"Hasta ahora no he tenido grandes problemas para ir camuflando la vida real con la vida que realmente querría tener. La vida que sí vivo con la vida que invento. Y que me cuento, a menudo, a mí mismo".
Leo ha estado construyendo su otro yo día tras día durante cuarenta y nueve años. A estas alturas, la
mentira ha acabado por convertirse en su forma de vida, en una manera de enfrentarse a los demás que le facilita las cosas y con la que ya se siente hasta cómodo. La máscara que se ha creado, el
Leo construido en base a lo que los otros esperan de él que exhibe sin pudor tanto en público como en privado, ha ido ganando terreno hasta suplantar al auténtico y "es ya más una primera que una segunda piel".
El alter ego de
Leo, su "yo mejorado" amenaza con derrumbarse y tirar por tierra todo el entramado de engaños que apuntalan su vida cuando la fatalidad se cruza en su camino un lunes lluvioso mientras conducía de camino a casa. Es entonces cuando algo, o alguien, se cruzó atropelladamente delante de su coche. Un cuerpo al que embistió sin tener apenas tiempo de reaccionar. Una persona a la que decidió dejar tirada en medio de la carretera a su suerte, en lugar de socorrerla y complicarse la vida, la suya y la de su familia. Una
mentira más a la que tendrá que hacer frente, la más complicada de elaborar tanto en la forma como en el fondo. Difícil de diseñar desde el punto de vista logístico, pero sobre todo difícil porque requiere mantener la conciencia a raya, silenciarla durante meses para que no delate a su propietario.
Y es que
Adrián, ese marciano adolescente hermético y antipático en que se ha convertido su hijo, no se merece verse involucrado en un problema como este. Ni tampoco
Gaby, su mujer, que de un tiempo a esta parte se ha convertido en "una yonki tecnológica integral" enganchada a las redes sociales y que, aunque no se lo diga a
Leo, se encuentra abrumada por las obligaciones, el estrés y la falta de tiempo. Profundamente aburrida y enterrada en un "exceso de cotidianidad". Cansada de tener que luchar desde siempre contra su mayor rival: la imagen de hija perfecta que nunca existió y que siempre estuvo tan presente en su vida como si fuera real. Perdida entre "el montón de
engaños y de verdades a medias" en el que está instalada y que le llevan a vivir una
doble vida virtual con la que llenar el vacío y aplacar la ansiedad, coleccionando en el disco duro de su ordenador los "cadáveres de cibernautas" a los que no se atreve a conocer.
No,
Leo esta vez tampoco puede ser sincero y decir la verdad. Al fin y al cabo, visto de forma egoísta, él es tan sólo una víctima de una tragedia provocada por la mala suerte. Es una lástima, "todo podría ser casi perfecto si la realidad no se empeñara en hacerse presente".