Sietemesino, hijo no deseado, pobre. No conoció a su padre y su madre no lo amó. Sus hermanos le ignoraron y su hijo murió siendo un niño. Abandonado a sí mismo, se alimentó de sus propias desdichas sobreviviendo a la desesperación para convertirse en una mirada pura que registró todas las carnicerías y los horrores del convulso siglo XX. Fue "un hombre que lo vio todo, pero a quien nadie pudo ver". Cultivó la pintura, la fotografía, el cine, la soledad y el amor a una sola mujer. Aprendió de su padrastro que los demás son un estorbo y que "la misantropía es un bien incalculable", del mar el sinsentido de las causas finales y la pequeñez del hombre y del arte "la presciencia, [...] la capacidad de leer la entraña del tiempo". Se llamaba Prohaska.
Este personaje ficticio creado por Menéndez Salmón en esta "falsa biografía" nace en 1914 y se suicida en 1962, dejando atrás "la sangre derramada por los emperadores del mundo: la muerte sin número, la carroña furiosa, la fractura de la razón". Prohaska, el ojo testimonial de la barbarie implícita en toda cultura, representa y encarna una de las grandes cuestiones acerca del arte en general y de la fotografía y el cine documental en particular, a saber, la de si es posible que el arte refleje la realidad con ausencia de juicio o posicionamiento ético. Es decir, si puede ser el artista un notario de la realidad y su obra un levantamiento de acta de algo que ocurre o está ahí.
Ajusticiamientos masivos, campos de concentración, masacres bélicas, víctimas de las primeras explosiones nucleares, Prohaska asiste al horror durante tres décadas y da fe de su existencia rubricando su testimonio presencial con fotos y grabaciones cinematográficas. Perseo derrotó a la horrible medusa usando un escudo espejado, Prohaska lo hizo con una cámara. Ambos consiguieron evitar la mirada que les hubiera convertido en piedra y, una vez cortada la cabeza de la terrible górgona, la mostraron al mundo y este acto de revelación ya es puramente ético, tiene como diría Walter Benjamin "valor expositivo", ya que invita a "una determinada mirada, que ya no es la mirada despreocupada de la contemplación; inquieta al espectador, que intuye que debe dar con una mirada distinta para comprender la imagen".
En definitiva, la fotografía no sería una mera reproducción analógica de la realidad, no supondría una creación de un doble de esta misma realidad en un formato diferente, poseería sus propios elementos retóricos (elección del tema, enfoque, composición, estilo) capaces de transmitir mensajes secundarios de gran trascendencia artística, intelectual o ética. Esto es algo que comprendió perfectamente Susan Sontag cuando afirmó que "la fotografía es, antes que nada, una manera de mirar. No es la mirada misma".