Gerona, verano del 78. Tan sólo habían transcurrido tres años desde la muerte de Franco y España pasaba por un delicado proceso de transición que trataba de convertir una dictadura en una democracia. La Gerona postfranquista de entonces era todavía "una ciudad de posguerra, un poblachón oscuro y clerical, acosado por el campo y cubierto de niebla en invierno". Sus extrarradios estaban ocupados por barrios de charnegos, emigrantes llegados del resto de España a Cataluña que se instalaban allí intentando buscarse la vida.
Ignacio Cañas, "el Gafitas" vivía en La Devesa, uno de estos barrios de periferia. Pertenecía a una familia de clase media y pocos recursos económicos. Al otro lado del río Ter, al otro lado de la frontera, se alzaba lo que parecía una ciudad distinta, mísera y marginal, compuesta por barracones, albergues y descampados.
"El Gafitas" todavía no lo sabía, pero vivía "muy cerca y muy lejos del Zarco": tan sólo les separaba una frontera. Una línea que no le costaría mucho trabajo cruzar, ya que "a los dieciséis años todas las fronteras son porosas". Fue el acoso por parte de sus compañeros, un episodio claro de "bulling" escolar, el que empujó al chico a atravesarla, accediendo así a un mundo que en principio no le correspondía. Era el mundo de los quinquis, la delincuencia, la violencia y la droga, en el que el Zarco se movía como pez en el agua y Tere, la chica que le acompañaba, parecía defenderse bien.
El encuentro casual que se produjo entre "el Gafitas" y "el Zarco" será el comienzo de una relación de amistad compleja y peligrosa, que atrapa al chico y lo envuelve llevándole a participar en las fechorías que para el Zarco son práctica habitual. Tere, misteriosa, atractiva y ambigua, cierra el triángulo amoroso entre los tres.
Años después, Ignacio Cañas logró retornar al otro lado de la frontera y se convirtió en abogado, uno de los mejores de la ciudad. Por su parte, Antonio Gamallo "el Zarco" -el atracador juvenil ficticio creado por Javier Cercas- fue poco a poco convertido en mito de la democracia. Los medios de comunicación encumbraban con facilidad a delincuentes como él, destacando la transgresión como un valor en alza en un momento político difícil y confundiendo delincuencia con ansias de libertad. Todos ellos tuvieron mal fin, pasando el resto de sus días en la cárcel o falleciendo como víctima de la heroína, el sida o la violencia. En cierto modo eran héroes manipulados que obedecían a determinados intereses, víctimas de una pobreza que les marcó para siempre y que les enseñó a regir su vida por las leyes de la frontera.
Curiosidades: - La familia de Javier Cercas emigró a Cataluña cuando todavía era muy niño. Se instalaron en la Devesa de Gerona, una zona muy cercana a la que vive el Zarco en la novela; la frontera entre clases la delimitaba el río Ter. Este autor descubrió el tipo de vida que existía al otro lado de la frontera en su infancia, conducido por un amigo. Cercas confiesa haber quedado impresionado por la "miseria indescriptible" que reinaba entre los barracones -albergues provisionales creados en los 60 para acoger a inmigrantes sin recursos- a tan sólo unos metros de distancia de su casa.
- Por otra parte, durante el trabajo de investigación de "Anatomía de un instante", Javier Cercas observó que los medios de comunicación transmitían noticias políticas a la vez que se hacían eco de las "hazañas" de quinquis como "El Vaquilla", convirtiéndolos casi en mitos sociales.
- Cercas tuvo además oportunidad de asistir a la exposición del CCCB barcelonés "Quinquis de los 80", en la que se reflejaba la presencia de estos delincuentes en los medios y en la producción cultural del momento. La heroína, la violencia o el sida acabó con la vida de todos ellos y el germen de "Las leyes de la frontera" brota de la inquietud que le plantea a su autor la siguiente pregunta: "¿Cómo es que yo no soy uno de ellos?