"En un mundo donde los proselitismos nos persiguen con terquedad admirable, un mundo donde todos - las religiones, los partidos, la publicidad - intentan todo el tiempo convencernos de algo, la literatura es el lugar donde nadie quiere convencernos de nada: el lugar donde verdaderamente somos libres".
El lector en todo momento es consciente del artificio que supone la literatura, pero se abandona voluntariamente a él porque ha descubierto, como diría Vargas Llosa, la profunda verdad de las mentiras literarias. El lector suspende la incredulidad para entrar en un mundo más libre, un mundo autónomo y ordenado, un cosmos. La realidad por sí misma no tiene sentido ni significado, la obra literaria sí. En la literatura el lector no encuentra grandes respuestas ni soluciones, aunque sean provisionales, a sus problemas. Las bondades de la gran literatura son las de ponernos en el camino de entender y de entendernos, en el camino de encontrarle un sentido a esto de vivir.
En el ensayo que da título a esta recopilación de reflexiones literarias y con el que ganó el premio Simón Bolívar de 2007, "El arte de la distorsión", Vásquez afirma que, si la historia en sí ya es una ficción porque se trata sólo de una versión afortunada de los hechos, la literatura puede manipularla a su antojo para adaptarla a sus intereses ("la manipulación de la verdad histórica por parte del novelista conduce a la revelación de verdades más densas o más ricas que las unívocas y monolíticas verdades de la historia"). A Vásquez le interesa la dimensión histórica del hombre y su reflejo en la literatura, pero no lo que Kundera llama la "historiografía novelada", la cual intenta reflejar de forma rigurosa en obras de ficción un momento histórico concreto.
Igualmente destaca en esta serie de breves ensayos el dedicado a la escritura de cuentos, "Apología de las tortugas", en el que el autor considera que el cuento es el climax de una historia que no se cuenta pero que debe estar contenida en él, y en este sentido el cuento se parecería mucho a la poesía siendo ambos momentos de revelación de la verdad, como diría Nadine Gordimer "todo cuento apunta hacia un discreto momento de verdad".
Muy interesantes también los ensayos que dedica a la vocación parasitaria del novelista, que crea a sus propios precursores (Borges) poseído por la ansiedad de la influencia (Bloom), a la voluntad deliberada del escritor de crear una obra ambigua e indefinida para que así esta gane profundidad y belleza (Conrad), al papel del reseñista de libros que como un guía altruista facilita al lector no una lectura sino una "relectura" al estilo de Nabokov.
Aunque Vásquez en "El arte de la distorsión" declara que el ensayo suele ser el género del que no sabe, en estos ensayos se aprende, en estos ensayos hay inteligencia y perspicacia, en estos ensayos hay amor por la literatura.