Carla tiene trabajo, un puñado de buenos amigos y un gato que le hace compañía. Carla también tiene un jefe que no la valora, una relación tóxica de la que no se puede librar, una madre que siempre acaba sacándola de quicio y un montón de dudas en la cabeza.
Sus cuerdas vocales, el instrumento que le sirve para ganarse la vida y para contarle sus penas a los demás, necesitan tomarse unas vacaciones forzosas. Un problema médico le obligará a pasar por el quirófano y después, en el postoperatorio, a no pronunciar palabra durante un tiempo; en concreto serán seis largas semanas las que tendrá que prescindir de su querida voz. Tenía que pasarle algo así justo ahora, en plena crisis sentimental y profesional. Y tenía que pasarle justo a ella, una mujer inquieta y expresiva que necesita comunicarse como el aire que respira.
El panorama no puede ser más desalentador. Carla sabe que el periodo de mudez puede ser muy duro: pretender que ella no haga uso de su voz es algo así "como pedirle a un saltamontes que esté quieto". En fin, tendrá que buscar otras vías de comunicación alternativas si quiere hacerse entender. Ya se ha hecho con una pizarrita y, por suerte, los avances tecnológicos han hecho posible que existan cosas como el WhatsApp y el e-mail.
Armada de la pizarra, el móvil y el ordenador Carla se dispone a continuar haciendo vida normal. O, al menos, todo lo normal que puede ser para una locutora adicta al trabajo y a la "microfonina" como ella que se ve obligada a aparcar la radio por un tiempo. La situación tampoco parece propicia para llevar a cabo su propósito firme de no volver a caer en las redes de Roberto, el último de sus novios, ese chico malo de atractivo irresistible que se dejó querer sin entregar nada a cambio y que poco a poco le ha ido robando la autoestima. Por suerte, para hacer más leve la tortura siempre podrá apoyarse en los consejos megasinceros de la apasionada Marián, en el cariño incondicional de Juan (el más canalla y encantador de sus amigos), en las conversaciones isotónicas de David, en el amor pegajoso de su madre y en los ronroneos zalameros de Viggo.
Obligada por las circunstancias y sin perder nunca el sentido del humor, la agudeza y la ironía, Carla se dispone a atravesar el umbral de un mundo poco transitado por ella: el del silencio. Al no poder relacionarse con la voz pasa a escuchar más y hablar menos, deja de verbalizar sus pensamientos para reflexionar más en ellos, sustituye las charlas con los demás por conversaciones consigo misma y se sorprende al darse cuenta de que "las cosas más importantes, a veces, las digamos sin voz".
No renuncia a la vida social y mantiene sus relaciones muy activas, pero de modo distinto. Curiosamente, lo que en un principio era un efecto secundario de la operación se convierte de alguna forma en un medicamento formidable que le ayuda a reordenar sus ideas y a reconducir su agitada vida. Carla descubre una de las características del silencio: tiene la propiedad de agudizar la vista. La vista del alma, la mirada del interior. Algo tremendamente útil, teniendo en cuenta que "los seres humanos somos así de tontos, a veces no nos fijamos en lo que tenemos al lado. Está tan cerca de ti que no lo ves" y lograr centrar la visión en ese tipo de mirada puede llegar a cambiar tu vida.
Curiosidades: -
Raquel Martos es periodista, humorista, creativa, guionista y escritora. Es licenciada en Ciencias de la Información y arrastra una larga trayectoria profesional en la radio, participando como directora y presentadora en un buen número de espacios radiofónicos de emisoras nacionales importantes, aunque fue su colaboración en el programa de televisión conducido por
Pablo Motos "
El hormiguero" lo que le hizo más conocida entre todo tipo de público.
- En Trabalibros conversamos personalmente con
Raquel Martos sobre "
No pasa nada y si pasa, se le saluda", puedes acceder desde aquí a la
entrevista realizada por Bruno Montano.