Edmundo Paz-Soldán es una referencia ineludible de la actual literatura latinoamericana. Este escritor boliviano reside en Estados Unidos, es profesor de Literatura Latinoamericana en la Universidad de Cornell y ha recibido numerosos premios, entre los que destaca el Juan Rulfo de cuento (1997) y el Nacional de Novela en Bolivia (2002).
Sus obras han sido traducidas a once idiomas y es autor de once novelas, entre ellas "Río Futigivo", "La materia del deseo", "Palacio Quemado", "Norte", "Iris", "Los días de la peste" y "Allá fuera hay monstruos" y de los libros de cuentos "Las máscaras de la nada", "Desapariciones", "Amores imperfectos", "Billie Ruth" y "Las visiones". Ha coeditado los libros "Se habla español" y "Bolaño salvaje".
Bruno Montano ha tenido el placer de entrevistarle para Trabalibros sobre su volumen de cuentos "
La vía del futuro", en el que "explora las perturbadoras y laberínticas relaciones del ser humano con la inteligencia artificial: todo un viaje insólito que abre las puertas de lo posible a un futuro que ya está aquí" (
editorial Páginas de Espuma).
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Bruno Montano,
Trabalibros (B.M.): De toda tu obra, yo sólo había leído un pequeño ensayo introductorio a la obra de
Roberto Bolaño que haces en "Bolaño salvaje". Igual que tú, soy un admirador de la obra de Bolaño y también de
Clarice Lispector. También sé que te encanta
Borges y que "Ficciones" fue un libro fundamental para ti y he elegido este fragmento del prólogo que hace Borges en este libro: "Desvarío laborioso y empobrecedor es el de componer vastos libros, el de explayar en quinientas páginas una idea cuya perfecta exposición oral cabe en pocos minutos". Tú, que practicas el género del cuento, ¿crees que el cuento sería algo así como una novela reducida a la mínima expresión significativa?
- Edmundo Paz-Soldán (E.P.): En algunos casos, lo que a mí me interesa mucho, por ejemplo cuando escribo un libro que tenga siete u ocho cuentos, es que te cree la sensación de estar habitando ese territorio extenso de la novela. No me gustan los libros de cuentos en los que se nota que el autor los ha escrito hace dos años y los ha unido en un volumen a modo de recopilación, me gusta más la unidad del conjunto, el diálogo entre los textos, que haya trabazón entre los cuentos.
- B.M.: Esa era la segunda pregunta que te iba a hacer, porque yo a veces he leído recopilaciones de cuentos que son simplemente un contenedor en el que almacenar una serie de textos, escritos en épocas diferentes, sin conexión aparente entre sí. No es el caso de "
La vía del futuro", en tu libro hay interacción entre todos los cuentos, hay intercambio de ideas e incluso de tono en algunos de ellos. Los cuentos dialogan entre sí y nos llevan a una serie de conclusiones globales.
- E.P.: Sí, de hecho el libro en principio contenía más cuentos, pero en las últimas versiones me di cuenta de que no terminaban de encajar del todo y yo prefería algo más compacto, más cerrado.
- B.M.: Que el libro formara un todo orgánico.
- E.P.: Exactamente, que se pueda leer cada cuento de manera autónoma pero que también entre todos juntos vayan creando todo un universo.
- B.M.: Buscas que haya una totalidad y una parcialidad al mismo tiempo. En ese sentido es similar a una novela, los cuentos podrían casi ser como capítulos de la misma.
- E.P.: Eso es. Es como una visión poliédrica de la realidad en la que se abordan algunos temas desde diversos ángulos.
- B.M.: Otra cosa en la que me fijo cuando leo un libro de cuentos es el orden. En este caso, el primero se titula "Esta es la vía del futuro" y el octavo "Bienvenidos al futuro", son una especie de fórmula de inicio y de cierre; en el primero presentas las características del futuro y en el último das la bienvenida a este futuro. ¿Qué sentido tiene el orden en el que aparecen el resto de cuentos en tu libro? Me llama la atención en concreto el cuento de las calaveras, porque en él no hay tecnología. ¿Cómo encaja ese cuento dentro del resto?
- E.P.: Ese cuento es quizás el que menos tecnología tiene, el hombre de la pareja que está ansioso porque su pareja es más joven practica con la realidad virtual cómo hacer el viaje antes de ir para que le saliera bien. Es una pequeña mención a la tecnología. Pero entre las intuiciones que me acompañaban en este libro yo quería mostrar que la realidad es más porosa de lo que parece y entendí que tenía que haber un cuento arriba, en la estación espacial, que tenía que haber un cuento abajo, un viaje a las profundidades del mar, y que tenía que haber cuentos que rompieran incluso con las dimensiones de la realidad conocida, ya fuera a través de las drogas de diseño, de los opiáceos o del acelerador de partículas que aparece al final. Eran diferentes puntos de ruptura con el entorno, que parece muy consistente pero que en realidad está constantemente poniéndose en juego. Esa era la idea.
- B.M.: Y cada uno de los cuentos explora una dimensión espaciotemporal diferente.
- E.P.: Exacto. Además, en el primero y en el último se hace mención a un dios Profundo. Durante esa época comencé a escribir una novela corta que no fue a ningún lado pero era sobre el Profundo, a ver si algún día retomo esa idea porque sí quería desarrollar esa historia de ese dios.
- B.M.: Un dios que es casi un demonio que mora en la web profunda, en la oscuridad.
- E.P.: Exactamente, sí.
- B.M.: A veces la ciencia ficción queda un poco denostada porque se le considera un género popular, como la novela policíaca o la novela romántica, pero yo creo que es un vehículo muy apropiado para contar la evolución de la tecnología. ¿Tú crees que la
ciencia ficción, por su constancia en el manejo de la tecnología, es el género mejor dotado para contar la evolución de nuestra realidad, con una tecnología cada vez más omnipresente? ¿Está mejor preparada que otros géneros para contar eso?
- E.P.: Yo no soy objetivo en este tema, pero como tú bien has dicho, siento que en esta larga historia de cien años desde que en un texto de 1920 de Čapek aparece por primera vez la palabra "robot" y textos de autómatas que ya aparecen en textos del siglo XIX, hay una larga tradición de la ciencia ficción que trabaja el tema de la relación del humano con la máquina, solo que muchas veces esa relación está proyectada hacia el futuro de una manera apocalíptica, del tipo Terminator llegando a invadirnos. Pero ahora que la relación con las máquinas se ha vuelto una cosa más cotidiana -vamos todo el día con el móvil en el bolsillo- siento que la ciencia ficción tiene una larga historia que nos puede ayudar a enfrentarnos a este problema. A veces se me ocurre una idea y recuerdo que la ha tocado antes Bradbury, Phillip K. Dick o Ursula K. Le Guin. Si conoces bien el género, hay varias referencias que te permiten abordar estos temas. Tampoco es casualidad que escritores realistas como Ian McEwan o Ishiguro en sus últimas novelas hayan trabajado también el tema de los androides. Yo creo que lo que va a pasar con los escritores más realistas van a necesitar de la ciencia ficción para poder trabajar. Yo no dudo de que solamente desde el realismo se pueda uno acercar a estos temas, pero siento que la ciencia ficción te puede ayudar muchísimo más a ello.
- B.M.: Los escritores de ciencia ficción tienen un bagaje en ese sentido más amplio.
- E.P.: Sí, yo pienso, como decía García Márquez, que el escritor debe ser una especie de carpintero que tiene su maletín y elige la herramienta que necesita para hacer lo que desea hacer. Yo pienso que, entre esas herramientas que uno tiene, la ciencia ficción es fundamental para tratar estos temas y es una ayuda para entender este presente. Creo que en el momento actual la ciencia ficción parece estar hecha para enfrentarse a narrar este presente, ya ni siquiera pensando en lo que va a pasar dentro de cincuenta años, sino en el modo en cómo se puede narrar este presente tan complejo.
- B.M.: La crítica actual, un poco para prestigiar la novela policíaca, dice de ella que es la nueva novela social. Siguiendo esta clave, ¿cómo podríamos llamar a la ciencia ficción?
- E.P.: La ciencia ficción es el relato costumbrista del presente. Es el nuevo realismo.
- B.M.: Hay un tema en el que llevo años pensando y me ha inquietado al verlo reflejado en tu libro. Me refiero a una paradoja que se da en la mayoría de los cuentos: por una parte representas una sociedad super tecnológica hiperracional, pero por los poros que deja la racionalidad se filtra la necesidad de un culto, de una fe. Esa paradoja entre lo hiperracional y el retorno de los cultos o de la fe arracional en la inteligencia artificial, en la inteligencia extraterrestre, en un holograma inspirador o en un dinero virtual me ha gustado mucho. En el primer cuento, por ejemplo, agotas el campo semántico de la religión: culto, profetas, fieles, evangelio, salmodia... como queriendo remarcar que la fe en la tecnología o en la ciencia es profundamente religiosa.
- E.P.: Sí, yo creo que mucha gente ha pensado que el progreso de una sociedad, el desarrollo, la expansión del proyecto de la Ilustración, por decirlo de una manera un poco ampulosa, iba a ser una cosa continuada, sostenida, pero no es así. Cualquier progreso trae también cierto retroceso. Puedes verlo, por ejemplo, con el tema de la ciencia y las vacunas. ¿Cuánta gente ha muerto por desconfianza hacia las vacunas? Aparecen ciertos miedos -racionales o irracionales- y ansiedades en cualquier avance, en el progreso. Pienso que el avance tecnológico nunca es lineal, los avances provocan el despertar de muchas ansiedades que creíamos haber dejado atrás y lo espiritual y lo religioso ocupa un papel central para enfrentar estos miedos y ansiedades.
- B.M.: A mí me ha hecho pensar en un libro que se escribió por los años sesenta y que yo leí en los ochenta de dos sociólogos franceses titulado "
El retorno de los brujos". Hablaba de esa idea, el avance no es lineal, quedan cosas muy atávicas y primitivas como es la necesidad de creer, que luego se va filtrando. Por los intersticios o poros que deja la ultrarracionalidad se cuelan este tipo de comportamientos más primitivos, que a mí no me gusta llamar irracionales sino arracionales, que carecen de lógica racionalista pero sí de una lógica propia.
- E.P.: Y hay algo más; nuestra relación con la máquina no es una cuestión simplemente desapasionada, de trabajo, secular, sino que también estableces una relación afectiva y hasta espiritual, una relación muy intensa. Lo hemos visto con la pandemia, yo he asistido a un montón de misas e incluso hasta funerales por Zoom. A raíz de la pandemia se ha expandido mucho más esta cuestión de cómo la tecnología puede mediar la experiencia espiritual religiosa en cosas que antes jamás se hubieran pensado. Ahora hay aplicaciones de religiones o sectas que te llaman a rezar, siguiendo la app que te dice que a las seis de la tarde o de la mañana tienes que abrir con tu móvil para mirar a cierto lugar especial y conectarte con otros fieles. Quizás hasta hace unos años podría verse como algo blasfemo, pero ya no es así.
- B.M.: En el cuento en el que aparecen las muñecas androides me ha gustado ver cómo avanza tecnológicamente la muñeca, a la vez que evolucionan los sentimientos y la relación emocional que un ser humano va estableciendo con una máquina. Cada vez el androide es más perfecto, capaz de una respuesta más satisfactoria, mientras que la relación emocional entre humano y máquina se va intensificando.
- E.P.: Después de investigar sobre el tema de los androides, ese cuento para mí resume de manera clave los últimos veinte años en la historia de la evolución de los androides. En el cuento está comprimido, pero cada modelo es una fase de esa evolución. Por un lado, en el cuento se relata la historia contemporánea del androide, y por otro lado la historia de nuestra relación con ellos. Y también el tema ético, por ejemplo, ¿qué va a pasar con el tema de las máquinas y la guerra? ¿y entre las máquinas y el amor, las relaciones entre parejas? Todas esas cosas ya están ahí y son temas de debate en la actualidad.
- B.M.: Me ha gustado mucho también el tono del narrador. No haces prospectiva ni futurología, no vas de visionario. Por otra parte, no pontificas, no moralizas, no juzgas. No eres un
Julio Verne que tratas de adelantar cómo va a ser el futuro. Muestras los cambios que provoca la tecnología y sus posibles efectos sobre la condición humana.
- E.P.: Bueno, la ciencia ficción tiene un lado visionario y de vez en cuando aparece un Julio Verne que tiene esa capacidad para registrar lo que va a pasar dentro de cincuenta o setenta años, pero como tú dices no era esa la intención del libro, sino más bien ver cómo el género podía ayudarme a ver mejor o el futuro muy cercano o nuestro presente, un presente en el que los algoritmos y la inteligencia artificial de las máquinas se ha vuelto algo ya tan ubicuo que ni siquiera nos damos cuenta. La inteligencia artificial está metida todo el tiempo en nuestras vidas (cuando para salir a caminar ponemos el GPS, en las relaciones de pareja, cuando escogemos para comprar un regalo o un libro...) pero ya ni la vemos. Eso era un poco lo que quería hacer con este libro, no tanto pensar en lo que va a pasar dentro de cincuenta años, sino tratar de enfocar aquello que ya está ahí pero se ha vuelto invisible. Hay un proceso en la escritura de la ciencia ficción que a mí me gusta mucho y es el de extrañamiento, el desfamiliarizar lo familiar, y eso para mí es una de las armas más interesantes del género. Puede ser que ya esté todo el mundo rezando a la máquina, pero no caemos en la cuenta.
- B.M.: Actualmente, la cuota de realidad se va restringiendo según va aumentando la de virtualidad. En ese mundo virtual se generarán también unos dioses, unos evangelios, habrá lugares de culto reales o virtuales... es interesante explorar qué va a ocurrir con eso.
- E.P.: Sí, de algún modo. Si cuentas un cuento en el siglo XIX en el que aparece la píldora anticonceptiva, parece un cuento de magia. Si lo cuentas en los años 60, sería un cuento provocativo. Si lo cuentas hoy, que hace tiempo que la píldora se convirtió en una realidad, es un cuento obsoleto. A mí me gustaría provocar. Para mí la ciencia ficción se enmarca en el primero o el segundo ejemplo, pero el que más me interesa es el segundo para conseguir provocar la discusión sobre lo que está ocurriendo hoy.
- B.M.: Investigando sobre ti, he visto que te incluyen en un colectivo llamado
McOndo, que es una especie de contraposición al Macondo de García Márquez y al realismo mágico. Explícame un poco en qué consiste.
- E.P.: En 1998 la generación en la que yo surgí en América Latina publicó una antología que se llamaba McOndo. Macondo es el mundo ficticio creado por García Márquez, pero la nueva generación hace una literatura mucho más urbana, más bien contrapuesta a esos escritores que admiramos como García Márquez, que trabajaba con un mundo más rural. McOndo era un juego, una broma, un homenaje, pero también un intento de reafirmación. A raíz de la publicación de esta antología, a determinados escritores nos enmarcan en la llamada generación McOndo.
- B.M.: Para terminar, he escogido un fragmento de otro libro fundamental para ti, que es "El llano en llamas" de
Juan Rulfo. Se trata de un pequeño apéndice en el que el propio Rulfo explica su poética, su forma de trabajar y su idea de la literatura. Dice así: "Todo escritor que crea es un mentiroso. La literatura es mentira. Pero de esa mentira sale una recreación de la realidad. Recrear la realidad es, pues, uno de los principios fundamentales de la creación". Dejando aparte la mímesis, crear no es reproducir exactamente la realidad, sino añadirle a la realidad algo (Rulfo añade fantasmas, tú ciencia ficción o tecnología) y, a partir de esa realidad, recrear una nueva.
- E.P.: Para mí, más que nada, se trata de iluminar algo que está ahí, pero que de tan estar presente ya no lo vemos. Eso para mí es la literatura. Al menos, ese es el proyecto de este libro. Yo miro las cosas con un ojo extrañado y me pregunto por qué las cosas se hacen así cuando podrían hacerse de otra manera. Llevo viviendo veinticinco años en Estados Unidos y, cuando estoy allí, la sociedad me parece cada vez más extraña. Yo pensé que con los años me iba a acostumbrar, pero me parece que cada vez entiendo menos el país. Pero cuando vuelvo a Bolivia, igual ya no la miro de manera natural. Esto quizás para mi vida cotidiana no sea bueno, pero me sirve mucho como escritor tener una mirada extrañada. Creo que eso es fundamental para que un escritor pueda hacer esa recreación, esa reconstrucción de una realidad verosímil.
- B.M.: Esa mirada extrañada estimula mucho el pensamiento.
- E.P.: Así es. Eso me pasó de forma muy clara en el primer cuento: un día estaba caminando por el campus de la Universidad, era tarde, las 6 ó 7 de la noche, y al pasar por un edificio se veían todas las ventanas iluminadas de la sala de ordenadores y habían un montón de chicos, unos cincuenta, todos ellos inclinados sobre las pantallas. Eso es algo que veía todos los días, pero no me llamaba la atención, pero ese día de pronto pensé: esto parece una iglesia. Ahí hay un cuento. Y más adelante pensé: ahí hay un libro. A partir de entonces comencé conscientemente a forzarme a ver estos elementos en los que la tecnología se inmiscuía en la realidad, para tratar de explicitar algo que está ahí, pero nos pasa desapercibido.
Desde Trabalibros agradecemos a
Edmundo Paz-Soldán el tiempo que nos han dedicado y su amabilidad al contestar nuestras preguntas. Agradecemos también a la editorial
Páginas de Espuma el haber hecho posible este encuentro y a la dirección del Hotel Renasa de Valencia el habernos cedido un espacio para hacer posible esta conversación.