Linda, como en el asesinato de Linda

Cuando la tranquila localidad sueca de Växjö amaneció con la noticia del asesinato de una chica, Sten Nylander (JPJ para sus colaboradores), jefe de la policía judicial central, prometió enviar a alguien de su propia comisión y, a la orden de "localice al gordo ese de homicidios cuyo nombre nunca recuerdo", envió a buscar al comisario Evert Bäckström.

Era verano, la mayor parte de los agentes estaba de vacaciones y no había demasiado donde elegir. De este modo entra en juego una de las mayores leyendas de la comisión de homicidios de la policía judicial central, el comisario Evert Bäckström. "Bäckström era bajito, gordo y primitivo, pero, si la situación lo requería, podía ser taimado y rencoroso. Él se consideraba un hombre sensato, en sus mejores años. Un hombre libre y sin trabas que prefería el ambiente tranquilo de la ciudad y, ya que un número suficiente de señoras apetitosas y ligeras de ropa parecía tener la misma idea, no veía razón para quejarse".

El comisario de policía más machista, homófobo, sexista, racista, caradura y sinvergüenza de toda la policía sueca capitanea a un equipo humano formado por seis personas: los inspectores de la policía judicial Erik Knutsson y Peter Thorén -"que no eran precisamente dos lumbreras pero que al menos hacían lo que él les decía"- el inspector Jan Rogersson -antiguo colega, compañero de cervezas y lingotazos de Bäckström- y la pareja formada por el comisario Jan Lewin y su ayudante Eva Svanström, la única mujer del grupo, atractiva aunque entrometida, antipática y demasiado delgada para su gusto que, como todos saben, mantiene relaciones sexuales secretas con su compañero Lewin.

La maquinaria policial se pone en marcha y comienzan las pesquisas sobre el caso. La víctima se llamaba Linda Wallin y era estudiante de policía en Växjö. Los que la conocieron aseguran que era una joven guapa, "inteligente, encantadora, abierta, habilidosa y deportista". Su asesinato se había perpetrado la madrugada del viernes 4 de julio y, según parecía, había sido previamente violada y su asesino debía haber escapado saltando por la ventana.

El comisario Bäckström, encantado de encontrarse al mando, no duda en dar las órdenes que considera pertinentes. La investigación se encuentra así en manos de este personaje políticamente incorrecto, que se cree más listo que nadie. Bäckström es de los que piensa que los demás son idiotas, que los hombres que van al cine deben ser maricones, que las mujeres deberían hacer cola para probar su supersalami y que la mejor forma de deshacerse de los asesinos sería hacer jabón con ellos. El único que había logrado robarle el corazón es su pez Egon del que se estaba encariñando, un auténtico superviviente que había demostrado ser un tipo duro de pelar resistiendo varios días sin sus cuidados.

Sorprendentemente, la investigación sale adelante a pesar de Bäckström. Aunque no puede negarse que tiene instinto policial cuando nota "aquellas viejas vibraciones tan familiares", tampoco puede decirse que sea muy hábil al ordenar análisis de ADN para la mitad de la población masculina. De forma mucho más lenta, cara y costosa de lo habitual, poco a poco las pruebas van permitiendo hacer deducciones que, aunque parecen ir por caminos diferentes, no divergen tanto como pudiera pensarse. Al menos el caso le servirá a Bäckström para disfrutar de unas semanas alojado en el mejor hotel de Växjö, con los gastos pagados a cargo del departamento de homicidios.