"La felicidad real siempre aparece escuálida por comparación con las compensaciones que ofrece la desdicha. Y, naturalmente, la estabilidad no es, ni con mucho, tan espectacular como la inestabilidad. Y estar satisfecho de todo no posee el hechizo de una buena lucha contra la desventura, ni el pintoresquismo del combate contra la tentación o contra una pasión fatal o una duda. La felicidad nunca tiene grandeza".
"Pensaba que Louisa tenía de verdad mejor aspecto que antes. [...] Lo más probable es que se debiera a que el tiempo pasaba y a que la guerra mermaba terriblemente las perspectivas de encontrar marido. Eso podía servirle de estímulo a una mujer. Además, era más lista y más guapa y tenía mejor conversación que la mayoría de las casadas. ¿Qué ocurría con una mujer así? A veces, simple mala suerte. O mal cálculo en el momento importante. ¿Un poco demasiado lista y segura de sí misma, para aquella época, de manera que hacía sentirse incómodos a los hombres?".
"–Y ahora sitúenlos de modo que puedan ver las flores y los libros.
Los chiquillos guardaron silencio inmediatamente, y empezaron a arrastrarse hacia aquellas masas de colores vivos, hacia aquellas formas alegres y brillantes que aparecían en las páginas blancas. Cuando ya se acercaban, el sol palideció un momento, eclipsándose tras una nube. Las rosas llamearon, como a impulsos de una pasión interior; un nuevo y profundo significado pareció brotar de las brillantes páginas de los libros. De las filas de críos que gateaban llegaron pequeños chillidos de excitación, gorjeos y ronroneos de placer.
El director se frotó las manos".
"Serían las ocho de la mañana cuando llegaron a Arganda del Rey. Todo estaba preparado. Un muro de mampostería, resto de un establo derruido, una explanada, un pelotón de fusilamiento y una cadena de guardianes aportaron todo lo necesario para la ejecución. Otros camiones, otros condenados, otras desesperaciones se sumaron a la ceremonia. Un sacerdote con estola morada rezaba en latín rutinarias imploraciones de misericordia. Eran casi un centenar y tuvieron que agolparse para no exceder la dimensión del muro. Unos instantes de silencio para que el sacerdote terminara su plegaria que concluyó con una bendición trazada en el aire con la languidez de un adiós entristecido e inmediatamente «Pelotón», silencio, «Apunten», silencio, «Fuego».
Si alguien gritó, nadie pudo oírlo".
"Existen los que han nacido para vivir y los que han nacido para amar. Por los menos, Don Juan lo diría de buena gana. Pero podría elegir mediante una abreviación, pues el amor de que se habla aquí está adornado con las ilusiones de lo eterno. Todos los especialistas de la pasión nos lo dicen: no hay amor eterno si no es contrariado. No hay pasión sin lucha. Semejante amor no termina sino en la última contradicción, que es la muerte. Hay que ser Werther o nada. Hay también en esto muchas maneras de suicidarse, una de las cuales es el don total y el olvido de la propia persona".
"Creo que perdemos la inmortalidad porque la resistencia a la muerte no ha evolucionado; sus perfeccionamientos insisten en la primera idea, rudimentaria: retener vivo todo el cuerpo. Sólo habría que buscar la conservación de lo que interesa a la conciencia."
"Maureen es todavía joven, aunque ella no lo cree, y tiene mucha vida por delante. Primero una muerte —eso ocurrirá pronto—; después otra boda, nuevas ciudades y nuevas casas. En cocinas a cientos y miles de kilómetros de distancia, observará cómo se forma una delicada piel sobre una cuchara de madera y su memoria se agitará, pero no acabará de desvelarse ese momento en el que parece estar contemplando un secreto a voces, algo que no te sobrecoge hasta que intentas contarlo".
"Querían hablar, pero no pudieron pronunciar una sola palabra. Las lágrimas brillaban en sus ojos. Los dos estaban delgados y pálidos, pero en aquellos rostros ajados brillaba el alba de una nueva vida, la aurora de una resurrección. El amor los resucitaba. El corazón de cada uno de ellos era un manantial de vida inagotable para el otro. Decidieron esperar con paciencia. Tenían que pasar siete años en Siberia. ¡Qué crueles sufrimientos, y también qué profunda felicidad, llenaría aquellos siete años! Raskolnikov estaba regenerado. Lo sabía, lo sentía en todo su ser. En cuanto a Sonia, sólo vivía para él."
"Cuando hemos llegado hasta los barrios bajos del pesimismo y no hallamos nada en el universo que nos parezca una afirmación capaz de salvarnos, se vuelven los ojos hacia las menudas cosas del vivir cotidiano. [...] Vemos entonces que no son las grandes cosas, los grandes placeres, ni las grandes ambiciones, quienes nos retienen sobre el haz de la vida, sino este minuto de bienestar junto a un hogar en invierno, esta grata sensación de una copa de licor que bebemos, aquella manera de pisar el suelo, cuando camina, de una moza gentil, que no amamos ni conocemos; tal ingeniosidad que el amigo ingenioso nos dice con su buena voz de costumbre". [...] Vemos entonces que no son las grandes cosas, los grandes placeres, ni las grandes ambiciones, quienes nos retienen sobre el haz de la vida, sino este minuto de bienestar junto a un hogar en invierno, esta grata sensación de una copa de licor que bebemos [...]"
"[...] resumiendo /
no somos los que somos /
ni menos los que fuimos /
tenemos un desorden en el alma /
pero vale la pena sostenerla /
con las manos / los ojos / la memoria /
tratemos por lo menos de engañarnos /
como si el buen amor /
fuera la vida".
"Las palabras me preceden y sobrepasan, me tientan y me modifican, y si no tengo cuidado será demasiado tarde: las cosas se dirán sin que yo las haya dicho. O, así como un tapiz está hecho con tantos hilos que no puedo resignarme a seguir un hilo solo; mi enredo surge porque una historia está hecha de muchas historias. Y no puedo contarlas a todas -una palabra más verdadera podría de eco en eco hacer que se desmoronaran por el despeñadero mis glaciares".
"Mi vida, si hubiese dependido de la felicidad y del reconocimiento, hubiera estado privada de los únicos valores que yo le concedía: la imprevisibilidad de los días, la violencia del alma, los deseos que se mantienen apartados del mundo, el estremecimiento del lenguaje silencioso, la independencia feroz, una zona más celosa, más susceptible y más inaccesible aún que la libertad".
"Cuando se hundieron las formas puras
bajo el cri cri de las margaritas,
comprendí que me habían asesinado.
Recorrieron los cafés y los cementerios y las iglesias,
abrieron los toneles y los armarios,
destrozaron tres esqueletos para arrancar sus dientes
de oro.
Ya no me encontraron.
¿No me encontraron?
No. No me encontraron.
Pero se supo que la sexta luna huyó torrente arriba,
y que el mar recordó ¡de pronto!
los nombres de todos sus ahogados".
"Nunca he podido comprender el mundo y me iré de él llevándome una imagen confusa. Otros pudieron o creyeron armar el rompecabezas de la realidad y lograron distinguir la figura escondida, pero yo viví entreverado con las piezas dispersas, sin saber dónde colocarlas. Así, vivir habrá sido para mí enfrentarme a un juego cuyas reglas se me escaparon y en consecuencia no haber encontrado la solución del acertijo".
"Ignoramos, en verdad, qué son los mundos y de qué depende la existencia de los mismos. En algún lugar del universo tal vez esté escrita la misteriosa ley que preside su génesis, su crecimiento y su fin. Pero sabemos esto: para que surja un nuevo mundo primero debe morir un mundo antiguo. Y sabemos, del mismo modo, que el intervalo que los separa puede ser infinitamente corto o, al contrario, tan largo que los hombres deben aprender durante décadas a vivir en la desolación hasta descubrir infaliblemente que son incapaces de ello y que, a fin de cuentas, no han vivido".
"El arte que me encanta parece estar diciéndome esto: Mira lo que está pasando a tu alrededor, fíjate en toda su riqueza y lujo de detalles y colores; no dejes de mirar y de pensar en lo que ves; pero tampoco olvides que eres tú quien está mirando, que tú tienes una posición y un lugar desde los que miras, y que también los tiene otra gente. Habita plenamente en ese lugar".
"Una delgada, invisible red de malentendidos nos va envolviendo. No podemos nunca saber lo que representamos para los otros, el exacto papel que nos han dado; no podemos, sobre todo, saber por qué nos han dado ese papel y, en cierto modo, hagamos lo que hagamos, incluso algo totalmente contradictorio con nuestra supuesta personalidad, los otros, ese indeterminado y plural ‘los otros', se resisten a cambiar la idea que tienen de nosotros.
Sin embargo, si hay algo que permanece inmutable es la conciencia, errada o no, que tenemos de nosotros mismos".
"Tengo vocación de modificador.
También de repetidor. Pero esta vocación es más corriente. Porque esencialmente somos todos repetidores. La repetición, gesto humano donde los haya, es un gesto que me gustaría analizar, investigar, modificar las conclusiones a las que hayan llegado otros. ¿Llegamos en la vida a hacer algo que no sea la repetición de algo ya previamente ensayado y realizado por quienes nos precedieron? La repetición es en el fondo un tema tan inabarcable que puede convertir en ridículo cualquier intento de captarlo plenamente".
"¿Volvemos a casa?, pregunta Leandro. Lorenzo siente piedad por ese hombre al que de niño temía por su rigor, sus convicciones firmes, al que luego ignoró y más tarde aprendió a respetar. Su padre empequeñecido avanza por el pasillo y Lorenzo lo ve entrar en su cuarto. ¿Quién soy yo para juzgarlo? Si pudiéramos exponer a la luz las miserias de las personas, los errores, las torpezas, los crímenes, nos encontraríamos con la penuria más absoluta, la verdadera indignidad. Por suerte, piensa Lorenzo, cada uno llevamos nuestra secreta derrota bien adentro, lo más lejos posible de la mirada de los demás. Por eso no ha querido escarbar demasiado en la herida de su padre, conocer los detalles, humillarle más de lo que ya le debía de humillar sincerarse con su hijo".
"Le rogó a Dios que le concediera al menos un instante para que él no se fuera sin saber cuánto lo había querido por encima de las dudas de ambos, y sintió un apremio irresistible de empezar la vida con él otra vez desde el principio para decirse todo lo que se les quedó sin decir, y volver a hacer bien cualquier cosa que hubieran hecho mal en el pasado. Pero tuvo que rendirse ante la intransigencia de la muerte. Su dolor se descompuso en una cólera ciega contra el mundo, y aun contra ella misma, y eso le infundió el dominio y el valor para enfrentarse sola a su soledad".
– "Por ahí", contestó el Gato volviendo una pata hacia su derecha, "vive un sombrerero; y por allá", continuó volviendo la otra pata, "vive una liebre de marzo. Visita al que te plazca: ambos están igual de locos".
– "Pero es que a mí no me gusta estar entre locos", observó Alicia.
– "Eso sí que no lo puedes evitar", repuso el gato; "todos estamos locos por aquí. Yo estoy loco; tú también lo estás".
– "Y ¿cómo sabes tú si yo estoy loca?", le preguntó Alicia.
– "Has de estarlo a la fuerza", le contestó el Gato; "de lo contrario no habrías venido aquí".
"-¿Sabes, Wendy? , cuando el primer niño rió por primera vez, su risa se rompió en miles de pedazos que se fueron dando saltos, y así fue como aparecieron las hadas. Y por eso tendría que haber un hada por cada niño y cada niña.
-¿Tendría que haber? ¿Acaso no es así?
-No. Ahora los niños saben mucho y pronto dejan de creer en las hadas, y cada vez que un niño dice "No creo en las hadas", en algún lugar hay un hada que muere."
"- Anoche -dijo ella gravemente, jugueteando con el pelo de Anthony mientras hablaba-, me pareció que la parte de mí que amabas, la parte que merecía la pena conocer, todo el orgullo y todo el fuego, había desaparecido. Supe que lo que aún quedaba de mí te amaría siempre, pero que ya nunca sería igual.
Gloria se daba cuenta, sin embargo, de que terminaría por olvidar y de que la vida raras veces aniquila, aunque siempre desgaste. Después de aquella mañana nunca se volvió a mencionar el incidente y su profunda herida se curó con ayuda de Anthony…, y si hubo triunfo, estaba en posesión de una fuerza más oscura que ellos y que, junto con el triunfo, poseía también el conocimiento de los hechos".
[...] "Aunque el fulgor que fue tan claro en otro tiempo
se quite para siempre de mi vista,
aunque nada me pueda devolver esas horas
de esplendor en la hierba, de gloria entre las flores,
no me voy a afligir, sino más bien a hallar
fuerza en lo que atrás queda:
en esa simpatía primigenia
que, habiendo sido, siempre debe ser;
en los suavizadores pensamientos que brotan
del sufrimiento humano;
en la fe que contempla a través de la muerte,
en los años que traen la mente filosófica".