Si hay algo que ha definido a Stephen King durante toda su carrera profesional es la nada despreciable extensión de sus novelas. Los fans más consolidados del oriundo de Maine saben que le gusta ir despacio. Condenadamente despacio. Su extremadamente detallado desarrollo de los personajes y la ambientación de la trama suelen ocupar buena parte de las páginas que, en manos de cualquier otro autor, habrían estado destinadas a la acción o, en otras palabras, a ir al grano. Por eso, la salida de "Después" rompió los esquemas y demostró la capacidad de King para transmitir mucho con muy poco.
Después cuenta la historia de Jamie Conklin, un muchacho con la insólita habilidad de ver lo que otros no pueden. La noticia de su extraordinario don terminará llegando a oídos de una agente de policía retirada que tratará de emplearlo en su propio beneficio.
La obra introduce un cambio poco habitual. El autor abandona su cómoda posición de narrador omnisciente para situarse directamente en la piel del protagonista, con todas las modificaciones que ello conlleva. La parsimoniosa evolución de cada uno de los personajes, el recuerdo de su pasado o sus aspiraciones dejan paso a las preocupaciones de Jamie, que habla en primera persona. De esta forma, la pluma de King solo bucea en el interior del niño, en sus pensamientos y en sus elucubraciones.
No solo se calza las botas de un chiquillo, sino que intenta escribir exactamente como lo haría un adolescente. En ningún momento se eluden los tacos, los chascarrillos inocentes o las comparaciones toscas fruto de la falta de experiencia vital. El objetivo no es reflejar con fidelidad la mete infantil, sino articular un estilo natural que haga la historia más real y, por ende, aún más espeluznante.
Es posible que lo espeluznante proceda directamente de la crudeza que rodea el argumento. La acción se sitúa en una Nueva York sórdida e inestable, donde la precariedad está a la orden del día. Como en "Carrie", King dispone el tablero de modo que lo sobrenatural sea el único antídoto para hacer frente a la realidad. Para lidiar con una situación que, de otra manera, habría desembocado en miseria y penurias.
Aunque quizá lo más duro sea, una vez más, la moraleja de la historia. Todos tenemos secretos y todos albergamos uno en lo más profundo de nuestro ser. Lo guardamos bajo llave, protegido con candados y sabemos que nunca debe salir a la luz. Porque es tan oscuro que, de descubrirse, es demasiado lo que podemos perder y demasiado poco lo que podemos ganar. El amor familiar, la amistad más íntima, un trabajo de ensueño desaparecerán de un plumazo si no sellamos nuestros labios hasta precipitarnos a la tumba. Las apariencias engañan, sí. Pero, en ocasiones, es mejor no conocer la razón del engaño.
"Después" es una novela ligera, de lectura rápida que recupera parte del Stephen King clásico con sus reminiscencias a "Carrie" y hará las delicias de los más cinéfilos con sus constantes referencias a "El sexto sentido". Corta e intensa, no defraudará a los lectores más exigentes y despertará la curiosidad de los nuevos adeptos. Solo cabe esperar que su nueva publicación, prevista para final de año, esté a la altura del listón.