Irene Villa es licenciada en Comunicación Audiovisual, Humanidades y Psicología. Tras el brutal antentado que su madre y ella padecieron en 1991, la actitud y los logros conseguidos con ella han hecho de su persona un ejemplo vivo de superación y fuerza vital. Ha recibido múltiples reconocimientos, entre los que destacan el Premio Niños de Europa en 1992, el Micrófono de Plata en 2005 por su libro "
Saber que se puede" y la Antena de Oro en 2012. Ha sido candidata al Premio Príncipe de Asturias de la Concordia y a los Premios de la Victoria en Washington. Desde 2007 forma parte del equipo de Esquí Alpino Adaptado de la Fundación También, con el que ha obtenido numerosas medallas.
Actualmente es escritora, conferenciante y periodista de opinión en varios medios de comunicación y sus esfuerzos están orientados a intentar transmitir valores y ayudar a quienes tienen que superar cualquier tipo de barrera. Colabora además con varias organizaciones en defensa de la libertad, la paz y los derechos humanos.
Bruno Montano ha tenido la oportunidad de conversar con
Irene Villa sobre la reciente publicación del quinto de sus libros titulado "
Nunca es demasiado tarde, princesa" (editorial Espasa), una novela que supone "una auténtica inyección de realidad y optimismo que nos ayudará a quejarnos menos, a disfrutar más y a querernos mejor".
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Bruno Montano,
Trabalibros (
B.M.): Ya habías escrito otros libros, pero esta vez nos has soprendido con "
Nunca es demasiado tarde, princesa". Esta es tu primera novela, la primera vez que experimentas con la ficción.
- Irene Villa (I.V.): A mí me gusta mucho la literatura. Me gustan autores como Julia Navarro, Arturo Pérez-Reverte, Lucía Etxevarría o Espido Freire. Pero yo no me considero escritora, yo me considero conferenciante y transmisora de valores. Habrás visto que en el libro hay mucho de psicología positiva, de coaching emocional, de herramientas para superar dificultades y afrontar la vida con optimismo. Para mí escribir este libro ha sido un reto, me daba la sensación de estar metiéndome en un terreno que no domino. A mí me gusta la radio, he escrito para periódicos y he escrito sobre mí, pero esto me parecía osado. Y, sin embargo, la crítica está siendo maravillosa, estoy muy feliz.
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B.M.: Es un libro que despierta muchos sentimientos, tiene algunos capítulos especialmente emotivos. He reconocido en él ideas de la psicología positiva fundada por Martin Seligman, de la psicoterapia cognitiva de Ellis y Beck...
- I.V.: Yo intento acercar todo eso a la gente que no es tan leída como tú. Este libro es para acercar a la gente valores, pero con él también he tratado de acercar la lectura a gente que no lee (lamentablemente hay mucha gente que no ha leído un libro en su vida y alardea de eso, lo que me parece triste y vergonzoso). Es un libro que engancha y, como está escrito de forma fácil y ligera, creo que puede invitar a que después de él cojan otro libro. Este es mi deseo, ojalá lo consiga. De momento sé que lo está leyendo gente que nunca lee.
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B.M.: "
Nunca es demasiado tarde, princesa" es literatura de ficción, pero también es un libro de autoayuda.
- I.V.: Sí, es un libro que tiene un tono de autoayuda encubierta, con historias de superación. El calificativo de literatura le queda enorme. Para hacer literatura hay que tener creatividad y cierta magia al poner negro sobre blanco ciertas cosas. Yo pienso que eso es innato y yo, de momento, no me veo capacitada. Creo que eso es un don que yo no tengo, tengo otros (la comunicación, la expresividad, la ayuda...) pero ese no. Pero bueno, hay obras maravillosas de literatura y yo lo que quiero es que mi libro invite a que la gente lea más, a que piense que leyendo se aprende, se vive, se emociona, se ilusiona, y eso haga que luego se decida, por ejemplo, a coger el clásico que le recomendaron en el colegio y nunca leyó. Ojalá, ese es mi deseo. Leer es lo más bonito, lo más interesante. Cuando están enfermos o están viajando y la gente dice que se aburre no lo puedo entender, con todo lo que hay por leer.
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B.M.: Tal y como tú lo planteas en este libro, la discapacidad, la enfermedad, las situaciones extremas o las crisis existenciales son segundas oportunidades, oportunidades de crecimiento y, por tanto, valiosísimas lecciones. ¿Quien no ha afrontado la adversidad no conoce su propia fuerza? ¿Nuestra fuerza en el presente depende de nuestra fe en el futuro?
- I.V.: Yo creo que la vida te pone retos para que conozcas el potencial que tienes, para que te veas obligado a sacar la mejor versión de ti. Y si la vida no te pone retos eres tú quien te los tienes que poner, a la fuerza, para sacar lo mejor de ti. Como decía Séneca, las cosas no son difíciles, se convierten en algo inalcanzable porque no nos atrevemos a dar ese paso. Al final hay que afrontar lo que te da miedo para que deje de ser difícil. Esa es la única forma, caminando. El camino se hace al andar y, además, o te mueves o caducas.
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B.M.: Tu novela tiene una estructura muy curiosa. Cuenta seis historias diferentes de
superación conectadas íntimamente entre sí y, a su vez, todas ellas pivotan como satélites alrededor de un eje que sois tú misma y tu familia (madre, hermana, marido…) Reconduces todas las historias usando nexos hacia el momento presente y hacia un lugar concreto, tu casa. En tu novela, pues, se teje una red de amor, de ayuda, de soporte, de compasión y de comprensión. ¿Sin una red de este tipo estamos perdidos, por fuertes que seamos?
- I.V.: Yo creo que lo más importante es la familia y los amigos. Tienes que crear una red social en la que te puedas apoyar si te echan del trabajo, si tu marido se va con otra, si tienes una enfermedad o un accidente de tráfico. Ese apoyo social es fundamental. La idea de que el hilo conductor sea nuestra vida, nuestra casa, me la dio la editorial y me alegro mucho, porque es una forma de devolver ese cariño que toda España me dio abriendo mi casa. Es como decirle a España entera: "venid a mi casa dos días a comer un asado, que aquí estamos para que veáis que tenemos una vida totalmente normal y que en la sencillez está la felicidad". Yo tengo la suerte de haber vivido este verano rodeada de familiares y amigos y la verdad es que en esas pequeñas cosas es donde está la felicidad. Eso es lo que he querido demostrar, que la felicidad está, sin ir más lejos, en una tarde haciendo un asado.
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B.M.:
Epicuro decía que la felicidad estaba en unos higos, un poco de queso, la sombra de un árbol y un amigo.
- I.V.: Estoy de acuerdo con él, para mí también es así.
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B.M.: “Si estás triste por algún factor exterior, no es él el que te perturba, sino el juicio que tienes acerca de él. Eliminar el juicio, ya depende de ti”. Este es un consejo que el emperador sabio
Marco Aurelio daba a su hijo. La idea implícita en este consejo se repite como un mantra en todo tu libro. ¿Es fundamental en la vida poner en práctica este principio?
- I.V.: Totalmente. Si no te gusta lo que ves, cambia la forma de verlo. Hay cosas que no se pueden cambiar, hay tragedias que no tienen vuelta de hoja, tras las cuales no puedes recuperar lo que has perdido, pero sí te puedes devolver la ilusión y la esperanza si, en vez de ver que no tienes piernas (como fue mi caso), ves que puedes hacer esquí adaptado. Se trata de no fijarte en lo que te falta, sino en lo que tienes. Eso se puede ver en todas las facetas y aplicar a todas las cosas de la vida. Al final, si no quieres que las cosas te afecten, no te afectan. Nadie tiene el derecho ni la fuerza para hacer algo que me influya, si yo no quiero.
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B.M.: Otro denominador común a todas las historias de tu novela es la importancia del
pensamiento positivo del que hablábamos antes. Hace unas semanas descubrimos en “
El cociente agallas” de Mario Alonso Puig que existe la posibilidad de estimular la producción de neuronas (neuroplasticidad) en el lóbulo frontal izquierdo de nuestro cerebro, en el que reside la creatividad, la paciencia, el entusiasmo, las habilidades comunicativas, y esto se puede conseguir, fundamentalmente, a través del pensamiento positivo, la sonrisa, la meditación. ¿Qué importancia le das tú al pensamiento positivo?
- I.V.: Yo estudié neurociencia y sé que existe la plasticidad neuronal. El cerebro es plástico y lo que te falta por un sitio lo va creando por el otro. Por supuesto, creo que el pensamiento positivo se aprende, la actitud positiva se contagia. Yo con este libro quiero contagiar eso, quiero que la gente cambie el odio, el rencor y la envidia por lo que le haga sentir bien, como el perdón, la gratitud y el amor.
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B.M.:
Mario Alonso Puig aseguraba también que el ejercicio físico estimula la creación de nuevas neuronas. Su práctica segrega un factor neural llamado BDNF que activa la producción de neuronas y de sinapsis en el cerebro.
Elsa, uno de los personajes de tu libro, descubre todas las bondades tanto físicas como psicológicas del
ejercicio físico.
- I.V.: Elsa es un poco mi alter ego, a las dos nos ayudó mucho el deporte y nuestro equipo. En el libro estamos reflejadas todas las de mi equipo, de hecho la escena del jacuzzi que ocurre en el Centro de Alto Rendimiento de Granada ocurrió de verdad. Hay cosas en el libro que pasaron de verdad, es un texto novelado que está inspirado en muchas experiencias reales. Como yo no tengo la creatividad que tienen los escritores, me he basado mucho en la realidad.
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B.M.:
Góngora decía que las palabras son cera y las obras acero. Tu vida,
Irene, yo creo que es tu gran obra. Tu vida, tu experiencia, tu ejemplo, legitiman y dan veracidad y credibilidad a tu discurso. Tú sabes que en pedagogía es muy importante el modelaje y el consiguiente aprendizaje por imitación. ¿Eres consciente de tu enorme valor social como modelo de actitud vital? ¿Te pesa esta responsabilidad?
- I.V.: Soy consciente de que soy un modelo porque en los Congresos me dan la enhorabuena y me dicen: "ojalá hubiera más gente como tú", "ojalá yo fuese como tú" y yo les digo: se puede perfectamente, simplemente cuando estés triste tienes que acordarte de que hay que sonreír, de que estar mal es peor para ti, de que hay cosas que no puedes cambiar. No me cuesta ser así porque es una filosofía de vida, no estoy interpretando un papel ni estoy intentando ser símbolo, ejemplo o modelo de nada. Simplemente estoy haciendo lo que creo que es beneficioso para mí, coherente para mi familia y para la gente que me rodea, y es valorar la vida, disfrutarla y no perder el tiempo enfadándome por cosas que no tienen sentido, ni discutiendo, porque pienso que no te lleva a ninguna parte pasarlo mal. No creo que haya por qué sufrir, eso nos perjudica. Tenemos que superar el odio, el rencor, la ira, el miedo y la culpa, hay que aprender a disfrutar y ayudar a los demás a que sean felices.
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B.M.: Vivimos en una sociedad cristiana y a todos nos han educado en el valor religioso y moral del
perdón, pero tú reivindicas los beneficios terapéuticos y psicológicos del perdón. ¿Es saludable perdonar?
- I.V.: Hay una frase que lo define muy bien: si quieres ser feliz un día, véngate; pero si quieres ser feliz toda la vida, perdona. Yo el perdón lo veo como parte de la terapia, porque si uno no perdona no puede ser feliz. En la presentación del libro le dije a mi padre: "papá, nunca es demasiado tarde para perdonar". Se emocionó, se puso a llorar y me dijo: "sí, pero los días en que estabas en la UVI no los podré olvidar en mi vida". Y yo le contesto que ahora estoy bien y que hay que perdonar para poder seguir viviendo y para que tu corazón esté entero.
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B.M.: El rencor y el odio acaban enfermando al que lo siente.
- I.V.: Totalmente.
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B.M.: Hace años leí el ensayo de
Boris Cyrulnik “
Los patitos feos” y descubrí en él el concepto de
resiliencia, la capacidad de recuperación tras un hecho externo que influye negativamente sobre nuestras vidas. Me impresionaron los ejemplos que ilustraban su libro, el propio autor es un modelo de vida resiliente, al igual que lo eres tú misma. ¿Qué os une a todos los "resilientes", de dónde se saca la fuerza para renacer?
- I.V.: Nos une la capacidad de mantenerte inquebrantable frente a la desgracia por propia necesidad y por amor propio. Si tú te quieres, no quieres sufrir y eres resiliente. El que no es resiliente se queda abajo sufriendo, llorando, lamentándose y quejándose, si eres resiliente vuelves a tu ser porque no quieres malgastar ni un segundo pasándolo mal. Está unido al amor propio, a la autoestima y a las ganas de mirar hacia delante.
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B.M.: Tu libro me ha recordado a un poema de
William Ward, un pensador y poeta americano de principios del siglo XX, que me parece un resumen perfecto y hermoso de tu libro. A ver qué te parece:
“La aventura de la vida es aprender.
El objetivo de la vida es crecer.
La naturaleza de la vida es cambiar.
El desafío de la vida es superarse.
La esencia de la vida es cuidar.
El secreto de la vida es atreverse.
La belleza de la vida es dar.
La alegría de la vida es amar”.
- I.V.: Me gusta mucho y creo, como tú dices, que resume la idea principal del libro. Qué lástima que no me hayas descubierto este poema antes, lo habría incluido en el libro.
Desde
Trabalibros agradecemos a
Irene Villa su amabilidad y el tiempo que nos ha dedicado al responder a nuestras preguntas.