su mujer Tabitha la que lo rescataría de entre los restos de colillas y pieles de plátano e instaría a su marido a terminar lo que empezó. Él le hizo caso y, 47 años después, King aún recuerda con cariño a "Carrie" como la novela que le convirtió en lo que es hoy en día.
"Carrie" narra la traumática vida de una adolescente de 16 años víctima de bullying en el instituto. Su dura situación escolar se sumará a la locura de su madre, cuya devoción religiosa alcanza niveles obsesivos. Sin embargo, no todo está perdido. Carrie White no es una chica normal: cuenta con extraordinarios poderes telequinéticos…
El primer aspecto destacable de la novela es la facilidad con la que Stephen King traslada inmediatamente al lector a las entrañas de la protagonista. Unos pocos renglones bastan al rey del terror para expresar los sentimientos más hondos y desgarradores de Carrie, su traumático día a día y su infelicidad nada apropiada para una muchacha de su edad.
El introspectivo punto de vista del personaje principal se intercala con frecuencia con el futuro a través de fragmentos de estudios académicos del caso de Carrie White, fechados años después de 1979, cuando se desarrollan los sucesos del libro. Esto aporta a la novela un carácter epistolar refrescante y francamente original.
A la hora de contar el argumento, el autor juega de forma magistral con la mente del lector. Casi desde las primeras páginas, King dirige todos los focos a un momento concreto en un lugar concreto: el baile de graduación. Se insiste constantemente en que será ahí donde se desenrede la trama, donde algo sumamente importante ocurrirá y donde tendrá lugar el clímax de la historia. El lector es advertido de ello desde el inicio. Por eso no puede esperar a llegar hasta ese punto, pasará con ansia las páginas para alcanzar el que, casi con total seguridad, será el culmen de la narración.
Pero, por encima de todo, está el trasfondo de la novela. Una vez más, como suele ser habitual en las obras de Stephen King, lo humano, aunque en principio insignificante, siempre termina imponiéndose a lo sobrenatural. La telequinesia de Carrie no es más que un arma. La única carta que el destino le ha otorgado y también la única que puede jugar. Solo con ella puede lograr la redención que tanto deseaba, dejar atrás la indefensión, la impotencia, la rabia contenida tras tantos años de acoso escolar y maternal y las lágrimas que nadie nunca enjugó de sus ojos. Sus habilidades extrasensoriales le dan, de una vez por todas, la oportunidad de resarcirse para ser una persona normal.
Y es que incluso las mejores personas sufren delirios de venganza. Todas tienen posos de ira en su interior que terminarán por aflorar y destruir lo que encuentren en su camino. Basta con ponerlas a prueba. Basta con llevarlas al límite.
Así es "Carrie". Una novela dura y enternecedora al mismo tiempo, con un estilo y unos recursos narrativos profundamente adictivos que transportarán al lector a los recodos más oscuros de la mente humana y lo harán reflexionar durante largo rato. Quizá se sorprenda a sí mismo intentando autoconvencerse de que, sencillamente, es imposible. “No es posible”, se dirá. “Simplemente, no puede suceder. Eran otros tiempos”. Desde luego, eran otros tiempos. Y otros colegios.