"Quizá las únicas verdades que se pueden decir son aquellas que se disfrazan de mentira, travestidas en novelas, cuentos, películas o canciones".
Mira por la ventana de su estudio. Mientras teclea en su ordenador para dar forma a su próximo libro, recuerda sus inicios como escritor de novela negra. A alguien como él no le resulta fácil encontrar el modo de ficcionar, de trasladar al papel algo que no haya visto, comprobado o sentido antes. Hasta que un día se rindió ante la evidencia de que, para lograr que su cerebro de periodista llegara a funcionar como el de un novelista, necesitaba datos, un punto de partida sólido y verídico. Y entonces descubrió la fórmula que le permitiría obtener la información suficiente, de primera mano, para documentarse.
En el panorama literario firma con el escueto seudónimo de "
Q". Las novelas que ha publicado y que protagoniza
David Grau, "un investigador lleno de contradicciones, pero dotado de una cultura humanística tan fuera de lugar en la
Guardia Civil como su propia sexualidad", gozan de cierto éxito. Las historias del brigada
homosexual creado por su imaginación funcionan bien y la novela que actualmente está escribiendo va por buen camino. Pero necesita abastecerse de más material, alimentarse con el combustible que le permitirá seguir escribiendo.
En esta ocasión, David Grau se enfrenta a un caso de homicidio bastante inquietante y peculiar. En un recodo del río Turia, en un bonito paraje perteneciente al término municipal de Gestalgar, ha aparecido un cadáver con signos de haber sido asesinado de manera poco común. El ejecutor se había esmerado especialmente con su víctima para recrear un antiguo ritual romano, la "pena del saco", que se aplicaba sobre los culpables de parricidio. Sin duda alguna, el autor debía ser alguien versado e instruido, probablemente el responsable de otras muertes anteriores al que Grau llamaba "
El Erudito" y que, en realidad, se hace llamar "Mentor". "
Mentor", autor intelectual de los crímenes que investiga David Grau, es además el alter ego de "Q", con el que comparte mucho más que ideas y puntos de vista. Y "Q", por otra parte, es periodista y escritor. Como
Juanjo Braulio, autor de "
El silencio del pantano".
En este subyugante juego de cajas chinas se mueve esta historia que habla de codicia, corrupción desbocada y ambición sin límites que logró deslumbrar a la editora de Ediciones B desde que sus manos abrieron por primera vez el manuscrito. A pesar de tratarse de su ópera prima,
Juanjo Braulio no sólo ha logrado trasladar al papel la trama adictiva y bien construida que se le exige a toda novela negra que se precie; ante todo, consigue transmitir la sensación de estar mintiendo sólo en superficie para decir, en el fondo, verdades como puños; de denunciar realidades utilizando mentiras que podrían ser verdad.
Porque, ¿hasta qué punto es esta historia real? Tal vez no importe que los hechos que relata sean o no exactos, ya que intuimos que las corrientes que los mueven sí lo son. El lector, acostumbrado a ver asomar en los medios de comunicación la punta del iceberg, es sumergido por
Juanjo Braulio hasta el fondo putrefacto del pantano en el que las alimañas campan a sus anchas y manejan los negocios más sucios. Se encuentra inmerso en un maremagnum de acontecimientos donde realidad y ficción se confunden, de tramas y subtramas que parecen principales pero son secundarias, de derivaciones del argumento que parecen carecer de importancia hasta que alcanzan la fuerza suficiente como para emparentar en primer grado con la trama principal. En "
El silencio del pantano" los protagonistas se alternan señalándose unos a otros, llegando incluso en ocasiones a apuntar en silencio al propio autor. Autor que aprovecha su origen para realizar una crítica feroz sobre su ciudad natal,
Valencia, "una urbe fluvial construida sobre un descomunal pantano", una enorme marjal en la que el hombre movido por la avaricia ha querido ganar terreno al agua para convertir zonas poco rentables en campos de arroz, una tierra que ha sido drenada durante siglos para poder acoger los cimientos de edificaciones objetos de deseo por su clima amable y su proximidad al mar, un lugar donde "el cenagal que regala tierra fértil y agua generosa, a su vez, abona la codicia, el orgullo o el odio para que florezcan la envidia, el rencor, la violencia y la muerte". Una ciudad donde mandan "Los de Siempre", que van cambiando el color de su camiseta siguiendo sus propios intereses y se balancean, como las cañas, según sopla el viento, son siempre los mismos generación tras generación y se salen con la suya en todo momento.