El cerebro emocional filogenéticamente es muy anterior al racional, de hecho el racional es una derivación del primero y esto revela las relaciones existentes entre pensamiento y sentimiento. El neocortex evolucionó a partir de ciertas estructuras del primitivo sistema límbico y esto es lo que conferirá a los centros de la emoción poder e influencia sobre el funcionamiento global del cerebro.
Poder e influencia sí, determinismo emocional no. El flujo emocional básico, gracias sobre todo a la memoria y al pensamiento, será modulado cognitivamente y encauzado a través de la experiencia y del medio cultural circundante. La superada y estéril controversia innato-adquirido al final sólo lleva a reduccionismos biológicos o culturales. La relación entre una predisposición genética (temperamento) y una conducta o acción depende de una dinámica compleja de interacciones entre lo genético y lo aprendido.
Estos descubrimientos científicos avalan la posibilidad, pues, de dotar de inteligencia a la emoción, de gobernarla desde el pensamiento, lo cual permite afrontar la "torpeza emocional" que nos lleva muchas veces a enfrentarnos a retos modernos con recursos emocionales obsoletos adaptados a necesidades prehistóricas.
Autocontrol, entusiasmo, empatía, perseverancia, automotivación, escucha activa, son habilidades emocionales de gran importancia sobre las que se asientan algunas de las actitudes éticas básicas en la vida. Como sucede con otras habilidades, las emocionales son enseñables y por lo tanto aprendibles. Cualquier sociedad humana que pretenda hacer de la excelencia personal un objetivo debe incluir entre los contenidos a enseñar el dominio de los sentimientos, la "alfabetización emocional".
Definir la inteligencia es algo muy complejo, se trata de un constructo psicológico multidimensional, difícil de conceptualizar y por lo tanto de medir. Alfred Binet, uno de los padres de la psicometría, decía que "la inteligencia es lo que miden los test de inteligencia", pero como todos sabemos los test de inteligencia suelen tener sesgos culturales o importantes errores en el diseño de sus baterías de items, por lo tanto el concepto de coeficiente intelectual (C.I.) no sabemos exactamente que mide y en consecuencia no nos servirá de referencia para hacer pronósticos acerca del éxito en la vida de una persona.
La felicidad, la vida lograda, depende menos de la inteligencia en bruto (inteligencia verbal, espacial, numérica) que de la "inteligencia emocional", la inteligencia capaz de reinar sobre las emociones, convirtiendo a éstas en aliadas y no en obstáculos. En el camino hacia la "vida buena" de la que hablaban los clásicos el mejor posicionado es aquel que tenga una "mejor aptitud vital básica", una inteligencia emocional desarrollada.
Me atrevería a hablar de una especie de imperativo emocional que establecería la "supervivencia afectiva" de aquellos con una emocionalidad más adaptativa y la caída en el pozo negro de las pasiones desbordadas (odio, agresividad, tristeza, adicciones) de aquellos que manifiesten una decidida torpeza emocional, cromagnones afectivos en la era del silicio y la neurociencia.