"Los niños del tipo de Ada son capaces de crear las más puras filosofías. Van fue considerado digno de ser iniciado en el pequeño sistema de sabiduría creado por Ada. Y en efecto lo fue, cuando apenas llevaba una semana en Ardis. Aquella filosofía presentaba la vida del ser humano como compuesta por cierto número de elementos, o 'cosas', clasificadas y jerarquizadas: las 'cosas verdaderas', poco frecuentes, y de un valor inestimable; las simples 'cosas', que formaban en tejido rutinario de la vida; y las 'cosas-fantasmas', también llamadas 'nieblas', como la fiebre, el dolor de muelas, las horribles decepciones, la muerte. Si tres o cuatro 'cosas' acontecían simultáneamente, formaban una 'torre', y, si se sucedían de manera inmediata, constituían un 'puente'. Las 'torres verdaderas' y los 'puentes verdaderos' integraban la sustancia gozosa de la vida, y cuando las torres se presentaban en serie uno llegaba a experimentar el éxtasis supremo; pero esto no sucedía casi nunca".
"De pronto me senté sintiéndome perplejo. Por un momento no pude comprender cómo había llegado allí. Mi terror habíase desvanecido súbitamente. No tenía sombrero y noté que mi cuello estaba desprendido. Unos minutos había tenido frente a mí sólo tres cosas: la inmensidad de la noche, del espacio y de la Naturaleza; mi propia debilidad y angustia, y la cercanía de la muerte. Ahora era como si algo se hubiese dado vuelta y mi punto de vista se alteró por completo. No tuve conciencia de la transición de un estado mental al otro. Volví a ser de pronto la persona de todos los días, el ciudadano común y decente. El campo silencioso, el impulso de huir y las llamaradas me parecieron cosa de pesadilla. Me pregunté entonces si habrían ocurrido en realidad, mas no pude creerlo".
"Los hombres no son mis semejantes; son los que me ven y me juzgan; mis semejantes son aquellos que me aman y no me miran; los que me aman contra todo; los que me aman contra la decadencia, contra la bajeza, contra la traición; a mí, y no lo que yo haya hecho o haga; quienes me amen tanto como yo me amo a mí mismo; hasta el suicidio, incluso… Sólo con ella tengo en común este amor, desgarrado o no, como otros, juntos, tienen hijos enfermos y que pueden morir…"
"Volvíamos por el paseo de la estación, donde estaban los hoteles más bonitos del lugar. La luna iba sembrando en los jardines, como Hubert Robert, un pedazo de marmórea escalinata, un surtidor y una verja entreabierta. Su luz había destruido la oficina de Telégrafos. No quedaba más que una columna tronchada, pero bella como una ruina inmortal. Yo iba a rastras, me caía de sueño, y el olor de los tilos que embalsamaba el aire se me aparecía como una recompensa que sólo se logra a costa de grandes fatigas, y que no vale la pena lo que cuesta. De cuando en cuando, detrás de las verjas, perros que despertábamos con nuestros pasos solitarios daban alternos ladridos, de esos que todavía oigo algunas veces; y en el seno de esos ladridos debió de ir a refugiarse el paseo de la estación (cuando se construyó en su emplazamiento el parque público de Combray), porque dondequiera que me encuentre, en cuanto empiezan a oírse, lo veo, con sus tilos y sus aceras iluminadas por la luna…"
"…una piedra, una hoja, una puerta ignota; de una piedra, una hoja, una puerta. Y de todas las caras olvidadas.
Desnudos y solos llegamos al desierto. En su oscuro seno, no conocimos el rostro de nuestra madre; desde la prisión de su carne, vinimos a la prisión indecible e inexplicable de este mundo.
¿Quién de nosotros conoció a su hermano? ¿Quién de nosotros observó el corazón de su padre? ¿Quién de nosotros no estuvo siempre prisionero? ¿Quién de nosotros no será siempre un extranjero solitario?
Erial de perplejidad, en los ardientes laberintos; perdidos, entre brillantes estrellas, en esta tediosísima ceniza, ¡perdidos! Recordando sobrecogidos, buscamos el gran lenguaje olvidado, el perdido sendero que conduce al cielo, una piedra, una hoja, una puerta ignota. ¿Dónde? ¿Cuándo?
¡Oh fantasma perdido, batido por el viento, vuelve a nosotros!"
"Y sin embargo, hechos de la tierra de nuestro padre, sangre de su sangre, huesos de sus huesos, carne de su carne, nacidos como nuestro padre, aquí, para vivir y luchar aquí, para vencer o ser vencidos; aquí, como todos los hombres que nos precedieron, que no eran demasiado bellos ni refinados para los usos de esta tierra; aquí para vivir, para sufrir, para morir, igual que nuestros padres en su tiempo, ardemos, ardemos, ardemos en la noche".
"A ninguno se le ocurría pensar que el colegio y la bárbara ambición de un padre y unos profesores habían llevado a tal situación a un ser tan frágil. ¿Por qué le habían hecho estudiar hasta altas horas de la noche en los delicados y difíciles años de la adolescencia? ¿Por qué le habían quitado sus conejos, alejado de sus compañeros de colegio, prohibido la pesca y los paseos, e inculcado el ideal vacío y rastrero de una ambición mediocre y devoradora? ¿Por qué no le habían dejado disfrutar ni siquiera después del examen de su bien merecidas vacaciones? Ahora el espoleado caballito yacía en la cuneta y no servía ya para nada".
"El hombre convive con su cuerpo, pero no lo conoce. Al menos no de un modo exhaustivo. Un hombre y su cuerpo son realidades distintas. Seguramente eso es lo que permite comprender la esencia última del dolor [...] Y seguramente también eso es lo que permite a un ser humano conservar su nombre, su dignidad, aquello que más íntimamente posee, cuando su cuerpo, en la enfermedad, la mutilación o la vejez, ya no le pertenece.
Para entender lo que es un hombre no basta con tomar nota de las partes que lo conforman [...] De este modo, el cuerpo lleva, hasta cierto punto, una vida independiente de la inteligencia que lo habita, y por eso filósofos y escritores, sin por ello apelar a instancias míticas o refugiarse en el oscurantismo de la religión, pueden seguir pronunciando palabras como alma o autoconciencia. Un hombre sin cuerpo puede saberse a sí mismo. Un hombre que ve su cuerpo desmembrarse, quemarse, empodrecerse, no por ello deja de ser hombre".
"Escribir bien, es decir, escribir con lo que se suele llamar 'estilo', con eficacia y precisión y la elocuencia justa, no tiene nada que ver con una destreza gramatical o sintáctica. Tampoco tiene que ver con la cultura libresca del escritor. Escribir es como montar a caballo, porque el lenguaje es como un corcel brioso y arisco (no como una yegua dócil y delicada): dos seres vivos de especies diferentes e inteligentes se encuentran, se rozan, se sienten el uno al otro y, de común acuerdo o a la fuerza, deciden moverse juntos. Entre ellos se plantea una lucha cuerpo a cuerpo en la que uno busca dominar al otro. El jinete cree que es él quien lleva las riendas pero es el caballo el que reconoce al buen jinete y, finalmente, decide complacerlo".
"Lo que llamamos pena o dolor suele ser nuestra incapacidad para entablar una relación viable con el mundo, con este paraíso casi perdido. A veces comprendemos las razones, a veces no. A veces, al despertar, descubrimos que la lente de aumento que magnifica la excelencia del mundo y sus habitantes está rota".
"Sólo en los nacimientos y en las muertes se sale uno del tiempo; la Tierra detiene su rotación y las trivialidades en las que malgastamos las horas caen sobre el suelo como polvo de purpurina. Cuando un niño nace o una persona muere, el presente se parte por la mitad y te deja atisbar por un instante la grieta de lo verdadero: monumental, ardiente e impasible. Nunca se siente uno tan auténtico como bordeando esas fronteras biológicas: tienes una clara conciencia de estar viviendo algo muy grande".
"Y la pena se sigue sintiendo como miedo. Aunque tal vez fuera más exacto decir que como un 'suspense'. O como una expectativa; eso es. Es como estar colgado a la espera de algo que va a pasar. Esto confiere a la vida una sensación permanente de provisionalidad. Parece como si no valiera la pena empezar nada. No soy capaz de encontrar asiento, ando azogado y nervioso, bostezo, fumo muchísimo. Antes nunca llegaba a tiempo para nada. Ahora no hay nada más que tiempo. Tiempo en estado casi puro, una vacía continuidad".
"Lo más importante: no reclamar la historia para sí, no dejarse definir por ella, no usarla como excusa... despreciarla en aquellos que la usan para maquillar su propia insignificancia... pero sí conocerla para entender y, sobre todo, para desenmascarar a los otros (mi odio a la historia como asilo para las nadas del ser)".
"- Es cierto -dijo mecánicamente el hombre, sin quitar la vista de las llamas que ardían en la chimenea aquella noche de invierno-; en el Paraíso hay amigos, música, algunos libros; lo único malo de irse al Cielo es que allí el cielo no se ve".
"Si me tocara cruzar la calle junto a ellas preferiría esperar al próximo turno, no sea que su paso me lleve, que al darme la vuelta descubra un parentesco, un lunar que nos delate y acerque. Pero de las mujeres tristes no se huye, tampoco de los árboles pelados o de las lluvias. Ha de ser por eso que, a veces, siento que una ola empuja mis pasos, descose los botones de mi abrigo y descuelga mis propios amuletos. Es ese viento de las mujeres tristes. Son los leones; acaso la diosa. Es esta manada que atraviesa Recoletos".
"En el sueño de la vida, he aquí al hombre que halla sus verdades y las pierde en el territorio de la muerte para regresar, cruzando por guerras, gritos, la demencia de la justicia y el amor, el dolor en fin, hacia esa patria tranquila en la que incluso la muerte es un silencio dichoso. He aquí también... Sí, nada impide soñar en la propia hora del destierro, puesto que al menos sé con certidumbre esto: que la obra de un hombre no es sino ese largo caminar para recuperar, pasando por los desvíos del arte, las dos o tres imágenes sencillas y grandiosas a las que se le abrió el corazón una vez primera".
"Hoy me despierta / con su delgado resplandor abstracto la esperanza / la oscuridad del naufragio / se escapa como un gato por la ventana / y alguien vuelve / sí / alguien vuelve desvelado y sin prisa / con un pequeño rectángulo de eternidad entre las manos".
(Extracto del poema "Malevitch en su ventana")
"Me gusta repetir que la realidad no necesita ser verosímil, que se produce sin más, y que es precisamente la ficción uno de los elementos sustantivos para darle sentido y credibilidad: necesitamos la ficción para descifrar y comprender eso que llamamos realidad".
"La palabra libro está muy cercana a la palabra libre; sólo la letra final las distancia: la o de libro y la e de libre. No sé si ambos vocablos vienen del latín liber («libro»), pero lo cierto es que se complementan perfectamente; el libro es uno de los instrumentos creados por el hombre para hacernos libres. Libres de la ignorancia y de la ignominia, libres también de los demonios, de los tiranos, de fiebres milenaristas y turbios legionarios, del oprobio, de la trivialidad, de la pequeñez. El libro afirma la libertad, muestra opciones y caminos distintos, establece la individualidad y al mismo tiempo fortalece a la sociedad y exalta la imaginación [...] El libro es para nosotros un camino de salvación. Una sociedad que no lee es una sociedad sorda, ciega y muda".
"Y debo decir que confío plenamente en la casualidad de haberte conocido. Que nunca intentaré olvidarte, y que si lo hiciera, no lo conseguiría. Que me encanta mirarte y que te hago mío con solo verte de lejos. Que adoro tus lunares y tu pecho me parece el paraíso. Que no fuiste el amor de mi vida, ni de mis días, ni de mi momento. Pero que te quise, y que te quiero, aunque estemos destinados a no ser".
"- Ése es precisamente su trabajo como escritor. Escribir significa que es usted capaz de sentir mejor que los demás y transmitirlo después. Escribir es permitir a sus lectores ver lo que a veces no pueden ver. Si sólo los huérfanos contasen historias de huérfanos, no llegaríamos a ninguna parte [...] Y si todos los escritores debieran limitarse a sí mismos, la literatura sería espantosamente triste y perdería todo su sentido. Tenemos derecho a hablar de todo, Marcus, de todo lo que nos conmueve. Y no existe nadie que pueda juzgarnos por eso. Somos escritores porque hacemos diferente una cosa que todo el mundo a nuestro alrededor sabe hacer: escribir. Ahí reside todo nuestro ingenio".
"Y esta mi vida, ¿es novela, es nivola o qué es? Todo esto que me pasa y que les pasa a los que me rodean, ¿es realidad o es ficción? ¿No es acaso todo esto un sueño de Dios o de quien sea, que se desvanecerá en cuanto Él despierte, y por eso le rezamos y elevamos a Él cánticos e himnos, para adormecerle, para cunar su sueño? ¿No es acaso la liturgia toda de todas las religiones un modo de brezar el sueño de Dios y que no despierte y deje de soñarnos?"
"La gente siempre le echa la culpa a sus circunstancias por lo que ellos son. Yo no creo en las circunstancias. La gente a la que le va bien en la vida es la gente que va en busca de las circunstancias que quieren y si no las encuentran, se las hacen, se las fabrican".
"El primer proceso, el de recibir impresiones con el máximo entendimiento, es solo la mitad del proceso de leer; otro debe completarlo si queremos obtener el mayor placer de un libro. Debemos juzgar estas impresiones múltiples; debemos hacer de estas formas efímeras una que sea recia y duradera. Pero no de inmediato. Esperemos a que el polvo de la lectura se asiente; a que el conflicto y los interrogantes amainen; paseemos, conversemos, arranquemos los pétalos marchitos de una rosa o quedémonos dormidos. Entonces, de repente, sin que lo queramos, porque es así como la naturaleza efectúa estas transiciones, el libro volverá, pero de modo diferente. Irá flotando por el aire hasta la mente como un todo. Y el libro como un todo es diferente del libro recibido comúnmente en frases separadas. Los detalles ahora encajan en su sitio".