"Empieza el llanto
de la guitarra.
Es inútil
callarla.
Es imposible
callarla.
Llora monótona
como llora el agua,
como llora el viento
sobre la nevada.
Es imposible
callarla,
Llora por cosas
lejanas [...]"
("Romancero gitano", Federico García Lorca)
Caridad Hidalgo acaba de recuperar su libertad. La muerte de su amo durante la travesía en el barco hacia las costas españolas la ha convertido en una mujer libre. Queda atrás un largo pasado como
esclava en
Cuba, trabajando de sol a sol en las plantaciones de tabaco; pero también queda allí su hijo, lo único que le importa en este mundo. ¿De qué vale ser libre si no está con ella el pequeño Marcelo y no tiene a donde ir? Una joven
mujer negra sola por las calles de Cádiz no podrá sobrevivir.
Caridad se dirige a
Sevilla en busca de apoyo pero allí, en el Convento de las Mínimas de
Triana, tampoco se apiadan de ella. El único que le presta su ayuda es un gitano "de brillo en la mirada y rostro surcado de arrugas" llamado
Melchor Vega, el
Galeote. Acompaña a la morena a la gitanería y le ofrece comida de forma desinteresada y un lugar donde dormir.
En la gitanería
Milagros Vega, nieta de Melchor, va tomando cariño a Caridad y las dos jovenes mujeres se hacen buenas amigas. Caridad ("
Cachita", como la llama Milagros) sigue sin poder desprenderse de su espíritu de esclava; Milagros, aunque todavía es casi una niña, ya presenta el orgullo de su raza: los
gitanos, un pueblo solidario, que se rige por su propia ley, que ha estado perseguido desde hace muchos años y nadie ha podido doblegar. Una raza especial de hombres y mujeres que aman la libertad por encima de cualquier cosa, arrogantes, valerosos e insolentes, de carácter altivo y orgulloso, que siempre miran directamente a los ojos y están acostumbrados a arriesgarlo todo a una sola apuesta. Porque, para ellos, "la vida es un momento: este" y "lo único que importa es el ahora".
Milagros se ha enamorado de quien no debe, un gitano de nombre Pedro García le ha robado el corazón. A su vez,
Caridad oculta en secreto que siente algo más que gratitud por
Melchor, el abuelo de Milagros, un hombre dispuesto a dar la vida por los suyos si es necesario. La joven gitana posee el don del baile, tiene la habilidad de enamorar con la sensualidad de sus movimientos y nublar los sentidos con su belleza racial; más adelante su arte será apreciado en casas de nobles y en teatros de
Madrid. La morena porta en su voz el clamor de mil años de angustia y humillación, la tristeza oprimida de la esclavitud de la raza negra. Ambas mujeres tienen algo en común: forman parte de pueblos marginados y perseguidos. Pueblos que cantan con el mismo dolor.
En 1749 el rey Fernando VI dicta la orden de apresar a todos los
gitanos de España. Cerca de doce mil personas fueron detenidas, los hombres fueron destinados a trabajos forzados, los niños y las mujeres encarceladas. Son tiempos difíciles para Milagros y Caridad, a las que un terrible suceso acabará separando. A lo largo de los años sabrán de la amistad y del amor, pero también probarán el sabor amargo que deja el odio y la traición. La herida que produce una hoja afilada por la sed de venganza no cicatriza nunca en el corazón y lo tiñe todo de pasión y muerte.
Ildefonso Falcones nos transporta en "
La reina descalza" a un momento histórico muy especial, la segunda mitad del siglo XVIII en España, para depositar al lector en
Triana, epicentro de un acontecimiento artístico que está germinando y que fructificará en el nacimiento de lo que ahora conocemos como
flamenco, arte de cuño gitano que encarna todo el dolor de su raza y hereda sabiamente el espíritu roto de los cánticos y bailes de otros pueblos perseguidos. Un arte que hechiza, embruja y "acorrala los sentimientos", hecho de quejidos desgarrados, voces rotas y bailes sensuales, del cante hondo, profundo y amargo que toca el alma hasta hacer aflorar las lágrimas a los ojos. Un arte singular que conjuga la música gitana, la tradicional española, y los cantes y bailes de los negros y moriscos. Alegres fandangos, emotivas deblas dirigidas a las diosas gitanas, desgarradoras quejas de galera, martinetes, zarabandas, guineos, cumbés, zarambeques, chaconas y otros cantos que se aglutinan en toda su maravillosa diversidad y se destilan, obteniendo un concentrado que preserva el alma de cada una de ellas, una esencia única a la que llamamos
arte flamenco, concebido en "
Sevilla: escuela del cante; universidad de la música; taller donde se funden los estilos antes de ofrecerse al mundo".