"A decir verdad, nosotros, los humanos, no podemos hacer mucho más que sacarle la lengua al verdugo que nos va a cortar la cabeza, será por eso que siento una enorme curiosidad por saber cómo va a salir del lío en que está metida, con esa carta que va y viene y de ese violonchelista que ya no podrá morir a los cuarenta y nueve porque ya ha cumplido los cincuenta. La muerte hizo un gesto de impaciencia, se sacudió bruscamente del hombro la mano fraternal con la que la consolábamos y se levantó de la silla. Ahora parecía más alta, con más cuerpo, una señora muerte como debe ser, capaz de hacer temblar el suelo bajo sus pies, con la mortaja arrastrando y levantando humo a cada paso. La muerte está enfadada. Es el momento de sacarle la lengua".
"Los dioses son huéspedes huidizos de la literatura. La atraviesan con la estela de sus nombres. Pero, con frecuencia, también la abandonan. Cada vez que el escritor apunta una palabra debe reconquistarlos. La mercurialidad, anuncio de los dioses, es también la señal de su carácter evanescente. Sin embargo, no siempre ha sido así. Las cosas fueron distintas mientras existió una liturgia. Aquel engarce de gestos y palabras, aquella aura de controlada destrucción, aquel uso excluyente de ciertos materiales: todo eso placía a los dioses, mientras los hombres quisieron dirigirse a ellos. Después sólo quedaron, como banderines ondeantes en un campamento abandonado, aquellas historias de los dioses que eran el sobreentendido de cada gesto. Desarraigados de su suelo y expuestos a la cruda luz de la vibración de la palabra, podían llegar a parecer impúdicos y vanos. Todo acabó en historia de la literatura".
"Estoy solo. Mi corazón sólo palpita para mí. Los trabajadores en huelga no tienen nada que ver conmigo. No tengo nada en común con la colectividad, ni con unos individuos. Soy un hombre frío. En la guerra, no me sentía unido a la compañía. Todos estábamos tirados en el mismo montón de basura y esperábamos la misma muerte. Pero yo sólo podía pensar en mi propia vida. Andaba entre cadáveres, y a veces me hacía daño el hecho de no sentir ningún dolor.
Ahora, el reproche de Zwonimir no me deja tranquilo. Es preciso que piense en mi frialdad y en mi soledad.
—Toda persona vive en medio de una comunidad —dice Zwonimir.
¿En qué comunidad vivo yo?
Vivo en comunidad con los huéspedes del Hotel Savoy [...]
Ciertamente, vivo en una comunidad; sus penas son las mías, su pobreza es mi pobreza".
"Y tú te arreglaste, te peinaste y diste un portazo. Es asombrosa la relación entre el Amor y el Orgullo, pensaste. Son vasos comunicantes. El enamorado espera que su enamorada esté más enamorada que él y dispuesta a renunciar a su Orgullo, y a la inversa; la enamorada espera que el enamorado esté más enamorado que ella y renuncie a su Orgullo. El Orgullo es como un agujero negro, una gravitación maligna, fruto de nuestra debilidad. Lo necesitamos para vivir más que el Amor. El Orgullo es un misterio".
"Todos tienen razón. Pero existen las verdades grandes y sublimes y existen las pequeñas, desalentadoras y, podría decirse, provincianas. Quien representa estas últimas debe renunciar al gran estilo. Sin embargo, se necesita el gran estilo para poder seguir siendo eficaz tras haber renunciado al gran estilo. Y cuando recurrimos al gran estilo, de pronto cambia también la verdad: se torna grande. Así, pues, no hay salida del lenguaje: la realidad, claro, es siempre otra cosa".
"En aquel momento, comprendí por qué esa primavera había sido hasta entonces tan vacía, tan cerrada y tan sofocante. Inconscientemente, se silenciaba, se callaba, retrocedía, dejaba el sitio libre, se abría enteramente como un espacio puro, un azul sin opiniones ni definiciones, forma asombrada y desnuda que esperaba un contenido misterioso. De ahí procedía esa neutralidad azul, como despertada en sobresalto, esa inmensa disponibilidad. Esa primavera estaba a punto, amplia, desierta y disponible, sin aliento y sin memoria: aguardaba la revelación. ¿Quién hubiera podido prever que saldría, deslumbrante y adornada, del álbum de sellos de Rudolf?"
"Los números primos sólo son exactamente divisibles por 1 y por sí mismos. Ocupan su sitio en la infinita serie de los números naturales y están, como todos los demás, emparedados entre otros dos números, aunque ellos más separados entre sí. Son números solitarios, sospechosos, y por eso encantaban a Mattia, que unas veces pensaba que en esa serie figuraban por error, como perlas ensartadas en un collar, y otras veces que también ellos querrían ser como los demás, números normales y corrientes, y que por alguna razón no podían".
"La vida es tan grande como cruel y dura.
La vida es la imposibilidad de conocer la vida. Ya no conozco bien a mi hijo, ni él a mí. Rodamos por el mundo cada uno a su aire. Y ese desconocimiento crecerá a la par que el desgaste de nuestras vidas.
Solo la contemplación de la hermosura de nuestro desconocimiento presente y de nuestro desconocimiento futuro nos salva de la tragedia de desconocernos.
La vida de un padre y la vida de un hijo están llenas de desconocimiento que solo el amor puede convertir en la odisea más hermosa.
Pero nadie sabe qué es el amor ni cuáles son sus límites.
Nunca sabremos qué es vivir, porque a lo mejor solo es respirar y mirar el cielo. Y eso no nos basta, nunca nos bastó. [...]
La condición de padre es la de mendigo del amor".
"Hay una raza de hombres inadaptados
una raza que no puede detenerse
hombres que destrozan el corazón
a quien se les acerca
y vagan por el mundo a su antojo…
Recorren los campos y remontan los ríos
escalan las cimas más altas de las montañas;
Llevan en sí la maldición de la sangre gitana
y no saben cómo descansar.
Si siguieran siempre en el mismo camino llegarían muy lejos;
pero siempre se cansan
de las cosas que ya están,
y quieren lo extraño, lo nuevo, siempre".
"Era un joven como los de los últimos tiempos, es decir, honrado por naturaleza, alguien que reclama la verdad, una verdad que busca y en la que cree, y que, por haber creído, exige participar de inmediato en ella con toda la fuerza de su alma; alguien que exige la realización urgente de una proeza y que desea imperiosamente sacrificar todo lo que sea necesario, hasta la vida, en aras de esa proeza".
"La juventud es como una gran fuente de dulces. Los sentimentalistas creen que quieren volver a aquel estado puro y simple, antes de comerse los dulces. No es así. Lo que añoran es el placer de volverlos a comer. La matrona no desea volver a sus años de soltera sino repetir su luna de miel. Yo no quiero reincidir en mi inocencia. Sólo añoro el placer de volverla a perder".
"Los cronopios tienen conductas de poetas, de asociales. Pierden la cabeza cuando se enamoran; dejan de escribir en el papel, y comienzan a escribir poemas en todas partes. ¿Qué hace un cronopio cuando se enamora? Pierde la cabeza, eso y se dedica a cortar margaritas. Cuando a un cronopio le rompen el corazón, llora un poco, y luego un poco más. Se sabe "desdichado y húmedo". Pero mientras llora, piensa en que a todos alguna vez les rompen el corazón. En que enamorarse significa también llorar un poco. Y que a diferencia de los famas, el cronopio llora cuando tiene ganas, y como tiene ganas, llora un poco más…"
"No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,
sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,
que es casi un deber.
No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.
No dejes de creer que las palabras y las poesías
sí pueden cambiar el mundo.
Pase lo que pase nuestra esencia está intacta.
Somos seres llenos de pasión.
La vida es desierto y oasis.
Nos derriba, nos lastima,
nos enseña,
nos convierte en protagonistas
de nuestra propia historia [...]"
"¿Son las personas como las vemos? Pensaba que sí. Por eso a veces es tan fácil enamorarse: sólo hay que saber mirar y encontrar lo que uno busca. ¿Alguien es capaz de imaginarse cómo funcionaría el mundo si viéramos exactamente igual a todas las personas? Seguramente, y sin ánimo de ser catastrofista, sufriríamos una guerra eterna. La diferencia es fundamental para evolucionar. De esta manera se puede, aunque cuesta, dejar de estar enamorado de alguien pese a que nunca lo dejemos de querer. Sólo hay que saber verlo como lo que es en este momento, y no como lo recordamos cuando lo amábamos. Ése es el truco. Eso es lo que yo creo: el amor se termina cuando hay más recuerdos que sueños."
"Lo que te desespera de pronto es no saber. No estar seguro, sospechar tanto. La ignorancia es desamparo y el desamparo, intemperie: por eso irrita, aturde, da frío. por eso desentierras. Para saber si conociste a fondo a tu padre o solo lo viste pasar. Para saber cuán inexactos o deformados son los recuerdos esparcidos en la sobremesa de los almuerzos familiares; qué esconden esas repetitivas anécdotas que, contadas como parábolas, grafican muy bien la superficie de una vida, pero nunca revelan su intimidad [...]"
"Si la realidad estuviera bien hecha, bien acabada, no necesitaríamos completarla por medio de ficciones. Las narrativas dan sentido a un mundo improvisado, prolijo, caótico. Aun sin la existencia de literatura y, por lo tanto, sin la existencia de géneros definidos, la imaginación, el sueño, la nostalgia y el anhelo completan la realidad. No concibo un proceso mental que no agregue algo al tema de su razonamiento. Ese sobrante -la corrección mental del mundo- es el germen de la ficción. Esto implica que no se trata, tan sólo, de un recurso para mentir. La forma en que imaginamos lo real pertenece a la realidad [...] Las ficciones pertenecen a la realidad como el eco pertenece al sonido o el reflejo a la percepción óptica".
"La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres. Digo esto, Sancho, porque bien has visto el regalo, la abundancia que en este castillo que dejamos hemos tenido; pues en mitad de aquellos banquetes sazonados y de aquellas bebidas de nieve me parecía a mí que estaba metido entre las estrechezas de la hambre, porque no lo gozaba con la libertad que lo gozara si fueran míos, que las obligaciones de las recompensas de los beneficios y mercedes recebidas son ataduras que no dejan campear al ánimo libre. ¡Venturoso aquel a quien el cielo dio un pedazo de pan sin que le quede obligación de agradecerlo a otro que al mismo cielo!"
"Los lugares me inspiran cuando los veo, por ejemplo, desde una carretera o desde un tren. Veo un bosque, un camino, un riachuelo a lo largo de una carretera nacional, entre vallas publicitarias y almacenes. Algunos acontecimientos, algunos seres son como los paisajes. No se les puede retener (o recordar) más que de pasada, a hurtadillas. Ejercen sin embargo una influencia radical sobre todo lo que es formulado, son la materia misma de la escritura".
"El alma existe lo mismito que el codo (flexible, afilada, poco obvia) y surge igual que la lengua (locuaz, catadora, huidiza). Se estira cuando desea y se repliega en cuanto teme. No se puede abarcar por razones invisibles.
Desoyendo las supercherías que se han divulgado acerca de ella, rara vez se pronuncia en las zonas más explotadas por la retórica, tales como corazón, cabeza u ojos. Su instinto de protección tiende a evitar lugares tan expuestos, donde un verso afectado o una mala plegaria podrían herirla fácilmente. Por este motivo, el alma se manifiesta allí donde nadie la espera: una uña, la papada, la rótula. En fechas señaladas se inclina hacia el hueso sacro, que oficia la unión del cuerpo con su dorso".
"He vuelto hace unos instantes de visitar a mi casero y ya se me figura que ese solitario vecino va a inquietarme por más de una causa. En este bello país, que ningún misántropo hubiese podido encontrar más agradable en toda Inglaterra, el señor Heathcliff y yo habríamos hecho una pareja ideal de compañeros. Porque ese hombre me ha parecido extraordinario. Y eso que no mostró reparar en la espontánea simpatía que me inspiró. Por el contrario, metió los dedos más profundamente en los bolsillos de su chaleco y sus ojos desaparecieron entre sus párpados cuando me oyó pronunciar mi nombre y preguntarle:
-¿El señor Heathcliff?
Él asintió con la cabeza".
"¿Cuál es la diferencia entre bibliofilia y bibliomanía? [...] Un bibliómano conservaría secretamente el ejemplar para sí mismo, sin mostrarlo jamás porque solo con hablar de la Biblia movilizaría a ladrones de medio mundo, por lo que debería hojearlo él solo por las noches, como el Tío Gilito cuando se baña en sus dólares. Un bibliófilo, en cambio, querría que todos vieran semejante maravilla, y supieran que es suya. Entonces escribiría al alcalde de su ciudad, le pediría que la expusiera en el salón principal de la biblioteca municipal [...] Ahora bien, ¿cuál sería el placer de poseer el objeto más raro del mundo sin poder levantarse a las tres de la madrugada para ir a hojearlo? Ese es el drama: tener la Biblia de Gutenberg sería como no tenerla. Y entonces ¿por qué soñar con esa utópica viejecita? Pues bien, el bibliófilo sueña siempre con ella, como si fuera un bibliómano".
"Todos los días, durante un momento de duración variable, la ciudad retrocede cien años y le cae un aire aldeano y encogido, se deja atravesar por colores gastados. A la espalda de todos los ruidos se percibe el eco de una inclinación de árboles, de mugidos y gallineros, de piedras pisadas lerdamente en la siesta. Aquel día el momento llegó en la madrugada y paralizó el paisaje de la plaza detrás de la Melliza verdadera mientras yo miraba la boca en movimiento de su hermana, la cara redondeada y serena que nos iba explicando, paciente y convencida, cómo es el mundo, cómo estamos condenados a ser".
"Londres. [...] Niebla por todas partes. Niebla río arriba, por donde este fluye entre verdes mejanas y prados; niebla río abajo, por donde se desliza contaminado entre hileras de buques y de detritus ribereños de una gran (y sucia) ciudad. Niebla en los marjales de Essex, niebla en las colinas de Kent. Niebla que se desliza por los fogones de los bergantines del carbón; niebla que cae en los astilleros y que se enrosca en torno a las jarcias de los grandes barcos; niebla que pesa sobre las cubiertas de gabarras y barcazas. Niebla en los ojos, niebla en las gargantas de los pensionistas de Greenwich, provocándoles una tenaz carraspera junto al hogar en sus asilos. Niebla en la caña y en la cazoleta de la pipa vespertina del hosco patrón, tumbado en su camarote. Niebla que aguijonea los dedos de los pies y de las manos del grumete, que tiembla de frío sobre la cubierta".
"Para los hombres blancos que trabajaban en el puerto y para los capitanes de las embarcaciones era simplemente Jim. Huelga decir que tenía otro nombre, pero no manifestaba interés alguno en que este fuera pronunciado siquiera. Su anonimato, con más agujeros que un colador, no tenía como objeto encubrir su verdadera personalidad, sino un hecho. Cuando el acontecimiento en cuestión salía a la luz, Jim abandonaba, de un día para otro, el puerto donde se encontraba en ese momento y ponía rumbo a otro, por lo general situado más al este. Se aferraba a tierra firme porque era un marinero exiliado del mar y porque tenía esa habilidad en la teoría, que solo es útil para la ocupación de corredor comercial. Emprendía su tranquila y ordenada retirada con rumbo al sol naciente, y el hecho lo seguía con indiferencia aunque de forma inevitable".