[...] "También sabemos que alguien leerá nuestro escrito literario, un alguien que más que destinatario será cómplice, en la medida en que habrá de ser él quien le confiera sentido a lo escrito. Eso es lo que permite que cada mensaje tenga siempre añadidos, nuevos significados; que los mensajes crezcan, cobren resonancia. Y eso es, precisamente, lo extraño y fascinante de la literatura: el hecho de que no sea un organismo estático sino algo que en cada lectura sufre mutaciones, algo que constantemente se modifica".
"El conflicto de mi vida es el de mis novelas: oposición de una fea realidad contra una maravillosa intuición o un sueño de otros mundos. No permitáis al hombre que destruya la ilusión. Oponed al artista al mundo de la autoridad, del poder y de la destrucción.
Escribo como medio de evasión. Temo la crítica porque temo que destruya mi espontaneidad. Temo las restricciones. Vivo por impulsos y por improvisación, y de la misma manera quiero escribir".
"Madrid, pues, iba concretando sus perfiles para mí, iba cerrando el poliedro de sus imágenes y ya tenía yo, cuando menos, un trasunto rico y variado de ciudad, cuyo espacio sagrado y reducido volvía a ser cada día, cada noche, el Café Gijón [...]
Madrid era todavía, hacia el año sesenta, una ciudad tomada por la literatura, minada de cuevas literarias y vocaciones obstinadas. Yo tenía el problema de conquistar Madrid con una máquina de escribir, que por entonces manejaba y acariciaba como si fuese una ametralladora".
No busco mi dicha en la indiferencia; lo que más profundamente conmueve al hombre es casi siempre lo que más le conviene. Por más caro que el mundo haga pagar al hombre el sentimiento, cuando está conmovido es cuando más profundamente siente su inmensidad".
"¿Y mientras tanto?", preguntó el marqués.
"Mientras tanto", dijo Abrenuncio, "tóquenle música, llenen la casa de flores, hagan cantar a los pájaros, llévenla a ver los atardeceres en el mar, denle todo lo que pueda hacerla feliz".
Se despidió con un voleo del sombrero en el aire y la sentencia latinao de rigor. Pero esta vez la tradujo en honor del marqués: "No hay medicina que cure lo que no cura la felicidad".
"Todos hemos de morir, pero todos nos resistimos a la idea de la muerte. Sorprende que la única certeza que posee el ser humano sobre el fin de su existencia no le haya hecho más humilde en la aceptacion de los plazos mortales. Algunos ni siquiera viven por temor a morir".
"La importancia me supera totalmente. Me ha anulado. Me anula [...] Para ayudarme, pienso aún en la soledad, en la soledad que rodea mi existencia. Y este pensamiento, que ha sido siempre tan lúgubre, angustioso, ahora, después de la importancia de tener éxito en la vida, pasa a ser casi atractivo. Las palabras tienen un peso. La importancia tiene mayor peso que la soledad. Aun así, sé que la soledad es más grave. Pero la importancia de tener éxito en la vida es una soga. No es más que una soga".
"Lo que somos también está fuera de la escritura. Somos lo que somos dentro y fuera de lo que escribimos. Una de las frases hechas que detesto: la esquizofrenia del escritor. Alguien partido en dos por el serrucho de la escritura. El serrucho no es para trocear a quien escribe sino para astillar lo que se escribe. Lo decía Kafka. Que se note el paso de la sierra por la escritura. Que se sientan en ella los dientes de acero, algo de miedo, la violencia que viene de un rencor a lo mejor antiguo".
"Son pegajosos los sentimientos de infancia, por eso uno no acaba de librarse del todo de quienes los compartieron y, por eso, forman parte de ellos: sentimientos como chicles. Infancia y adolescencia, territorios pantanosos para los sentimientos, ni la solidez de la tierra ni la blandura del agua, territorios intermedios, aunque la adolescencia es semillero de desencuentros".
"Amor, la más mortal de las cosas mortales. Te mata tanto cuando la tienes como cuando no la tienes.
Pero no es así exactamente.
Eres el que condena y el condenado. El verdugo, la cuchilla, el indulto de última hora, la respiración jadeante y el cielo tormentoso y el «gracias, gracias, gracias, Dios».
Amor: te mata y te salva a la vez."
"Ella es como cualquier mujer, salvo que abre los ojos a la manera de las mujeres que habitan las islas: hay una tranquila indiferencia en sus párpados. También tiene el cuerpo tenso, en contradicción con sus pupilas demasiado fluidas. No es verdaderamente bella, pero tiene algo... no sabríamos decir qué, quizás un rictus de ironía o bien un miedo extraordinario. Ella no cambia nunca, no cambiará. Morirá joven y con todos sus deseos".
"Ensimismado, tenso, parecía escuchar todavía aquellas voces que provenían del ámbito de lo fabuloso y sentirse atrapado en una situación que lo dominaba desde allí y que no había previsto, enredado en la maraña de su propia invención, en los confines de lo intangible que adorna la mentira del mundo. [...] En qué estaría pensando, me pregunto hoy, ya instalado como él entonces en la certeza de que todo es transitorio y es lo mismo, la máscara y la cara, el sueño y la vigilia [...]"
"[...] Recordé entonces que en la profundidad de nuestro cerebro existe una zona llamada Isla. Que todos tenemos una isla sumergida en las profundidades de la mente y que la buscamos desesperados, como el diamante fundido de nuestro ser. Que nosotros mismos, y nuestro mundo, estamos profundamente hundidos en las aguas del tiempo y de la memoria universales, como una Ada-Kaleh que nunca volverá a ser real".
"La historia nos había mantenido alrededor del fuego lo suficientemente expectantes, pero fuera del innecesario comentario de que era horripilante, como debía serlo por fuerza todo relato que se narrara en vísperas de Navidad en una casa antigua, no recuerdo que produjera comentario alguno aparte del que hizo alguien para poner de relieve que era el único caso que conocía en que la visión la hubiese tenido un niño [...]"
"Es que todo es muy raro, en cuanto te fijas un poco. Lo raro es vivir. Que estemos aquí sentados y se nos oiga, poner una frase detrás de otra sin mirar ningún libro, que no nos duela nada, que lo que bebemos entre por el camino correcto que es y sepa cuándo tiene que torcer, que nos alimente el aire y a otros ya no, que según el antojo de las vísceras nos den ganas de hacer una cosa o la contraria y que de esas ganas dependa a lo mejor el destino, es mucho a la vez, tú, no se abarca, y lo más raro es que lo encontremos normal".
"No hay felicidad o infelicidad en este mundo; solo hay comparación de un estado con otro. Solo un hombre que ha sentido la máxima desesperación es capaz de sentir la máxima felicidad. Es necesario haber deseado morir para saber lo bueno que es vivir".
"Finalmente, lo que constituye lo esencial de nuestra existencia no es quizá ni la familia, ni la carrera, ni la idea que se tiene de sí, ni la que los otros tienen de nosotros, sino esa capacidad de salir del cerco de lo finito, de ir más allá de los límites de la visión ordinaria para que se abra un sinfín de líneas de fuga, para que se restituya al instante que pasa su carga de vida y de misterio".
"Y por todas partes aquel año había algo secreto, solitario e inmenso que esperaba, se anunciaba, estaba quieto. Algo que prometía vagamente, enormemente, en el aire entumecido de la niebla y que nunca llegaba a romperse en abierta penetración, que era casi el octubre agudo y escarchado de las colinas recordadas -oh, había allí algo increíblemente cercano y enormemente familiar, a sólo una palabra, un paso, una habitación, una puerta de distancia- a sólo una puerta de distancia y nunca abierta, a sólo una puerta de distancia y nunca encontrada".
"Allí donde un hombre se separa de la multitud y sigue su propio camino, allí sin duda hay una bifurcación en la carretera, aunque los viajeros asiduos no vean más que un boquete en la empalizada. Su sendero solitario a campo a través resultará el mejor camino de los dos".
"-¿Y qué harías en esa casa? -Leería. Leería mucho, todos los libros que quisiera leer pero no he podido por ir al colegio, y encontraría algún trabajo, en una biblioteca o como portero nocturno o algo por el estilo, y aprendería un oficio, de encuadernador de libros o tejedor o carpintero, y haría cosas, cosas bonitas, y cuidaría de la casa, el jardín y el patio. La idea de ser bibliotecario me atraía mucho: trabajar en un sitio donde la gente tenía que susurrar y solo hablaba cuando era necesario. ¡Ojalá el mundo fuese así!"
"El día en que descubrió el lenguaje y las ideas, dándose cuenta así de cuál era su misión en la vida, renunció a llevar una existencia costosa: comía barato, no descuidaba en ningún momento los métodos anticonceptivos, viajaba sin incurrir en demasiados gastos, no contraía deudas con bancos ni con personas particulares, y evitaba situaciones que pudieran alejarla de aquello a lo que quería dedicar su tiempo: leer, pensar, escribir y conversar".
"Las personas casi nunca me han traicionado, pero las cartas siempre [...] Es en efecto una conversación con fantasmas (y para peor no sólo con el fantasma del destinatario, sino también con el remitente) que se desarrolla entre líneas en la carta que uno escribe [...] ¿De dónde habrá surgido la idea de que las personas podían comunicarse mediante cartas? Se puede pensar en una persona distante, se puede aferrar a una persona cercana, todo lo demás queda más allá de las fuerzas humanas. Escribir cartas, sin embargo, significa desnudarse ante los fantasmas, que lo esperan ávidamente."
"No recordaba cuánto tiempo hacía que había empezado a hablar solo en voz alta cuando no tenía nadie con quien hablar. En los viejos tiempos, cuando estaba solo, cantaba; a veces, de noche, cuando hacía su guardia al timón de las chalupas y los tortugueros, cantaba también. Probablemente había empezado a hablar en voz alta cuando se había ido el muchacho. Pero no recordaba. Cuando él y el muchacho pescaban juntos, generalmente hablaban únicamente cuando era necesario. Hablaban de noche o cuando los cogía el mal tiempo. Se consideraba una virtud no hablar innecesariamente en el mar y el viejo siempre lo había considerado así y lo respetaba. Pero ahora expresaba sus pensamientos en voz alta muchas veces, puesto que no había nadie a quien pudiera mortificar".
"…Sí, el hombre lo tiene todo en sus manos y deja que las cosas pasen por delante de sus narices únicamente por cobardía…, eso es axiomático…Me gustaría saber qué es lo que asusta más a las personas; yo creo que lo que especialmente las intimida es aquello que se aparta de sus costumbres…Pero divago demasiado. Y como divago, no hago nada. Verdad es que también podría decir: divago porque no hago nada. Hace más de un mes que he tomado la costumbre de divagar tumbado días enteros en un rincón, llena la cabeza de tonterías".