Allá por el 1651 Hobbes (recordemos: el de "el hombre es un lobo para el hombre" o el de "siempre estamos en una constante guerra de todos contra todos") hablaba de que el contrato social mediante el cual pactamos no aniquilarnos mutuamente debía estar garantizado o asegurado por un soberano que concentrara todo el poder en sus manos. Para él el poder absoluto encarnado en una sola persona hacía viable el contrato social. Aunque matizaba que este poder absoluto no era para que el soberano impusiera su voluntad personal sino precisamente para hacer respetar el contrato.
Seguramente el cerdo Napoleón, lider de la rebelión en la granja Manor, había leído e interiorizado a Hobbes mejor que a Marx. Pero a pesar de ello encabeza una revolución en la que los animales de una granja toman el control de la misma, expulsando a los hombres que los explotaban (los capitalistas) y estableciendo un régimen comunitario al estilo de la Unión Soviética. Poco después de esto veremos en la figura de Napoleón el ejemplo de que el poder corrompe y de que el poder absoluto corrompe absolutamente.
En esta sátira crítica de los regímenes colectivistas de signo comunista Orwell ironiza acerca del proceso de degradación que sufre una comunidad igualitaria ("todos los animales son iguales"), sin propietarios, asamblearia y autosuficiente, que acaba convirtiéndose en un régimen totalitario y explotador en el que un lider, que concentra todo el poder, tiraniza a la comunidad con el engaño, la opresión y el terror.
La utopía de la igualdad se acaba esfumando ("todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros") y los nuevos líderes se acaban pareciendo tanto a los anteriores explotadores que se confunden con ellos ("No había duda de la transformación ocurrida en las caras de los cerdos. Los animales, asombrados, pasaron su mirada del cerdo al hombre, y del hombre al cerdo; y, nuevamente, del cerdo al hombre; pero ya era imposible distinguir quién era uno y quién era otro").
Mención especial merece el prólogo del propio Orwell a este libro, en el que hace una defensa encendida de la libertad de expresión ("si la libertad significa algo, es el derecho a decirles a los demás lo que no quieren oir") y critica la cobardía intelectual y la autocensura que impide a la comunidad bienpensante científica y literaria inglesa criticar a la Unión Soviética y a su sacrosanto lider Stalin ("en la actualidad, en nuestro país [...] los liberales le tienen miedo a la libertad y los intelectuales no vacilan en mancillar la inteligencia").
Algunos comparan a Orwell con Swift por el manejo lúcido de la sátira y la ironía, no exentas ambas de cierta melancolía. Ambos se burlan ácidamente de la condición humana, pero desde un secreto afecto por ella ("¡qué cosa miserable y qué gran cosa es esta de ser hombre!" dice Swift). Denigrar la vida con la palabra y afirmarla con la intención es el secreto profundo del humorismo y sobre todo del humorismo inglés.