Ramón Pernas dirige Ámbito Cultural de El Corte Inglés y escribe un artículo semanal en el diario La Voz de Galicia. Este periodista gallego puede presumir de haber obtenido el Premio Puro de Cora y Julio Camba de Periodismo. También de haber ejercido de director editorial de Espasa Calpe y de haber estado al frente de revistas, escrito poemas, canciones y guiones para televisión. Ejerció el columnismo de opinión y la crítica literaria y ha escrito una docena de libros. Ha sido galardonado con el Premio Ateneo de Sevilla, el Letras de Bretaña y el Internacional de novela Emilio Alarcos, entre otros, y finalista con Paso a dos del Premio Nacional de Literatura.
Bruno Montano de Trabalibros ha tenido la oportunidad de entrevistarle sobre "
El libro de Jonás", su última novela y segunda parte de la Trilogía del Adiós, "una narración delicadamente literaria y evocadora" que sumerge al lector "en un mundo desaparecido a través de unos personajes que, aunque afrontan el tramo final de sus vidas, lo hacen sin olvidar el territorio de la infancia que les unió para siempre y del que parecen no haber salido del todo" (ed. Espasa).
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Bruno Montano, Trabalibros (B.M.): Nada más ver tu libro me llamó la atención la maravillosa foto de Cartier-Bresson que ilustra la portada y que define muy bien la esencia de tu novela. Roberto Calasso, el gran escritor y editor italiano, explica muy bien en su libro "La marca del editor" lo importante que es seleccionar una buena portada y el largo proceso que siguen en su editorial para elegir la más adecuada.
- Ramón Pernas (R.P.): Roberto Calasso es amigo mío. Acabo de editar "Hotel Paradiso" en italiano, fui a presentarlo a Roma y estuve allí con él. La portada sirve para distinguir el tipo de libro al que te enfrentas, si estás ante un libro ligero o ante un libro más elaborado.
- B.M.: En tu novela vuelves a Vilaponte, un lugar imaginario que más que tu territorio literario yo diría que es casi un estado de ánimo. Son varias ya las novelas que has ambientado en este lugar.
- R.P.: Yo tengo un territorio propio al que llamo Vilaponte, como Celama de Luis Mateo Díez.
- B.M.: O como el condado de Yoknapatawpha de
Faulkner.
- R.P.: Así es. Es un territorio literario en el que me muevo. Yo intento ubicar mis novelas en un lugar que sea el centro del universo. Y para mí, por lo menos, es Vilaponte.
- B.M.: Un territorio que en realidad es un trasunto de tu pueblo natal.
- R.P.: Sí, de Viveiro.
- B.M.: De ese territorio yo destacaría la sensorialidad, una característica muy presente en tu prosa, que refleja una gran cantidad de matices sensoriales del ambiente.
- R.P.: La novela, bajo mi punto de vista, debe ser un todo, no deben ser fragmentos dispersos. Cuando invito al lector a que me acompañe en este viaje literario quiero que me acompañe al lugar que voy describiendo. Que tenga la misma sensación que tengo yo: que sienta la lluvia, que los vientos le golpeen en la cara, que haga exactamente el paseo que yo le estoy brindando, conmigo como autor, con los personajes que hago desfilar página tras página.
- B.M.: Y esto es más importante todavía si la historia está ambientada en un territorio en el que el ambiente, lo físico, es tan potente como en la costa gallega.
- R.P.: Es que yo además me considero deudor de la gran tradición gallega castellana, de los autores que han hecho la mejor literatura del siglo pasado, desde Valle-Inclán a Cunqueiro, pasando por Gonzalo Torrente o incluso por Julio Camba como periodista. De algún modo me autoerijo como un eslabón más de esa cadena. Escribo desde ese imaginario común con un toque mágico y sorprendente, porque yo creo que las cosas anormales son las que hace la gente normal. Todo lo que parece extraordinario son en realidad acciones que realiza gente ordinaria. De hecho, al final del libro el protagonista es un poco como el Quijote, que vivió entre la cordura y la locura. Es un personaje que tiene actitudes un poco estrambóticas pero que al final se dedica a buscar la estabilidad emocional, física y a buscar en Vilaponte un lugar donde morir. Yo pienso lo mismo, voy a Viveiro aunque vivo en Madrid. Pero ese pueblo es mi origen y mi destino, nací allí. Me dejé acunar por las olas, nací a cuatro metros del mar y es mi destino, espero que mis cenizas las escampen por aquellos lares.
Para mí, haber escrito "El libro de Jonás" es hacer un homenaje a los amigos de mi infancia. Cada vez que voy a Viveiro veo a los que eran aquellos chavales cuando tenían diez u once años y pienso en cómo nos desperdigamos cuando empezamos a estudiar y a hacernos hombres. Cada uno tenía unos proyectos y siguió su propio camino. De todos esos sueños algunos se cumplieron y otros no. Ahora, cuando me encuentro con ellos muchos años más tarde, pienso en aquellos chavales que ya no están. Unos se han ido del pueblo y otros se han ido al más allá. Y me apetecía dedicarles una novela de lo que fuimos conjuntamente cuando teníamos diez o quince años.
- B.M.: Claro, porque tu novela, además de ser un canto a la vida es también un canto a la amistad.
- R.P.: Mi novela habla mucho de los afectos. El protagonista de la novela reivindica a Justo Pastor Blanco como una idea, como una actitud fantasma de alguien que no está. Y toda su vida la dedica a reivindicar qué habrá sido, a interesarse por si vuelve y así lo vuelve a ver. Es una especie de búsqueda permanente de una idea, de un personaje más que de una persona. Él pertenecía a una familia floreciente, pero al final la familia elegida prevalece sobre la familia de sangre, consigue cubrir unos afectos que la de sangre no cubre.
"El libro de Jonás" es también un canto a los libros. Yo considero que un pueblo no es pueblo hasta que no tiene una librería en el centro del pueblo. Las librerías son los motores que mueven la vida, porque nos ayudan a ser independientes, a ser libres y tolerantes. Por eso Humberto Rey abre la librería en Vilaponte. Las librerías son como los perros, tienen que tener nombres bisílabos. Él quería ponerle Librería General del Mar pero al final no lo hace.
- B.M.: Ese nombre me encantaba, Librería General del Mar. Al final llama a su librería Nemo.
- R.P.: Sí [risas].
- B.M.: Como lector y como librero, yo también considero que los libros son fundamentales y que la cultura humanista que éstos representan es imprescindible para construirnos como seres humanos y también como ciudadanos.
- R.P.: Los libros son los ladrillos con los que podemos ir construyendo nuestra existencia. Puedes viajar con los libros, siempre te dejan una puerta abierta: la de la imaginación. Yo, poco a poco, me voy construyendo mi propia muralla con libros.
- B.M.: Yo también. Son mi gran pasión, para mí lo son todo. Para mí son fundamentales, como el aire que respiro. Los libros son capitales, mi vida gira en torno a los libros y creo que la tuya también.
- R.P.: Así es. Yo siempre digo que soy un hombre encuadernado.
- B.M.: Exacto, yo me considero un igual a ti en ese sentido. Hay una idea que me gustaría comentarte. Al acabar el libro, resonaba en mi mente el lema de los peregrinos: "exitus-reditus", el lugar del que se sale es el lugar al que se vuelve. Toda la vida es una especie de peregrinación para volver a la infancia, al paraíso, al lugar en el que fuimos radicalmente felices.
- R.P.: Yo no coincido siempre con Rilke, pero en este caso sí. La infancia es una luz, es vida. Decía antes que Viveiro para mí es el origen de los tiempos, donde nací y donde voy a acabar. Puedo dar tres vueltas al mundo, pero sé dónde está mi casa. Podría decirse que tengo vocación de judío errante; el judío errante puede vagar durante mucho tiempo pero sabe que al final lo van a liberar del castigo para volver al punto de partida. Yo defiendo la idea de la circularidad de la vida, pienso que la vida es cíclica. Cada novela mía forma parte de un libro total y siempre la planteo como novela circular.
- B.M.: Según tengo entendido, "
El libro de Jonás" forma parte de una trilogía del adiós que empieza con "Hotel Paradiso".
- R.P.: Exactamente. Yo creo que debo hacer que los libros crezcan conmigo. Cuando yo tenía cuarenta años, los protagonistas de mis libros también tenían cuarenta años. Ahora ya tengo sesenta mas IVA y utilizo a mis coetáneos como protagonistas esenciales. Me planteé una trilogía que inicié con "Hotel Paradiso" donde hay varias lecturas alternativas: un circo, la magia y un asilo; la vejez, la decrepitud, la muerte. En "El libro de Jonás" he querido encontrar la voz de los quince años a los sesenta años; posibilitar una vida futura cuando no queda vida, algo que por otra parte es muy posible y muy probable porque la pasión y el deseo no tienen fecha de caducidad. El cuerpo se degrada pero el deseo no. Y me planteo algo que no se plantea habitualmente la narrativa contemporánea, que es el amor de los viejos. El amor físico, el sexo explícito. Eso es algo que le debo a todos esos niños que ya tienen sesenta años.
- B.M.: La despedida del protagonista es una despedida por todo lo alto, con amor, con sexo, con pasión. Se despide también soltando esa amarra que le unía a su amigo Justo Pastor y que dirigía su vida.
- R.P.: Hace incluso un viaje gastronómico. Son las viejas pasiones que le gustan al protagonista. En la tercera novela que completa la trilogía y que estoy escribiendo, "El libro de los adioses", pongo un especial acento en la vejez. El protagonista del libro es un escritor muy reconocido, académico, que va a cumplir ochenta años. Le van a hacer un homenaje sus editores a cambio de que escriba la última novela. Pero no le resulta tarea fácil. Le ponen una biógrafa incluso para que le estimule y le ayude. Total, que no se lanza a escribir hasta que un día, en el metro de Madrid, encuentra a una mujer que casualmente está leyendo un libro suyo. Se acerca al autor para hablar con él y le confiesa que viene todos los días en ese metro, desde el día en que murió porque pusieron una bomba en el convoy en el que iba. Y hasta aquí puedo contar.
- B.M.: Mi abuelo, que era analfabeto y que por supuesto no conocía el concepto freudiano de "líbido", cuando tenía ochenta años me dijo un día: "L´home no perd mai la il·lusió" (el hombre no pierde nunca la ilusión). Cuando decía ilusión se refería al deseo, a la pasión.
- R.P.: Por eso dicen las personas que el amor, sin sexo, está incompleto. Es una carencia dramática.
- B.M.: Pero parece ser que durante la tercera edad ya no se tiene derecho a gozar del sexo, el sexo durante la vejez se considera vergonzoso, inapropiado o incluso enfermizo...
- R.P.: Es que se tiene la idea de que los viejos no son atractivos, son torpes, no producen, dan el coñazo...
- B.M.: Algo que me ha llamado la atención es que el protagonista principal de "
El libro de Jonás" no tiene nombre. En un momento dado declara: "nunca quise ser yo, siempre deseé ser otro, ser los otros, ser múltiple". ¿Este personaje sin nombre somos todos?
- R.P.: Reivindica la otredad. Es múltiple, somos todos.
- B.M.: Otra cosa importante es la presencia de la muerte, de lo fantástico, de lo esotérico. Eso también forma parte de la tradición gallega.
- R.P.: La muerte está presente en todos mis libros. Siempre suele hacer un "cameo" [risas].
- B.M.: Y el diablo también tiene un "cameo".
- R.P.: Son los dos, la muerte es el alfa y el diablo la omega. No hay muerte sin diablo ni diablo sin muerte.
- B.M.: Pero la muerte no representa al mal en tus novelas. En un momento la muerte asegura que ella no es el mal, que el mal es el diablo y que ella es otra cosa distinta, una cosa muy humana.
- R.P.: Claro. La muerte es un funcionario. El mal es el diablo, el mal existe y hay que ganarle la batalla. El diablo es el hombre, en suma, la capacidad que tiene el hombre para pervertir, para organizar guerras, para provocar dolor.
- B.M.: Me ha gustado mucho la anécdota de
Orson Welles regalándole medio dolar de plata al niño. Creo que la has usado también en novelas tuyas anteriores y estoy de acuerdo contigo en que esta anécdota le encantaría a
Vila-Matas y haría con ella diabluras.
- R.P.: Esta anécdota la utilizo para situar al lector en algo inverosímil e imaginario. Concretamente, un director de cine muy conocido me preguntó si era cierto lo de Welles. Incluso me comentó que tenía entendido que andaba buscando exteriores por la zona. Y la anécdota no es cierta.
Desde
Trabalibros agradecemos a
Ramón Pernas el tiempo que nos han dedicado y su amabilidad al contestar nuestras preguntas. Agradecemos también a la editorial
Espasa el haber hecho posible el encuentro con este autor.