"Cualquier sistema aislado que no intercambia materia, energía o información con el exterior tiende a una homogeneización y desorganización progresiva", lo cual supone que el sistema entra en una dinámica de colapso y muerte. Este principio, aplicable a muchos sistemas físicos, también lo es a los sistemas literarios y en concreto al sistema poesía.
La poesía, vista como una red de nódulos (poetas, obras, escuelas...) y enlaces sobrevive y evoluciona a través de la continua interacción con elementos extra-poéticos, que son los que aportan la variabilidad imprescindible. De la misma manera que los seres vivos necesitan de las mutaciones para mejorar su acerbo genético, la poesía necesita, si no quiere desaparecer por endogamia, de contactos salutíferos con diversas sintaxis procedentes de cualquier campo (artes, ciencias, tecnologías, diseño...)
La literatura en general y la poesía en particular son pues una "zona mutante", una zona de colisiones varias, de encontronazos generativos. La poesía, como la ciencia, crea y descubre, representa e investiga. Por lo tanto no puede ignorar "lo que ocurre", no puede resistirse a los poderosos "atractores" caóticos o extraños que ejercen su fuerza sobre ella, desorbitándola de la tradición y haciendo que difiera constantemente de sí misma, describiendo trayectorias imprevisibles, fractales, de máxima complejidad.
Los tiempos de la torre de marfil han pasado, pero la poesía aun es moderna, no ha evolucionado hacia lo postmoderno y mucho menos hacia la modernidad tardía o la altermodernidad. Con su concepto rizomático de postpoesía (la postpoesía sería más una actitud que un método o una teoría) Fernández Mallo reivindica una poesía, en realidad una literatura nómada , pragmática y experimental. Desacralizada, sin esencias ni raíces ni dogmas ("dogmas sí, pero para jugar con ellos"). Una literatura que fusione géneros y perspectivas. Apropiacionista y simulada. Una literatura que modelice la realidad para explicar que es inexplicable, que simplemente es fluctuante y caprichosa. Una literatura de extrarradio, en la zona límite de la realidad, donde friccione con hermosos bastardos.
Una breve nota para recordar que "Postpoesia" de Agustín Fernández Mallo quedó finalista del Premio Anagrama de Ensayo del 2009.