La leyenda del ladrón

Sevilla, siglo XVI. Sede de la Casa de Contratación de Indias y receptora del comercio de América, la ciudad alcanza su mayor esplendor y reconocimiento internacional. En el puerto, centro neurálgico de la urbe, bullen los comerciantes entre los barcos y las codiciadas mercancías, sobre todo plata. Ya lo reflejó Lope de Vega en esta seguidilla: «Vienen de Sanlúcar / rompiendo el agua / a la Torre del Oro / barcos de plata».

También Sevilla, siglo XVI. En sus calles se acumula tanta basura y podredumbre que resulta difícil incluso caminar. Se mezclan con la nobleza y clases más populares los esclavos —llegados al puerto como mercancía—, moriscos, judíos conversos, gitanos, pícaros, prostitutas y mendigos, dispuestos a lo que sea por algo que llevarse a la boca.

Es en esta cara oscura de la ciudad en la que subsiste Sancho desde niño; no es raro que su sueño sea subir en uno de los barcos que desaparecen por el horizonte, sin mirar atrás. Tras perder a su madre y lograr superar la mortífera enfermedad de la peste, su vida se convierte en una continua supervivencia en la que conocerá lo peor del ser humano pero sacará lo mejor de sí mismo. Su fortaleza mental, instinto y resiliencia lo llevarán a superar una aventura tras otra en las que se enfrentará a la peor calaña de los bajos fondos y huirá de poderosos adversarios, haciendo lo que sea necesario, a uno u otro margen de la ley. Y es que, poco importan las leyes cuando la muerte acecha tras cualquier esquina. Aun y todo, entre la miseria, competitividad y desconfianza también encontrará a quien le eche una mano y comprobará que incluso en el infierno pueden aflorar nobles sentimientos.
 
"La leyenda del ladrón" son muchas historias cuyo denominador común es Sancho. A través de él principalmente, pero también de los demás personajes, conocemos, sentimos y vivimos esa Sevilla de hace cinco siglos y cada una de las aventuras que enfrenta nuestro protagonista. Es tan real que sus actos nos cuentan casi todo lo que tenemos que saber. Historia y ficción se mezclan para resultar una narración divulgativa y entretenida. Sus más de 650 páginas se devoran con apetito lector; la prosa cuidada, el dinamismo de la narración y el realismo que transmite cada escena hacen que la atención no decaiga a pesar de la extensión.

Por último, hay que resaltar un elemento llamativo de esta novela: la aparición estelar, breve pero significativa, de dos de los más grandes escritores de la literatura universal, contemporáneos de Sancho.