Brujas, corre el año 1639. El joven Meaume, aprendiz de grabador o aguafuertista, está enamorado ("¿qué hombre no ama cuando estalla la infancia?"). El prometido de su fogosa amante, tras descubrirles en el lecho, le desfigura el rostro con ácido, después de lo cual ella lo abandona al no poder soportar su horrible cara. Meaume se ve obligado a huir de Brujas para salvar su vida y después de un largo periplo "por fin, en 1643, llega a Roma, al Aventino, a la terraza con su sobradillo", en la que instalará su pequeño taller. Ya nunca encontrará la alegría con ninguna otra mujer, aunque sí la perfección de su arte dibujando toda su vida el cuerpo de su añorada Nanni en cada escena amorosa que sale de sus planchas.
Para Meaume su arte es sólo una forma de seguir amando a Nanni Veet Jakobsz y a este amor a través del arte dedica su vida, y a esta "conversación inagotable" con un ser que ya sólo vive en sus sueños consagra lo mejor de sí. Incluso en las obras de la naturaleza, en "los bruscos paisajes de dios", la ve a ella o algo que procede de ella. La gran ausencia de su vida fue la presencia más palpable hasta el final ("las grandes ausentes son cada día más altas, y la sombra que proyectan más opaca. Lo que hemos perdido siempre tiene razón").
Meaume tiene una habilidad especial, ve lo que se oculta bajo la apariencia de todas las cosas, incluso de las más toscas, y luego consigue reproducirlas en sus grabados de una forma delicada y refinada. No necesita del color, es un grabador dedicado al "blanco y al negro, es decir, a la concupiscencia". Se define como un hombre al que las imágenes atacan, sobre todo las imágenes del amor que invaden su espíritu.
Meaume es capaz de arrancar de la oscuridad intensas visiones que ya se perfilaban en ella ("Hago imágenes que surgen de la noche"). Las sombras, el claroscuro, la tiniebla, la noche -como años más tarde explicaría Tanizaki en su pequeño gran libro "Elogio de la sombra"- son una posibilidad abierta de la que puede surgir todo. Cualquier realidad excesivamente iluminada induce a la objetivación y a la cuantificación. De la sombra, de lo apenas iluminado, surgen los espectros, fantasmas y visiones que nos asedian y con ellos el mejor arte. Cuando buscas la forma en la sombra "cada forma parece surgir de la sombra como un niño del sexo de su madre".
"En el fondo del hombre hay una noche irresistible", decía Meaume, y de este pozo oscuro surgen la ira y la voluptuosidad, hermanas por su carácter exaltante y vertiginoso, como fuerzas primarias que desgarran la vida entre el nacimiento y la muerte, es decir, entre "la sexualidad y el infierno".