[...] todo el mundo, incluso el más abyecto y el más pobre, tiene derecho a ser asistido por quien sabe navegarse entre fueros, compilaciones y atenuantes. Y que la justicia, para ser tal, ha de ser para todos, y para todos por igual, pues si no dejaría de ser justicia".
La
justicia ha de ser para todos y en eso Pedro estaba de acuerdo, pero no podía dejar de preguntarse si él era la persona adecuada para garantizar este derecho. La labor que le había sido encomendada, defender jurídicamente y de forma gratuita a quienes no podían costeárselo por no alcanzar una renta mínima al mes, era en apariencia un trabajo encomiable, pero la realidad es que estaba cansado de verse obligado a dar la cara por truhanes y tunantes a los que en el fondo despreciaba. Él era
Pedro de Alemán, había sido designado por el concejo para ejercer como
abogado de pobres de la muy noble y muy leal ciudad de
Jerez de la Frontera, y su cargo consistía precisamente en eso, aunque a veces dudaba de si él mismo no sería también, a su vez, de la misma calaña que los sinvergüenzas a los que tenía que defender. Sobre todo ahora, que se había cobrado su trabajo por adelantado exigiendo a cambio los favores sexuales de aquella mujer. Catalina se llamaba y había acudido a él en busca de ayuda para sacar de la cárcel a su marido, Saturnino, un mozo de cuadra que fue acusado injustamente.
Movido por los remordimientos que le recordaban el incidente sexual,
Pedro de Alemán se involucró más de lo habitual en el caso de Saturnino y construyó una magnífica defensa que sorprendió a todos, incluyendo a él mismo, en un momento en que se debatía interiormente entre decantarse por seguir los pasos de su padre,
abogado honesto de ética intachable, o dejarse llevar pos sus instintos más bajos y abrir la puerta de par en par al gañán que llevaba dentro.
Tras el caso de Saturnino vendrán muchos más juicios en los que
Pedro de Alemán tendrá que poner a prueba su talento (agresiones, trifulcas callejeras, proxenetismo, adulterio...), hasta encontrarse con el caso más difícil e importante de su carrera, relacionado con un negocio turbio de falsificación y venta ilegal de obras de arte, basado en el expolio silencioso que tuvo lugar realmente en esa época en varios puntos del sur de Europa.
En "
El abogado de pobres"
Juan Pedro Cosano construye un thriller judicial magníficamente ambientado en la ciudad andaluza de Jerez de la Frontera del siglo XVIII, haciendo un notable esfuerzo narrativo en lo que al uso del lenguaje de esta época se refiere. Es destacable la recreación de los procesos civiles y penales en la novela, que el autor realiza de forma minuciosa demostrando un amplio conocimiento del Derecho español durante el siglo XVIII y del desarrollo de la abogacía en este momento histórico, y resulta especialmente interesante la divulgación por parte de
Juan Pedro Cosano de una figura legal que resultará prácticamente desconocida para la mayor parte de los lectores: el
abogado de pobres, antecesor directo de lo que ahora conocemos como abogado del turno de oficio.