Henry David Thoreau, libertario, solidario, antiimperialista, ecologista (partidario de la inmersión total en la naturaleza), antiesclavista, defensor del derecho a la pereza - que no a la holgazanería - y de los aspectos creativos del ocio (para él el puritano culto al trabajo y al éxito profesional es una forma de explotación a uno mismo como las fábricas lo son de explotación a los demás). Siempre con el dedo en la llaga denunciando las contradicciones más dañinas del sistema, animó constantemente a la resistencia pacífica contra la presión de las instituciones políticas, económicas, religiosas y sociales.
Impulsor del pensamiento libre y de la autoemancipación, se opuso siempre a lo convencional, a lo tradicional y al espíritu de la secta ("no es sino lo que piensa el hombre de sí mismo lo que fragua su destino"). Thoreau en todas las encrucijadas de su vida - como hicieron también Emerson y Whitman - eligió siempre el camino menos trillado y más arduo, pero que al mismo tiempo era el más virtuoso, aquel que no le obligaba a traicionar sus principios y convicciones más profundas. Fue, en palabras de Lawrence, "un aristócrata del espíritu" y en palabras modernas un ciudadano con mayúsculas.
Los cuatro pequeños ensayos que componen este volumen son los más populares de Thoreau y todos se encuentran seminalmente en sus "Diarios", auténtico vivero de ideas de donde nuestro autor sacaba los "materiales" para sus conferencias y sus ensayos.
El primero de ellos "Una vida sin principios" es, creo, el preferido de todos los que admiramos a Thoreau. En él el autor hace una defensa del ocio creativo como forma de oponerse a los imperativos economicistas y a la laboriosidad calvinista entendida como purificación por el trabajo.
En los tres ensayos restantes, sobre todo en "Desobediencia civil", Thoreau abre una línea inédita de oposición a los gobiernos que seguirían posteriormente líderes como Gandhi o Martin Luther King. Thoreau propone, ante los desmanes o la ineficacia de los estados, la revuelta pacífica activa, la desobediencia civil, la insumisión y el no cumplimiento de las leyes manifiestamente injustas, como la que mantenía la esclavitud en los Estados Unidos.
En definitiva, Thoreau defiende la prevalencia de la conciencia individual frente a las leyes gubernamentales que responden, la mayor parte de las veces, a criterios utilitaristas y no de justicia ("la ley nunca hizo a los hombres más justos", "si la ley es de tal naturaleza que os obliga a ser agentes de la injusticia, entonces os digo ¡Quebrantad la ley!").
Para acabar, unas palabras elogiosas que pronunció Emerson en el entierro de su amigo Henry David Thoreau: "donde exista conocimiento, donde haya virtud, en donde exista la belleza, allí tiene Thoreau su propia casa".