"La desaceleración como respuesta a la prisa ya no parece ser suficiente, ni tampoco una cierta lentitud complaciente sería la respuesta; ni siquiera el rechazo a la urgencia [...] La única rebelión que intuimos como capaz de quitarse de la aceleración sería, tal vez, el salirse del tiempo, del tiempo utilitario, el quitarse de la agonía impracticable de la auto-realización, abandonar la orgía de ruidos constantes para crear, así, infinitos instantes de otro tiempo, un tiempo en apariencia inútil, sin provecho, un tiempo porque sí, para nada, un tiempo detenido, sin novedades a la vista".
"Lo primero que percibí, en su penumbra interior, fue la jerarquía esencial que concede a los objetos. Quizás crea en ellos más que en las personas. Entiendo que ha subrayado esa relación en alguno de sus libros. Los objetos lo preocupan y, no obstante el largo tiempo transcurrido desde que empezó a interesarse por ellos, continúan hechizándolo. Por eso no me equivoco si digo que el interior de su cabeza está amueblado como su casa; que su casa se reproduce en esa zona invisible, con exacta precisión, y que aunque suele parecer distraído y su vista no es demasiado buena, nada escapa a su inventario cuando recorre sus vastas habitaciones".
"Cuando se va llegando a cierta edad en la vida, cuando hemos pasado largos años de juventud sobre los libros -millares de libros- y vemos que los libros dicen casi todos lo mismo, entonces -si el espíritu de curiosidad se mantiene vivo en nosotros- comenzamos a sentir un íntimo placer en la observación de las cosas triviales, diarias, prosaicas de la existencia, y, aun observando un resto de amor a la lectura, todo ese espíritu de curiosidad que antes hemos empleado en la letra impresa lo llevamos ahora a los gestos y las palabras vivas. Y entonces también, ya calmados un poco por los años, ya un poco desencantados de las sabidurías humanas, ya casi libres de las ilusiones de nuestra juventud, principiamos a ver en su verdadera luz a los hombres, y vamos descubriendo la complicada y honda raigambre de las acciones humanas, y cómo todo se encadena en el vivir, y es fatal y es ineludible".
"La vida merece siempre ser vivida, y todo consiste en tener la sensibilidad correspondiente; muchos de nosotros, pertenecientes a las clases que a sí mismas se llaman cultas, nos hemos alejado demasiado de la Naturaleza. Nos hemos dedicado a buscar exclusivamente lo raro, lo escogido, lo exquisito, y desdeñar lo ordinario. Estamos llenos de concepciones abstractas y nos perdemos entre las frases y la palabrería; y así es que mientras cultivamos esas funciones más elevadas, la peculiar fuente de la alegría, que se halla en nuestras funciones más simples, muy a menudo se seca, de modo que quedamos ciegos e insensibles en presencia de los bienes más elementales y de las venturas más generales de la vida".
"[...] Probablemente ahí me hubiera quedado de no haber sido por la aparición de un espíritu generoso que llegó una noche para regalarme la posibilidad de detenerme y mirar. A veces sólo hace falta eso: detenerse y mirar. Dar con alguna excusa que nos permita parar un momento, bajarnos del carrusel en el que nos hallamos montados para mirar un poco alrededor y repartir cartas de nuevo. No se trata en general de una gran decisión, la mayor parte de las veces basta con un pequeño giro, un leve cambio de dirección que nos resitúe en el tablero. A mí me ocurrió una noche en la habitación que estaba alquilando, en una finca tan vieja como el gótico barrio que la arropaba, y el espíritu generoso llegó en forma de relato".
"La lectura disipada e irreflexiva es como un paseo por un paisaje hermoso con los ojos vendados. Tampoco hay que leer para olvidarnos de nosotros mismos y de la vida cotidiana, sino todo lo contrario: para volver a asir, tanto más conscientes y maduros, con mano firme, las riendas de la vida. Tenemos que acercarnos a los libros no como medrosos escolares al frío maestro, ni como el haragán a la botella de alcohol, sino como los montañeros a los Alpes y como los guerreros al arsenal; nunca como fugitivos ni como personas sin voluntad de vivir".
"¿Y? ¿Qué hay de malo en ello? Trabajar duro en una profesión idealista; practicar el deporte sin fanatismo ni violencia, entre personas de mentalidad similar, y riéndonos todos; y obtener el perdón y el amor de la familia. ¿Qué tiene de malo creer en todo eso? ¿Adónde fue a parar el sentido común que poseía a los nueve, diez, once años de mi edad? ¿Cómo he podido convertirme en enemigo y azote de mi propio ser? ¡Y tan solo! ¡Tan, tan solo! ¡Mi yo, y nada más! ¡Encerrado en mí mismo! [...] ¿Adónde han ido a parar mis propósitos, esas metas mías, tan meritorias y tan valiosas? ¿Casa? No tengo. ¿Familia? ¡No! Cosas, ambas, que podría poseer sólo con chasquear los dedos... o sea que ¿por qué no los chasqueo de una vez y sigo adelante con mi vida?"
"Procura vivir en continuo vértigo pasional, dominado por una pasión cualquiera. Sólo los apasionados llevan a cabo obras verdaderamente duraderas y fecundas. Cuando oigas de alguien que es impecable, en cualquiera de los sentidos de esta estúpida palabra, huye de él; sobre todo si es artista. Así como el hombre más tonto es el que en su vida no ha hecho ni dicho una tontería, así el artista menos poeta, el más antipoético -entre los artistas abundan las naturalezas antipoéticas- es el artista impecable, el artista a quien decoran con la corona de laurel, de cartulina, de la impecabilidad, los danzantes de la jeringa".
"La intención del humor es, en sentido literal, jugar con el hombre; desposeerlo de su dignidad oficial y darle caza como si fuese un juego. Su función es recordarnos que los seres humanos tenemos cosas tan desgarbadas y ridículas como la trompa del elefante o el cuello de la jirafa. Si la risa no pulsa una especie de locura fundamental, no cumple con su deber de retrotraernos a una sencillez vasta y original. Nada ha causado más daño que la idea de que una persona inteligente puede bromear sin ser parte de la broma y sin participar del absurdo general que crea dicha situación. No reírse de las propias bromas revela un orgullo imperdonable. Bromear carece de dignidad, por eso es tan bueno para el alma".
"¿Qué tan solitario es el trabajo de un escritor? [...]
Al escribir nos ausentamos del mundo y a veces pasan días completos en que solo salimos a comprar cigarros o a pasear al perro (y suele ser el perro quien nos pasea a nosotros). Pero no estoy seguro de que escribir sea un oficio solitario. Al menos para mí la escritura siempre ha tenido un lado colectivo. Me crié compartiendo los textos y sinceramente no creo que haya mejor taller literario que las reuniones de amigos en torno a un manuscrito y unas cervezas. Amigos dispuestos a escuchar, a sugerir, a discrepar, a tachar; amigos cuyas opiniones a veces modifican inesperada y decisivamente lo que escribimos".
"Bajé por Station Road en la vacuidad soleada de la tarde [...] Me acerqué a los Cedros con cautela. ¿Cómo es que de niño todo lo nuevo que llamaba mi atención poseía la aureola de lo misterioso, teniendo en cuenta que, según todas las autoridades, lo misterioso no es algo nuevo, sino algo ya conocido que regresa en una forma diferente, convertido en fantasma? De tantas cosas sin respuesta, ésta es la menos importante".
"No hay muchas maneras de llegar a estar en paz con uno mismo a ninguna edad probablemente. Mucho menos a la que yo tengo, Nunca ha sido cuestión de errores o plenos. Tampoco de ganadores ni perdedores. De viejo lo sabes, cuando ya no sirve de nada. Uno puede ser feliz en una vida infeliz, y viceversa. La vida es compleja. Nos engañan los libros y las películas al solucionar los conflictos con amor, épica o una buen número de baile".
"[...] ignoraba por completo que para ser escritor había que escribir y, además, escribir como mínimo muy bien, algo para lo que hay que armarse de un infinito valor y, sobre todo de una gran paciencia [...] Todo esto lo explicó muy bien Truman Capote en su célebre prólogo a "Música para camaleones" cuando dijo que un día comenzó a escribir sin saber que se había encadenado de por vida a un noble pero implacable amo: "Al principio fue muy divertido. Dejó de serlo cuando averigüé la diferencia entre escribir bien y mal; y luego hice otro descubrimiento más alarmante todavía: la diferencia entre escribir bien y el arte verdadero: es sutil pero brutal".
"Lo malo de escribir ficción, con el paso del tiempo (tiene que pasar tiempo, quince años mínimo), es que luego tu propia vida acaba teniendo la estructura de tus ficciones. Imagino que se accede a un estado de conocimiento que no está mal, pero desde luego no es divertido en absoluto.
Charlotte Brontë, la hermana de Emily, escribió una cosa maravillosa, ya muerta Emily: 'No sé si es correcto o aconsejable crear criaturas como Heathcliff: no creo que lo sea'.
Que nadie me robe la cita, eh, ojo, que va al principio de la novela que acabo de terminar".
"Permítame otra pregunta, dijo.
- ¿Ya sabe por qué el ser humano tortura y mata a los de su especie?… En esos treinta años de fotografías, ¿obtuvo una respuesta?
Faulques se echó a reír. Una risa corta, sin ganas.
- No hacen falta treinta años, Cualquiera puede comprobarlo, a poco que se fije… El hombre tortura y mata porque es lo suyo. Le gusta.
- ¿Lobo para el hombre, como dicen los filósofos?
- No insulte a los lobos. Son asesinos honrados: matan para vivir.
Markovic inclinó la cabeza, como si lo considerase a fondo. Luego miró de nuevo al pintor de batallas.- ¿Y cuál es, a su juicio, la razón de que el hombre torture y mate por gusto?
- La inteligencia, supongo.
- Qué interesante.
- La crueldad objetiva, elemental, no es crueldad. La verdadera requiere cálculo. Inteligencia, como acabo de decir…"
"Nos reunimos los fines de semana, antes del domingo, estúpido domingo, el día más triste y pesaroso. El domingo es un día clausurado: la realidad está ahí, sin esperanza, sin adornos, es decir, sin arte. A lo sumo, se puede dormir un rato más, entre el ruido de la ducha del vecino, del ascensor cargado de niños (los niños están sueltos los domingos, y nadie sabe qué puede ocurrir con tanta explosión de hormonas) o del teléfono, que siempre suena para anunciar la visita ritual de los suegros, un aniversario olvidado o la enfermedad de la tía abuela que, entre otras cosas, ya tiene ochenta años. El peso de la realidad, eso es el domingo: cuando uno tiene la irremediable comprobación de que el apartamento es pequeño para cuatro personas, de que la falta de espacio crea hostilidad (o la manifiesta), de que se puede comer paella o cordero al horno, de que si se va al cine con el marido una se siente sola, pero si se va al cine sola, se siente sola".
"A las cuatro de la tarde, la chiquillería de la escuela pública de la plazuela del Limón salió atropelladamente de clase, con algazara de mil demonios [...] Salieron, como digo, en tropel; el último quería ser el primero, y los pequeños chillaban más que los grandes. Entre ellos había uno de menguada estatura, que se apartó de la bandada para emprender solo y calladito el camino de su casa. Y apenas notado por sus compañeros aquel apartamiento que más bien parecía huida, fueron tras él y le acosaron con burlas y cuchufletas, no del mejor gusto. Uno le cogía del brazo, otro le refregaba la cara con sus manos inocentes, que eran un dechado completo de cuantas porquerías hay en el mundo; pero él logró desasirse y... pies, para qué os quiero. Entonces dos o tres de los más desvergonzados le tiraron piedras, gritando Miau; y toda la partida repitió con infernal zipizape: Miau, Miau".
"El mundo de Eddie era el mundo al que ahora aspiraba Ira, un mundo que se le permitiera compartir, al que se le permitiera tener acceso. Estaba más que dispuesto a disimular todas las diferencias, adormecer la sensación de ser diferente que le había implantado el East Side, en comida, en costumbres, en prácticas. Eran impedimentos para entrar en el mundo de Eddie, un mundo de tejados y cometas, de excursiones a los maravillosos puentes giratorios sobre el río Harlem, a la amplia red de vías de ferrocarril de las estaciones de mercancías del otro lado del río, en el desconocido Bronx".
"Cada pocos segundos sale a la luz del día un nuevo libro. La mayoría de ellos serán sólo una parte del zumbido que nos hace duros de oído. Incluso el libro se está convirtiendo en instrumento del olvido. Una verdadera obra literaria nace como el grito de protesta de su creador contra el olvido que lo acecha, a él, a sus predecesores y a sus contemporáneos, a su época y a la lengua que habla. Una obra literaria es algo que desafía a la muerte".
"Vamos detrás de las posesiones que nos protegen, nos satisfacen y nos consuelan: aquello que Tagore describe como el 'disfraz exterior' de lo material. Sin embargo, parecemos olvidarnos del alma, de lo que significa que el pensamiento se desprenda del alma y conecte a la persona con el mundo de manera delicada, rica y compleja. Parece que olvidamos lo que significa acercarnos al otro como a un alma, más que como un instrumento utilitario o un obstáculo para nuestros propios planes. Parece que olvidamos lo que significa conversar como alguien dotado de un alma con otra persona que consideramos igualmente profunda y sofisticada".
"Creo que lo he fascinado, y sé que él me ha fascinado también. Presumo que nos perteneceremos el uno al otro hasta que la muerte ocurra. ¿Cuál vendrá primero, desnuda, fría y alta, a visitarnos? ¿La suya, la mía? La mía, probablemente, pese a que él está lejos ya de ser un niño, porque mi vida, por inexorable capricho biológico, cuenta con un plazo mucho más corto que el acordado en general por el Destino a los de su privilegiada especie".
"Quinn estaba acostumbrado a vagabundear. Sus excursiones por la ciudad le habían enseñado a entender que lo interior y lo exterior estaban conectados. Utilizando la locomoción sin rumbo como técnica de inversión, en sus mejores días podía llevar lo de fuera dentro y así usurpar la soberanía de la interioridad. Inundándose de cosas externas, ahogándose hasta salir de sí mismo, había conseguido ejercer un pequeño grado de control sobre sus ataques de desesperación. Vagar, por lo tanto, era una especia de anulación de la mente".
"Tras cada hombre viviente se encuentran treinta fantasmas, pues tal es la proporción numérica con que los muertos superan a los vivos. Desde el alba de los tiempos, aproximadamente cien mil millones de seres humanos han transitado por el planeta Tierra. Y es en verdad un número interesante, pues por curiosa coincidencia hay aproximadamente cien mil millones de estrellas en nuestro universo local, la Vía Láctea. Así, por cada hombre que jamás ha vivido, luce una estrella en ese Universo.
Pero, cada una de esas estrellas es un sol, a menudo mucho más brillante y magnífico que la pequeña y cercana a la que denominamos el Sol. Y muchos, quizá la mayoría de esos soles lejanos, tienen planetas circundándolos. Así, casi con seguridad hay suelo suficiente en el firmamento para ofrecer a cada miembro de las especies humanas, desde el primer hombre-mono, su propio mundo particular: cielo… o infierno".
"Desconfío de todas las personas francas y sencillas, especialmente cuando sus historias parecen tener lógica, y siempre me quedé con la sospecha de que tal vez Robert Cohn no había sido nunca campeón de pesos medios; quizá un caballo le había pisado la cara, o quizá su madre había tenido un susto o había visto algo, o quizá él, de niño, se había dado un porrazo. Pero al fin encontré a alguien que consiguió comprobar aquella historia preguntándosela al mismo Spider Kelly. Spider Kelly no sólo recordaba a Cohn, sino que se había preguntado a menudo qué se había hecho de él".