"El esperma hace su aparición en el hombre macho, lo más a menudo, a las dos veces siete años. Al mismo tiempo aparece el vello de los órganos genitales [...] Más o menos en la misma época la voz comienza a transformarse, pasando a un registro más ronco y desigual. La voz ha dejado de ser aguda, a la vez que no es aun grave. Ya no está entera. Ya no es uniforme. Hace pensar en instrumentos de música cuyas cuerdas estuvieran destensadas y roncas".
Así define Aristóteles en su "Historia de los animales" el curioso fenómeno biológico de la muda, el cambio de voz en la adolescencia, la mutación sexuada sonora que transforma la voz infantil de soprano en voz adulta de bajo. La voz se ensombrece, se oscurece, queda exiliada de su primera tierra y con el exilio llega la tragedia: la desaparición definitiva de la voz afectiva de la infancia.
Marin Marais vivió esta tragedia, como todos perdió la voz de los "affetti" y para compensar trató de conseguir el magisterio de la imitación de la voz humana a través del bajo de viola. Jean Rousseau decía que la misión del virtuoso de la viola era imitar "lo que de encantador y agradable puede provocar la voz humana". Marais quiso recuperar a través de la voz de la viola todos los matices afectivos y emotivos de la primera voz y lo hizo primero espiando y copiando los toques secretos de su maestro Sainte-Colombe y luego componiendo música excepcional para viola.
Excepto en los casos de castración la vuelta del grave al agudo es corporalmente imposible, sólo es instrumentalmente posible. Y a esta posibilidad se acogieron entre otros Marais, Monteverdi, Haydn, Schubert, en un intento nostálgico de recomponer el territorio sonoro anterior a la muda ("¿Dónde está mi infancia? ¿Dónde está mi voz?")
Es fascinante esta interpretación de la música como movimiento regresivo hacia las primeras improntas sonoras dominadas por el régimen de los afectos. Este movimiento, como dice Pascal Quignard en "La lección de música", es "fusional" y busca encontrar dentro de nosotros "la estabilidad sonora", "la norma sonora que reguló el oído antes incluso del nacimiento".
Según esta teoría la música trata de ponernos en contacto de nuevo con el canturreo primero, con el "cantus obscurius", con el canto in-significante anterior al lenguaje y a la música como organizadora de sonidos. Para Quignard "la música está hecha para tentar lo que vive..." y provocar su acercamiento hacia la voz armónica, silenciosa y orgánica que constituye la profunda melodía de la vida.