Trabalibros entrevista a Juanjo Braulio, autor de "Sucios y malvados"

domingo, 23 de abril de 2017
"La novela negra es la nueva novela social y sirve para saber a qué le tiene miedo una determinada sociedad".
El escritor valenciano Juanjo Braulio estudió Enseñanzas Artísticas en Suecia y se licenció en Ciencias de la Información en su ciudad natal. Se inició en el campo del periodismo en la delegación valenciana de "Diario 16" trabajando luego en el diario "Las Provincias" y RTVV. Ha colaborado para el Suplemento Semanal XL, la agencia Colpisa y el diario ABC.

En 2004 vio la luz "La escalera de Jacob", un volumen que reune sus columnas de opinión. Diez años después publicó un libro de viajes sobre Suecia con el título de "En Ítaca hace frío". En 2015 la aparición de su primera novela negra de la mano de Ediciones B, "El silencio del pantano", supuso su lanzamiento como escritor. El libro gozó de éxito tanto de crítica como de venta y será llevado en breve a la gran pantalla.

Sucios y malvados (Juanjo Braulio)-TrabalibrosBruno Montano de Trabalibros ha tenido la oportunidad de hablar con Juanjo Braulio sobre su nueva novela, "Sucios y malvados", un "monumental thriller literario que combina una trama policiaca impecable con una gran reflexión sobre la justicia, el sexo, el poder y la violencia contra las mujeres" (Ediciones B)

- Bruno Montano, Trabalibros (B.M.): “El silencio del pantano” era una novela sobre el poder, trataba sobre las diferentes formas de poder y sobre cómo interactúan los diferentes poderes. ¿”Sucios y malvados” sería una novela sobre la justicia, sobre los diferentes conceptos de justicia, sobre la diferencia entre justicia y venganza?

- Juanjo Braulio (J.B.): Más que sobre los diferentes conceptos de justicia, yo creo que más bien es una novela que se basa en una pregunta: ¿Cuándo es justa la justicia y cuándo no lo es? Eso es algo parecido a enfrentarse a uno mismo. Vivimos en una sociedad civilizada, en este momento estamos tú y yo aquí, agradablemente sentados en una terraza disfrutando de un día espléndido, y desde nuestra posición podemos ponernos muy dignos y manifestarnos en contra de la pena de muerte, o asegurar que jamás nos tomaríamos la justicia por nuestra mano. Pero si nos pusiéramos en la piel de aquel que ha sido víctima de un delito grave, de los que te rompen la vida y te impiden superar esa situación del todo, tal vez pensáramos de otro modo.

La filosofía del Derecho Penal establece que la pena debe cumplir cuatro funciones: la primera es apartar al individuo peligroso de la sociedad; la segunda es reeducarlo y reinsertarlo para que no vuelva a cometer ese delito; la tercera es la ejemplaridad, que el castigo sirva de ejemplo para que otros no lo hagan; la cuarta es el resarcimiento de las víctimas. De las cuatro patas sobre las que se cimenta el Derecho Penal, una cojea. Cuando te pones en el lugar de las víctimas, te das cuenta de que obtener el resarcimiento mediante la pena que impone la ley para delitos graves es prácticamente imposible. Como sociedad necesitamos olvidar, pero como individuos no podemos hacerlo. La paz social es preferible a la justicia muchas veces, pero ¿quién no entiende que el padre de una víctima del terrorismo, cuando vea al terrorista paseando por la calle, piense en la venganza?

Sucios y malvados” tiene que ver con eso, con cuándo se compensan a las víctimas, con las situaciones en las que la única compensación humanamente entendible es el “ojo por ojo”. Digo humanamente entendible, no legalmente justificable ni socialmente defendible. Por otra parte, la venganza tiene algo catártico. El que la ejerce siente que se ha hecho justicia y eso, literariamente, tiene mucho atractivo.


10. Bruno Montano de Trabalibros entrevista a Juanjo Braulio - copia
- B.M.: Eso es muy humano, pero también lo es el perdón. El caso de Irene Villa es muy significativo y ejemplifica esto. Tuve el placer de conversar con ella hace unos años (aquí la entrevista) y me confesó que ella y su madre habían superado el atentado de ETA gracias al perdón y que, sin embargo, su padre había sido incapaz de perdonar y jamás lo había podido superar, incluso se disolvió el matrimonio por eso. El padre no entendía cómo ellas dos podían perdonar a los etarras. Irene Villa aseguraba que la única manera de volver a tener paz para ella era perdonarlos.

- J.B.: Es posible. Esta anécdota que me cuentas dice mucho de la calidad humana de Irene Villa y de su fortaleza como persona. Yo creo que hay que estar hecho de una pasta especial para hacer algo así. Creo que el instinto más primario es devolver el golpe.


- B.M.: De hecho, el ojo por ojo -la Ley del Talión- en un principio se instituyó para evitar la venganza. En el Código de Hammurabi redactado en Babilonia en el 1250 a.C. ya se estableció por escrito una serie de castigos legales que ellos consideraban proporcionales, para evitar que uno no le cortara la cabeza al otro si el otro le había cortado un dedo.

- J.B.: Exacto, para evitar la desproporción. 

- B.M.: Así es. Existía un pilón de piedra en medio de una plaza con más de cien leyes grabadas en él. Era un modo de hacer pública la Ley del Talión. La venganza es muy humana, pero en esa época ya se intentaba controlar de algún modo.

- J.B.: Claro, Gandhi ya decía que si se aplicara el “ojo por ojo” en seguida todo el mundo se quedaría ciego. Pero vamos, a mí en esta novela lo que me interesaba era profundizar en los sentimientos, las situaciones en las que se desarrolla esa necesidad de venganza. Yo soy de los que piensan que la novela negra es la nueva novela social y sirve para saber a qué le tiene miedo una determinada sociedad.02. Bruno Montano de Trabalibros entrevista a Juanjo Braulio

- B.M.: La novela negra podría servir de observatorio sociológico de la realidad.

- J.B.: Exacto. Muestra cuáles son los problemas que nos preocupan y nos agobian. Por eso quise enmarcar esta novela dentro de la violencia de género, ese “terrorismo blando”. Antes no había una estadística de mujeres asesinadas, se incluía en el grupo de homicidios o de crímenes pasionales.


- B.M.: Crímenes pasionales en los que se aplicaba el atenuante de "estado alterado de conciencia" para reducir la pena del delincuente.

- J.B.: Así es, el arrebato funcionaba como un atenuante. Y hace mucho tiempo, según el Código de Justicia de Aragón, que era por el que se regía la ciudad de Valencia, si tu mujer era adúltera, podías decidir si la dejabas en manos del brazo secular para que fuera ejecutada por el verdugo o, si deseabas ejecutarla tú mismo, podías hacerlo pagando una tasa. En determinados tipos de homicidio y bajo determinadas circunstancias se establecía que la víctima tenía la potestad de ejecutar al delincuente; uno de ellos era el adulterio, otro el infanticidio. Era herencia del Derecho Germánico que trajeron los godos.


Volviendo al tema, la violencia de género en los últimos veinte años ha producido más muertes que ETA, el 11M y el Grapo juntos. Es una especie de “terrorismo blando”, lento, como si te dieran cianuro a cucharaditas. No hay bombas, no hay tiroteos, pero es un goteo constante de muertes. Cada año en España se presentan 140.000 denuncias. Y violencia de género no sólo es la agresión o el asesinato, hay más variedades. Y se da, de manera masiva, en la prostitución. No es mi intención con esta novela abrir un debate sobre legalización de la prostitución; yo soy escritor de ficción y no hago tratados morales ni catecismos. Pero las personas con las que yo he hablado para documentarme -de Servicios Sociales, Policía Nacional, Guardia Civil y demás- coinciden todas en que es imposible legalizar la prostitución y acabar con las mafias y con la violencia en ese mundo. La demanda es brutal y los que explotan a las mujeres ganan mucho dinero con ellas.


La principal diferencia que yo veo entre mi anterior novela “El silencio del pantano” y esta es que en la primera los monstruos son los de siempre: los poderosos. Podías echarle la culpa al otro. Pero en “Sucios y malvados” el monstruo eres tú. Es la sociedad en la que vivimos, somos todos al ser cómplices de la violencia. La explotación de la prostitución está por todas partes. Está aquí mismo. Si nos quedáramos el tiempo suficiente, cuatro calles más allá de donde estamos la veríamos. Esa violencia es algo que, como sociedad, preferimos no ver.


03. Bruno Montano de Trabalibros entrevista a Juanjo Braulio- B.M.: Nos escandalizamos mucho (y con razón) por las mujeres que mueren en manos de sus maridos, pero miles de prostitutas están sufriendo una gran violencia cada día y no genera tanta alarma social, ni siquiera compasión.

- J.B.: Claro. La gente de Servicios Sociales del Ayuntamiento me decía que prácticamente dos tercios de las prostitutas están forzadas, son esclavas. La realidad de la prostitución es de una brutalidad y de una indignidad abyecta. Y estamos hablando de un negocio que mueve mucho dinero y en el que participa mucha gente. La carne humana femenina es la materia prima más rentable que existe, mucho más que la cocaína o que incluso las armas, porque la demanda es brutal.

- B.M.: Me ha resultado muy curioso lo de la “Pobla de les Fembres Pecadrius”, ese lupanar, ese gran prostíbulo vallado, cercado, con una sola entrada, regulado, que existía en la Valencia de la Edad Media.

- J.B.: Eso existía en toda Europa, pero aquí el modelo se perfeccionó mucho más. El de Valencia era especial porque se conjugaron una serie de casualidades: tras la conquista de la ciudad por Jaume I se envían a todas las prostitutas a un arrabal fuera de la muralla; luego, por motivos estratégicos y defensivos, se crea una segunda muralla que engloba aquel barrio, quedando cercado. Y, aprovechando que las prostitutas estaban reunidas en una zona delimitada y cerrada, se dedican a regular el desempeño de su oficio por cuestiones prácticas, teniendo así controlada también la delincuencia. Tenían múltiples normas. El modelo funcionó tan bien que era la envidia de Europa y en muchos sitios intentaron copiarlo. Tiempo después, derribaron esa segunda muralla y el resultado fue que se esparcieron, pasando a ser “dones de cadira”, que se ponían en la puerta de la casa sentadas en una silla con una lámpara al lado para enseñar el género.


- B.M.: Les “dones de cadira”, como llama Don Agustín al grupo de justicieras de tu novela que se sentaban junto a la tumba de la reina María de Castilla. Resulta sorprendente que ese grupo esté compuesto por mujeres, cuando habitualmente este papel justiciero suelen ejercerlo los hombres, más habituados a la violencia física.

- J.B.: Yo quería que las protagonistas fueran mujeres y que ejercieran la venganza a su estilo. En la Antigua Grecia la diosa de la venganza es Némesis, una mujer. Y la venganza más alucinante de la literatura antigua es la de Medea. La idea de que las que tuvieran sed de venganza fueran mujeres me resultaba muy atractiva. ¿Por qué no van a ser mujeres vengadoras? ¿Quién sufre más el maltrato y la marginación?


- B.M.: Motivos sobrados tienen, pero la violencia no es su estilo habitual.

- J.B.: Así es. Pero me preocupé mucho en que fuera verosímil, asumible por ellas. Ellas, cuando se reúnen, forman una especie de aquelarre.


04. Bruno Montano de Trabalibros entrevista a Juanjo Braulio
- B.M.: También me ha resultado muy interesante la utilización que haces del sincretismo religioso entre el culto orisha y el cristiano. La forma en que las prostitutas africanas funden ambas religiones me parece muy curiosa.

- J.B.: Mientras estaba en el proceso de escritura de la novela me encontré por casualidad con un libro de Historia que hablaba sobre el sicretismo que comentas, la atribución de una imagen de una religión a otra. Por otra parte, hurgando en el asunto, me fijé que en las múltiples operaciones de desarticulación de mafias que prostituían a mujeres africanas casi todas dicen que las controlan mediante vudú y magia negra. Y precisamente ese vudú y esas supersticiones tienen que ver con la religión yoruba. Investigando sobre esto me encuentro con un listado de dioses que se asimilan a santos cristianos y veo que hay una diosa femenina de la maternidad y la venganza que es la Virgen de los Desamparados. La cabeza me empezó a dar vueltas pensando en la Geperudeta con un machete [risas].

El caso es que las prostitutas africanas, cuando llega la policía española, no creen que pueda protegerlas porque dicen que su vida está en manos de la bruja de su lugar natal y que esta mujer puede hacer que enfermen, que queden ciegas, lanzar contra ellas o contra su familia la mala suerte, o incluso matarlas. Por eso en mi novela las “dones de cadira” necesitan combatir eso con sus propias armas. Y contrarrestan magia con magia, montando capillas y encomendándose a sus propias creencias.


- B.M.: Hemos hablado ya de varios motores narrativos: la justicia, la venganza, la violencia de género y la prostitución. Otro tema importante yo creo que sería el conflicto interno que tiene la comisaria Roma, que es un conflicto representativo de la mujer del siglo XXI: la profesional que se ve en la tesitura de escoger entre su carrera y su maternidad y elige las dos. Se convierte en una superwoman, o al menos lo intenta. Pero paga por esto un alto precio.

- J.B.: El personaje de Roma está inspirado en una persona real, Esther Maldonado, la Jefa del Grupo de Homicidios de la Brigada Judicial. Ella es la que investiga los asesinatos y tiene que compaginar ser madre con un trabajo especialmente duro, como es en algunos momentos el levantamiento de un cadáver. Eso, literariamente, me parece muy atractivo.

Yo creo que los hombres de nuestra generación se han “feminizado” bastante bien. Muchos hombres de nuestra generación cambian pañales, ponen lavadoras y hacen muchas tareas que antes sólo hacían las mujeres. Creo que los hombres han accedido al mundo de las mujeres mejor que ellas al nuestro. Con esto no quiero decir que sean malas profesionales, sino todo lo contrario. Conozco a muchas mujeres de mi generación que son las dos cosas: profesionales de primera y madres de primera. Y muchas veces no hay peor capataz que ellas mismas. Son ellas las que se autoexigen mucho. Quieren llegar a todo ellas, asumen ellas toda la responsabilidad.

No he querido hacer del personaje de Roma una detective al uso. Tiene sus debilidades, no se lleva bien con su madre, por ejemplo. Roma representa a las mujeres que están ahora entre los 40 y los 50 años, que intentan llegar a todo.


05. Bruno Montano de Trabalibros entrevista a Juanjo Braulio
- B.M.: En tu novela el personaje de Dani es fundamental, su diario es el eje conductor. Resulta un personaje curiosísimo. Sé que para construirlo te has inspirado en “Musicofilia” de Oliver Sacks, donde se habla de esa relación tan interesante, a veces enfermiza, de la música con nuestra psique. Dani puede interpretar el mundo en función de cómo suena, atribuyendo emociones a determinados tonos musicales y eso me parece muy interesante.

- J.B.: En realidad, las tonalidades son una convención. Aunque se dice que la música es matemática, en realidad tiene más que ver con la física. Son leyes de la física puras y duras las que miden las longitudes de onda, es decir, se pueden medir y modificar. La longitud de onda determina una nota musical u otra. Los compositores clásicos tenían una especie de catálogo de cada tonalidad según el cual una composición puede resultar triunfante, fúnebre, triste, etc. Esto no deja de ser una convención, pero a mí me sirvió para construir a Dani. Esa idea de que el mundo podría ser reglamentado a partir de tonalidades musicales combinada con el Síndrome de Williams me resultó muy útil para definir al personaje. Las personas que padecen el Síndrome de Williams, que existe en la realidad, son capaces de reproducir nota por nota una composición musical que han oído una única vez, aunque por otra parte poseen una gran minusvalía. No son capaces de atarse el botón de la camisa, necesitan vivir con ayuda constante. Solamente están dotados en el sentido musical, no pueden ni siquiera llevar una vida autónoma. Yo a Dani le he puesto un Síndrome de Williams alterado, por el que es capaz de vivir de forma autónoma y además posee este oído y es capaz incluso de detectar, según el tono de la persona con la que está hablando, si miente o dice la verdad.

El personaje de Dani en “Sucios y malvados” nació muy pronto, casi al mismo tiempo que la pregunta de hasta qué punto es justa la justicia. A mí no me gustan demasiado las novelas con estructuras convencionales, prefiero los libros que me obligan a poner un poquito de mi parte. De este modo, pienso que la comunicación entre el escritor y el lector es mucho más intensa. Como escritor moderno del siglo XXI entiendo que tengo la obligación de ir un poco más allá en la estructura y no tomar al lector por tonto. Y en “Sucios y malvados” planteé la posibilidad de que existieran dos narradores; de uno sabemos lo que piensa, del otro sabemos lo que hacen los personajes. La narración introspectiva es cosa de Dani, dentro de su peculiar y desquiciado mundo; del resto de los personajes vemos lo que hacen. 

- B.M.: Miquel Corella, el malo malísimo, es un ser complejo. Exseminarista, nietzschiano, matemático, músico, hacker... es un personaje con matices interesantísimos.

- J.B.: El mal por el mal no me interesa mucho. Pintar un personaje que simplemente es malo porque sí creo que tiene un recorrido muy corto. Miquel Corella es un malo consciente de su propia maldad, pero su maldad de alguna manera es un poco fruto del reconocimiento de su propia valía. ¿Por qué hace las cosas que hace? Porque puede, así de claro. Ese personaje malvado eres tú y soy yo, cualquiera hace cosas porque puede hacerlas. Y hay otras que no te atreves a hacerlas porque no estás seguro de que puedas manejar las consecuencias. Pero si tienes un intelecto privilegiado como el de Miquel, una lucidez especial para determinadas cosas, el propio egoísmo que llevamos todos dentro puede hacernos pensar, ¿por qué tengo que ceder yo ante determinadas cosas si me lo he ganado? Representa el egoísmo llevado al extremo, la moral del depredador.

Es un sentimiento muy humano, tanto como el de la venganza. La propiedad privada surge de ese concepto. Si esto es mío, ¿por qué tengo que compartirlo con el otro? Es el cuento de la cigarra y la hormiga llevado a las últimas consecuencias. Y, por otra parte, me gustaba la idea de que el malo fuera homosexual. Del mismo modo que en “El silencio del pantano” fabriqué un bueno gay, esta vez quería hacer un malo gay. De la misma manera que quería hacer mujeres justicieras. ¿Por qué no van a poder haber malos gays? Habrán gays buenos y gays malos, como en todas partes. ¿Por qué las mujeres no pueden ser, si no violentas, crueles? Siempre se considera que las mujeres son más empáticas que los hombres, que tienen más facilidad para ponerse en lugar del otro, pero en el caso de les “dones de cadira” de la novela es todo lo contrario.


06. Bruno Montano de Trabalibros entrevista a Juanjo Braulio
- B.M.: Aprovechando una frase de tu anterior novela “El silencio del pantano” me gustaría hacerte la siguiente pregunta: ¿Las únicas verdades que se pueden decir son aquellas que se disfrazan de mentira, travestidas en novelas, cuentos, películas o canciones? Como tú dices, ¿hay que contar mentiras para decir verdades? Los escritores sois especialistas en eso.

- J.B.: Al menos así me considero yo. Yo siempre pongo el mismo ejemplo. El cardenal Richelieu, con sus errores, sus luces y sus sombras, fue un gran estadista, uno de los mejores del mundo. La Francia moderna es lo que es gracias a él. Sin embargo, ese cardenal Richelieu es mentira. El Richelieu de verdad es el de Alejandro Dumas, que lo convirtió en el maquiavélico y malvado personaje de “Los tres mosqueteros”. Ese Richelieu es más auténtico y más verdad que el real. A Alejandro Dumas le debemos también la fama de envenenadores de los Borja. Sin embargo a los Borja, en su época, se les acusó de incesto, de haber comprado al Papa y de muchas otras cosas, pero nunca jamás de envenenadores. Eso fue un invento de Alejandro Dumas y los Borja son ahora los envenenadores por excelencia de la historia y es mentira. Esto son ejemplos de mentiras literarias que se convierten en verdades. 


Los datos con los que yo trabajaba al escribir la novela -el número de mujeres que ejercen la prostitución, el dinero que mueve, etc...- se encuentran en reportajes periodísticos, en estudios e incluso en leyes, pero nadie se los cree. Pero cuando los pones en una novela, de algún modo empiezan a ser verdad, a su manera. Los periodistas dicen este tipo de cosas todos los días y nadie les hace ni caso; sin embargo, las pones en una novela y de repente todo cobra importancia.


- B.M.: De alguna manera la novela sirve como altavoz de esa información. En ese sentido la novela negra es una novela social, como decías tú antes. Se trata de usar la literatura para poner el foco sobre ciertos aspectos sociales e iluminar realidades preexistentes.

- J.B.: Correcto, es así. Al final, esta novela no deja de ser un atajo de mentiras ordenadas unas alrededor de las otras. La verdad que encierra “Sucios y malvados” es que hay veces que la justicia no es justa y que la violencia de género es seguramente el mayor problema de convivencia a la que como sociedad nos enfrentamos. Aunque, vuelvo a insistir, mi trabajo como escritor de ficción no es pontificar ni catequizar.

- B.M.: Tú muestras una realidad ficcionada para que la gente reflexione.

- J.B.: Exacto. 


- B.M.: Como buen periodista, veo que te has documentado mucho para escribir tu novela. Pero después de hablar contigo confirmo que también veo en ti un cierto “animus docendi”, una intención quasi profesoral. No sólo pretendes entretener e informar, de alguna manera también buscas formar. De hecho, yo definiría tu novela como "enciclopédica" por la cantidad de saberes variados que despliegas.

- J.B.: Sí. El viejo axioma que te enseñan el primer día en la Facultad de Ciencias de la Información dice que la función del periodismo es formar, informar y entretener. Haciendo un repaso de los libros que más me han gustado en mi vida me doy cuenta de que son los que tienen las tres cosas, aunque el porcentaje entre ellas puede variar. Las novelas negras que más poso han dejado en mí son las que han ofrecido algo más que una trama. Esto es lo que he tratado de hacer en mi novela. He tratado de dar un poco de información para que leerla no sea una pérdida de tiempo. Y respecto a la investigación policial he intentado ser súper riguroso. Al final, una trama detectivesca o novelesca es sota, caballo y rey. Sólo puedes escoger entre determinados modelos y en realidad, la resolución de cada caso criminal te va a venir marcada por cómo has planteado las seis "w" tradicionales: qué, quién, cómo, cuándo, dónde y por qué. Cómo se resuelve el caso en realidad tiene poca importancia, al menos para mí. En una novela me suele interesar más el por qué que cualquier otra cosa.


09. Bruno Montano de Trabalibros entrevista a Juanjo Braulio
- B.M.: Para acabar, como díce la tía Sol, ¿todos los hombres somos “sucios y malvados”? [risas]

- J.B.: Yo quise que las mujeres protagonistas fueran cuatro y que dos fueran madres y las otras dos no. Las mujeres en esta novela representan distintos aspectos de una feminidad brutal, de una manera de ser femenina un poco como la naturaleza. Generosa pero cruel, más que cruel indiferente. La naturaleza es el mayor asesino en serie de la historia. Conchín, por ejemplo, es la mujer abnegada que lo da todo para otros, su vida se define por lo que hace por los demás. Aunque lo que hace por otros puede ser bueno o malo, dándole una vuelta de tuerca. Cristina es una mujer un poco rota, la que tenía una vida marcada con todo previsto hasta que un mal día se torcieron las cosas y saltó todo por el aire. La tía Sol tiene una feminidad más brutal, para ella los hombres desde que nacen siempre piden más, son seres sucios y malvados y las mujeres encima están condenados a quererlos. El amor de un padre se construye a lo largo del tiempo, pero las madres poseen un vínculo distinto con sus hijos, mucho más potente. La visión de la feminidad que ofrece la tía Sol es brutal y cruel, casi como la de esas antiguas deidades femeninas. La escena de la merienda es un aquelarre, son las brujas de Macbeth hablando al caldero, son las tres nornas cortando hilos del destino. Esa escena tiene todo el componente de esa feminidad mágica y misteriosa de diosa madre.

Roma es la mujer de su tiempo. Remedios es una mujer desengañada de su generación y enfadada con la Transición. El personaje de Elvira es la que ejerce de jurista, la que dicta la sentencia y decide qué hay que hacerle a cada uno cuando se reúnen las cuatro.

El título de "Sucio y malvados" tiene que ver también con el modo en que verá a sus clientes una prostituta, qué pensará de ellos en su fuero interno".

- B.M.: La tía Sol también opina que "el derecho se cargó a la justicia". ¿Es justo el derecho? O, para usar palabras tuyas, ¿la justicia es justa?

- J.B.: El sistema judicial tiene deficiencias, pero yo creo que en términos generales funciona. Lo que pasa es que la justicia no es un fenómeno natural, es un constructo humano y por tanto no puede ser perfecta. Elvira es consciente de ello, de ahí que se preste a algo así. 

Desde Trabalibros agradecemos a Juanjo Braulio su amabilidad y el tiempo que nos ha dedicado al responder a nuestras preguntas. Agradecemos también a Ediciones B el haber hecho posible el encuentro con este autor.
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