"Me he impuesto el reto técnico de escribir un libro desde dieciocho puntos de vista diferentes, cada uno con su propio estilo, todos aparentemente desconocidos o aún sin descubrir por mis colegas de oficio. Eso, y la naturaleza de la leyenda que he escogido, bastarían para hacerle perder el equilibrio mental a cualquiera".
En estos términos se dirigía
James Joyce a su mecenas Harriet Shaw Weaver en una carta en la que hacía referencia a "
Ulises", la que estaba destinada a ser su obra magna y, muy probablemente, la más influyente del siglo XX. Por aquel entonces, este escritor irlandés ya había presentado en sociedad su "Retrato del artista adolescente" en el que
Stephen Dedalus, un joven que no era otro que el álter-ego de su autor, buscaba la verdad de las cosas haciendo uso de todos los recursos a su alcance, sin llegar nunca a conseguirlo.
Joyce decide recuperar a Dedalus en su particular odisea literaria para hacerlo coincidir en el tiempo y el espacio con
Leopold Bloom, un segundo álter-ego suyo -si Dedalus representa al propio Joyce en su juventud, Bloom lo hace en la madurez- y narrar las andanzas de sus protagonistas por la ciudad de Dublín durante un sólo día, utilizando más de 700 páginas para hacerlo. Desde las 8 de la mañana del 16 de Junio de 1904 hasta la madrugada del día siguiente.
Con espíritu burlón, experimental y desenfadado, contrapone los míticos años en los que transcurrió la
Odisea de Ulises, el héroe de
Homero, con un solo día de la vida cotidiana de sus protagonistas, que no podría calificarse precisamente de heróica o noble. Cada uno de los 18 episodios en que se divide la novela (repartida a su vez en 3 partes) tiene de algún modo correspondencia con la obra de Homero. A su vez, en la versión totalmente libre reinventada por Joyce, el personaje de
Bloom representaría a Ulises, mientras que en
Dedalus podría encontrarse cierto paralelismo con su hijo Telémaco y la esposa adúltera de Bloom,
Molly, encarnaría a la eternamente fiel Penélope.
Pero el paralelismo con la obra de Homero es tan solo uno de los muchos códigos a través de los que se puede tratar de interpretar el "
Ulises" de
Joyce. El autor, tal y como confesó en una ocasión, aseguró haber incorporado al mismo tal cantidad de símbolos, enigmas y rompecabezas como para mantener a los estudiosos en la materia entretenidos durante siglos, tratando de descifrarlos; este sería, según afirmaba, un modo de conseguir la inmortalidad como escritor. Por suerte, gracias a un
esquema que el autor facilitó al traductor de su obra al italiano
Carlo Linati y después a otros amigos suyos -esquema que Joyce pretendía que fuera de "uso casero" y que finalmente se hizo público- podemos adivinar parte del intrincado acertijo que supone, en palabras del propio
Joyce, su "maldita novela-monstruo" de "enorme volumen" y "más que enorme complejidad". Así, sabemos que el genio de las letras dublinés había planeado nueve sistemas de referencia para interpretar su obra: cada capítulo tenía un título asociado a un pasaje de la Odisea, una hora del día concreta, un color, una serie de personajes de la obra de Homero, una técnica narrativa distinta, una ciencia o arte diferente, un sentido o significado, un órgano del cuerpo humano y varios símbolos.
Lo cierto es que no andaba falto de razón
Joyce cuando hablaba de la complejidad de su obra. Dijo de ella que era "una epopeya de dos razas (israelita-irlandesa) y al mismo tiempo el ciclo del cuerpo humano, así como una pequeña historia de un día (vida)". Mención especial merece el uso que realiza de las técnicas estilísticas; en esto rompe de forma brutal con lo que existía hasta el momento, inventa infinitas formas de narrar, dinamita los cánones y juega con el lenguaje de un modo nunca visto hasta entonces. Aunque la novela conforma un todo, cada uno de sus capítulos podría considerarse, a su vez, una pequeña novela narrada de forma distinta. Utiliza para ello la prosa, los diálogos, los monólogos y uno de los capítulos está concebido como una pequeña obra de teatro. Algunas de las técnicas escogidas son bautizadas por
Joyce con nombres tan sugerentes como "asimetría alternante", "laberinto móvil entre dos orillas" o "visión animada hasta el estallido". En ocasiones, tampoco tiene inconveniente en deformar el lenguaje para inventar palabras que, de forma juguetona, se combinan formando nuevos dialectos. Todo esto, unido a la gran musicalidad del texto en su idioma original (prosa poética), desemboca en una novela en la que el lenguaje concentra mayor protagonismo que la propia trama.
Si
Joyce pretendía escribir una obra que fuera muchas, no cabe duda de que lo consiguió. Su "
Ulises" ha sido catalogada de obra-universo, una novela que presenta varias perspectivas, múltiples interpretaciones, infinitud de matices y un despliegue narrativo y de lenguaje insólito. Su influencia sobre otros autores ha sido inmensa y llega hasta nuestros días, abriendo para la novela nuevos y emocionantes senderos vírgenes por los que transitar.