Aparentemente en el título de este extraordinario libro hay una contradicción conceptual. En definitiva, una gramática es una ley y la fantasía por definición no se atiene a normas, es un terreno anómico donde impera una total libertad formal y de contenidos. Sin embargo, si hasta el caos sigue una pauta por compleja que sea, ¿por qué no ha de tenerla la fantasía? ¿por qué no ha de seguir ésta unas reglas generativas?
Rodari, un auténtico científico de la fantasía, ha encontrado y nos transmite en este libro una serie de “operaciones de la lógica fantástica” en virtud de las cuales construir auténticos artefactos literarios eficientes, cuentos potencialmente iluminadores y divertidos dirigidos a un público que por sistema cumple con la primera norma del buen lector: la suspensión de la incredulidad.
En su empeño por encontrar una “fantástica”, una ciencia de la fantasía, Rodari nos descubre todo un arsenal de procedimientos de transformación de cualquier material en material fantástico (prefijo arbitrario, error creativo, hipótesis fantástica, inversión premeditada del tema del cuento, binomio fantástico...). Procedimientos todos que ha ido espigando a lo largo de su vida de las fuentes más variadas e inverosímiles (Max Ernst, Novalis, la lingüística de Jakobson, la semiótica de Eco, la filosofía de Dewey, la matemática de Garaner, el arte de Klee, el dadaísmo de Tzara, el surrealismo de Breton...)
Se habrán dado cuenta que para inventar historias divertidas hay que aplicarse con seriedad, conscientes de que cuanto más divertida es una historia más útil resulta. La clave está en usar palabras como juguetes, con un pie en la gramática y otro en la parodia y en domesticar al azar y civilizar los vaivenes del significado, pero sin limitar las posibilidades del absurdo. Dejen que el conocimiento sobreviva en ustedes en forma de búsqueda y sorpresa.