"Vi en los rinocerontes todos los misterios de los hombres y de la vida.
La soledad de los rinocerontes. Su vida retirada. Su dolor. Su exótica sabiduría. Su castidad. Su lujuria. Su ejemplaridad.
Seres trastornados como nosotros.
Ellos están en la selva, allá adentro.
Nosotros estamos en la vida, allá adentro.
La vida sigue siendo selva. Y el pacto de la civilización, endeble".
Manuel Vilas no escribe para entretener a nadie. Confiesa que detrás de su pasión por la escritura subyace una profunda necesidad de conocer la vida en general y la suya propia en particular. Necesita comprender qué está pasando y qué le está pasando y para ello utiliza sus libros, artefactos de género indeterminado en los que lo importante es que fluya la vida sin obsesionarse por la trama. Textos en los que se pueda narrar "el temblor de la verdad de uno mismo" y la realidad fragmentaria del mundo. Literatura arriesgada al servicio de la vida que ilumina el lado oscuro de la existencia a través de un diálogo permanente con las sombras.
Y precisamente de las sombras nace este último libro de Vilas, de las cloacas de la existencia, de los negros abismos de la vida. "
Setecientos millones de rinocerontes" tiene el mismo origen existencial que "El hundimiento", su último poemario; ambos surgen de una devastadora crisis personal sufrida en medio de una no menos destructiva crisis social y colectiva. "
El hundimiento" es un libro duro, desgarrador y agrio, escrito bajo dos premisas fundamentales: la idea de
Scott Fitzgerald de que vivir consiste en hundirse poco a poco y la confirmación por parte de Malcolm Lowry de que el infierno no está en México sino en el corazón del hombre. Sin embargo, "
Setecientos millones de rinocerontes" es un texto agridulce de lectura más amable presidido por la idea de que "el humor es la sangre de la inteligencia". La caricatura, la parodia, el esperpento, la sátira, la ironía, son herramientas que Vilas usa con habilidad para diseccionar el alma humana. Alcoholismo, divorcio, muerte, son temas transversales a muchas de las historias que evolucionan en este texto hacia una conclusión evidente: el que esté libre de trastorno que tire la primera piedra.
Cristóbal Colón es un licenciado en psicología clínica por la UNED de Teruel. Ferviente defensor de la "antipsiquiatría cósmica", tras un largo período de práctica profesional en Cádiz decide recopilar una serie de testimonios personales de pacientes suyos ya fallecidos, casi todos ellos dipsómanos y sufridores de dolores psicológicos avanzados. Todos estos trastornos vendrán a avalar la tésis de Colón de que "vivir es convertirse en un rinoceronte" y de que el simple y llano hecho de estar vivo constituye ya por sí un trastorno, seguramente el más común de los padecimientos. El rinoceronte, animal totémico por excelencia, se convertirá en el denominador común de todas las vidas en proceso de derrumbe que pueblan estas páginas. Este unicornio acorazado y enigmático representará por una parte "la oxidación, el envejecimiento, la avería, la catástrofe", pero por otra "el júbilo, la belleza, la pasión, la fraternidad". En definitiva, el
rinoceronte será la perfecta metáfora de la condición humana, del estado más sólido de la existencia del hombre.
Manuel Vilas opina que toda narración debe caminar un poco hacia el ensayo, hacia el pensamiento, y como no podía ser de otra manera, "
Setecientos millones de rinocerontes" acaba siendo una reflexión desde "la festividad iconoclasta" acerca de la condición básica de trastornados de todos los seres humanos. El amor trastorna, el sexo trastorna, el divorcio trastorna, la literatura trastorna, el alcohol trastorna, la muerte trastorna. El trastorno "es la gracia de la vida", además de una forma de conocimiento. Si no hay desorden, no hay vida. Si no hay ebriedad, no hay vida. ¡Ay de aquel que siempre ha vivido bajo el orden curativo y disciplinario de una vida blanca, plana y recta! "Trastórnate. Es delicioso".