Existen tantos libros que hablan de libros que podría constituirse un género literario independiente cuya máxima directriz sería la idea de Charles Nodier de que "después del placer de poseer libros, poca cosa hay más dulce que hablar de ellos".
Este género lo disfrutarían con fruición bibliómanos, bibliófilos, bibliósofos y bibliofrénicos, bibliólogos y devotos en general de la Hermandad de los Grandes Lectores.
Al lector le gusta estar rodeado de libros, levantar la cabeza de su mesa de lectura y sentirse acompañado, observado e incluso interpelado por una caterva de libros, algunos leídos, otros ojeados, los menos releídos y los más esperando su oportunidad para seducirnos. Es un paisaje estimulante para el lector, pero al mismo tiempo amenazador y angustioso.
Cuando tu biblioteca personal comienza a adquirir dimensiones monstruosas te sientes como Pascal cuando en sus "Pensèes" hablaba del horror ante lo infinito de un universo inabarcable, el número de los libros en tu biblioteca va aumentando en la medida en que disminuye el tiempo que puedes dedicar a leerlos y la sensación de invasión y conquista se deja sentir en tu ánimo lector, debilitándolo.
Además, pronto los libros empiezan a interactuar entre ellos, conversan, tejen extrañas alianzas, surge una alegre promiscuidad entre algunos, aparecen cofradías selectas, amorosos compañeros de anaquel, aunque también bandos enfrentados y odios eternos. Como no podía ser de otra manera, ¡son tan humanos los libros!
A veces, cuando nos dejamos llevar por una neurosis biblioteconómica intentamos censarlos, inventariarlos, clasificarlos, archivarlos, pero no se dejan, son rebeldes, se oponen intercambiando posiciones y formatos. Quieren decidir ellos al lado de quién se llenan de polvo. Algunos incluso no quieren ser encontrados, tienen miedo a ser mal leídos o incluso a ser regalados a una biblioteca pública después de un expurgo. Por eso se cambian de género, de autor, adquieren un ISBN falso y se esconden por los arrabales entre los libros de bolsillo y las publicaciones periódicas.
¿Es una ambición tan válida como otra la de emplear la vida en leer todos los libros? ¿Es un bibliomaníaco necesariamente un buen lector o sólo un amontonador? ¿La biblioteca ideal es de 20.000 ejemplares? ¿El paraíso es una biblioteca? ¿Los libros son una escapada a la realidad o contienen herramientas para interpretarla? ¿Para ser útil una biblioteca necesita ser leída en su totalidad? ¿Los libros subrayados son una extensión material y mental de la persona del lector? ¿Cómo llegan los libros a nuestra biblioteca, por recomendación, por casualidad, por mandato, siguiendo una cadena de afinidades entre lecturas? ¿En una biblioteca los autores se convierten en personajes ficticios y los personajes novelescos cobran vida real? ¿Le falta a internet algo de la magia y la divinidad de la biblioteca? ¿Es la lectura una lucha contra la melancolía, contra "le mal de vivre"?
Estas y otras preguntas, con sus correspondientes intentos de respuesta, es lo que en definitiva trata de mostrarnos este delicioso libro "Bibliotecas llenas de fantasmas" de Jacques Bonnet.