Hay individuos que son un cosmos. Tú también lo eres.
Gente grande que tiene un alma robusta y vigorosa. Tú también la tienes.
Cuando hablan, su voz parece dirigirse a cada uno de nosotros. Tú también puedes.
Son personas que han conseguido que todo cuanto aman les persiga. ¿Tú también?
Mézclate con todo y con todos, no desdeñes nada ni a nadie. Ofrécete por entero, siempre ganarás en la partida. Sé aprendiz del más ingenuo y maestro del más avispado. Pierde las batallas con el mismo espíritu con el que las ganarías.
El amor maduro enseña que entre dos personas puede haber un silencio y una luz misteriosamente intensos. También evidencia que el deseo sexual recobrado embellece el cuerpo. Y, de alguna forma, aletarga las penas que no tienen curación y que el tiempo se encargó de magnificar.
Recorre tu camino con amor y atrévete a ver la luz. Deja que la esencia del universo se filtre por todo tu ser. Observa y espera, todo va hacia delante y hacia arriba.
No soy un hombre sabio. Pero sé que los que no son dignos de nosotros no nos son fieles, que la vida entre hombres y mujeres es una perpetua tormenta, que los presentimientos misteriosos suscitan repentinos atrevimientos y que amar es querer desaparecer en lo amado.
El tiempo debe ayudarnos a crecer, a comprender, que en última instancia es aceptar. Con el paso de los años descubrimos que la pena es anterior y más pura en nosotros que la belleza y que esta última se presenta siempre mezclada con el dolor.
"El amor no es sólo un juego o una fuente de alegría, sino que también forma parte de "la incesante tragedia de la vida". Por una parte puede destrozarnos y por otra dar sentido a nuestras vidas, convertirse en la razón principal por la que vivir. Cuando ocurre lo segundo no importa a qué pruebas te someta la existencia, el amor todo lo vence ya que sólo él basta.
El amor no basta. Aunque quizá sea lo mejor para salvarnos de la insidiosa presencia del dolor y de la soledad, no es suficiente para librarnos de ese desamparo original que precede a cualquier sentimiento.
La lectura está muy lejos de ser un acto pasivo. El buen lector sabe que leer un libro se convierte en una auténtica actividad creadora, no siendo éste el objetivo sino el medio o el pretexto para leernos a nosotros mismos.
La literatura no te sitúa fuera de la realidad, sino en el corazón de la misma, ya que la literatura es la realidad de la realidad. En última instancia la literatura sirve para no perder la vida y no perderse en la vida.
Aristóteles decía que el temperamento melancólico era propio de personas inteligentes. Yo más bien pienso que la melancolía invita al recogimiento y a la reflexión y esto es fundamental para desarrollar la inteligencia.
La contemplación de la belleza en soledad apacigua la mente. El solitario busca la belleza para experimentar el placer de tranquilizarse, la inocente percepción de lo excepcional y la ralentización de una vida en movimiento que se marcha demasiado pronto.
La fugacidad y el olvido son el inexorable reverso de toda existencia. Frente a esta contingencia del vivir cabe adoptar estrategias con el fin de expandir el escaso tiempo de vida y perpetuar nuestra memoria. Vivir una vida completamente volcada en el espíritu puede ser una de ellas.
Dar rienda suelta a los instintos pero sin embrutecerse, dar rienda al espíritu pero sin entumecerse. La magia surge cuando la vida instintiva encuentra la forma espiritual adecuada.
"La posición social de alguien no viene totalmente determinada por su nacimiento, toda persona no carente de empuje y ambición puede cambiar lo que ha sido dispuesto para él. Pero, a veces, parece que nada en este mundo puede alterar nuestro destino. No existe esa especie de justicia divina capaz de dar a cada uno lo que merece".
Se precisa libertad para descubrir la verdadera vida antes de la muerte, aquella que conecta con una realidad esencial que nos rodea por todas partes y de la que, en ocasiones, no somos conscientes.
Nadie es perfecto. Nada lo es. La vida no es más que un montón de cabos sueltos y las personas somos seres imperfectos jugando a que todo está bien. Aunque, por otra parte, tal vez esas imperfecciones se hayan convertido precisamente en nuestra esencia y sean, a su vez, la vida misma.
El amor trastorna, el sexo trastorna, el divorcio trastorna, la literatura trastorna, la muerte trastorna. El trastorno es la sal de la vida, además de una forma de conocimiento. Si no hay desorden, no hay vida. Si no hay ebriedad, no hay vida.
La literatura de verdad, la que pellizca al corazón y espolea a la mente, es un arte arriesgado al servicio de la vida que ilumina el lado oscuro de la existencia a través de un diálogo permanente con las sombras.
En ocasiones sientes la necesidad de abrir la boca y fingir que gritas en silencio para calmar el aullido que llevas en tu interior y que intenta romperte; estás librando tu lucha personal contra la tristeza, condición que lastra con un peso insoportable todo, incluido a uno mismo.
Cierto tipo de escritor a menudo necesita comprender qué está pasando y qué le está pasando. Para ello utiliza sus libros, artefactos de género indeterminado en los que lo importante es que fluya la vida sin obsesionarse por la trama.
Tal vez el amor sea lo menos fiable del mundo, aunque también lo más necesario. Ese sentimiento que no conoce ley ni domesticación y que nos empuja hacia dos palabras mágicas: Te quiero.
¿Quién no necesita la memoria para vivir? ¿Quién, en la madurez de su vida, no inicia un viaje hacia los lugares heroicos de su juventud con la secreta intención de cerrar el círculo? ¿Quién no intenta por última vez volver a casa antes de que el olvido clavetee su puerta? ¿Quién no desea recuperar el mundo a través de la sabia y misteriosa sencillez?
Fragmentos de lo ya vivido que, depurados por el movimiento constante de la memoria, dibujan el perfil más revelador de una existencia, sus claves más íntimas, su secreto engranaje... Estas son las huellas que deben rastrearse si se quiere reconstruir realmente una vida y comprender cuál es el sentido que la anima y el propósito de la misma.