Carola Saavedra (Chile, 1973) nos presenta su inventario de historias. El libro se compone de dos partes: “Cuaderno de anotaciones” y “Ficción”. En la primera parte, a modo de notas aisladas de varias historias, nos va dejando leer lo que son las pinceladas de esas historias diferentes pero con puntos en común, es la historia de un amor entre un escritor en ciernes y Nina, un amor destinado al fracaso desde casi el primer momento. “Ficción” es la historia de desamor entre un padre y un hijo, la falta de muestra de afecto del padre hacia el hijo marca la evolución de los dos, sobre todo del hijo y sus relaciones. Los personajes en una y otra historia ¿son los mismos en diferentes etapas? “Cuaderno de anotaciones” son las notas de la novela. “Ficción” es la novela resultante.
La estructura de cada parte del libro nos lleva a entrar en una literatura envolvente de la que es complicado liberarse para hacer una pausa, para ordenar lo leído, para asimilar las ideas, para establecer nuestro orden mental tras lo leído. ¿Imposible? No. Vamos a leer de nuevo esa anotación breve que parecía poco importante, ¡ahí está la clave! Ni una sola de las palabras elegidas por Saavedra es intrascendente en esta obra. El aparente caos organizativo es el orden perfecto para desordenar el criterio del lector tradicional y enfrentarlo a un reto literario nuevo.
Llegar a “Ficciones” y creer estar leyendo un poema en prosa es bastante fácil, perdernos en las repeticiones constantes, como si la autora quisiera seguir jugando con el lector, imagino como musita: «antes no te di descanso con la narración y ahora quiero dejarte descansar con repeticiones para que tengas tiempo…» nada más lejos, las repeticiones nos hunden en la angustia vital del protagonista de cuarenta y seis años, que desde su soledad interior no deja de preguntarse qué ha hecho a lo largo de su vida, cómo la relación con su padre ha marcado su vida, cómo su incapacidad de desligarse de esa relación le ha impedido renacer, por mucho de que ya hayan pasado más de veinte años desde que abandonó esa casa…
La autora chilena no deja de jugar con el lector, de retarlo, vuelvo a imaginar sus palabras: «a ver si eres capaz de llegar al final sin tener la sensación de vivir perdido entre mis letras». Pues es complicado, no es una lectura fácil, o mejor dicho al uso, no es una novela tipo. Con la falsa ayuda de ese “Cuaderno de anotaciones” empezamos confiándonos y podemos caer en la trampa. No hay ayuda. Debemos poner todos los sentidos en lo que estamos leyendo. No hay otra opción si queremos entender que en el fondo de esta narración está el reflejo de las situaciones políticas y sociales que los personajes han vivido, así como sus antepasados y su entorno; situaciones que han obligado a tomar decisiones que marcan la vida de los implicados y de los que están por venir. ¿Quizá la experiencia personal de la autora influya en esta temática? Quizá sí, si tenemos en cuenta que la autora es, de nacimiento, chilena y está afincada en Brasil, países por los que se mueven sus personajes de una forma u otra; y que el año en el que ella nació se produjo en Chile el golpe de Estado que derrocó a Salvador Allende. Sí, todo apunta a que su experiencia ha podido ser la base de esta narración, o la historia de sus coterráneos.
En cualquier caso, es evidente que la lectura de "Inventario de las cosas ausentes" se convierte en una lectura imprescindible, porque despierta al lector de la lectura tradicional en la que podemos caer, porque Saavedra nos ofrece además de un libro una propuesta de juego literario, porque si no leemos este inventario no podremos entender la necesidad de leerlo.