Trabalibros entrevista a Marian Izaguirre, autora de "La vida cuando era nuestra" (Ed. Lumen)

domingo, 19 de mayo de 2013
"Un libro es una tabla de salvación. No en el sentido de salvar de lo malo, en el sentido de llevar hacia lo bueno. Los libros dan sueños, enseñan cosas, llevan a otras vidas, a otros mundos".
La escritora bilbaína Marian Izaguirre inició su carrera literaria hace veinte años con la publicación de "La vida elíptica". A esta primera novela le siguieron "El ópalo y la serpiente", "Nadie es patria, ni siquiera el tiempo", "La Bolivia", "El león dormido" y "La parte de los ángeles". Sus obras han sido premiadas en varias ocasiones, obteniendo entre otros el premio Andalucía y el Ateneo-ciudad de Valladolid.

La vida cuando era nuestra (Marian Izaguirre)-TrabalibrosBruno Montano de Trabalibros ha tenido el placer de entrevistar a Marian Izaguirre, una mujer para la que "un día sin leer es un día perdido". La conversación que mantuvieron y que os ofrecemos a continuación trata sobre su última y más reciente novela, titulada "La vida cuando era nuestra", "un homenaje a la lectura, pero sobre todo la historia de dos mujeres, una que poco sabe de la vida y otra que quizá sabe demasiado, aunque no pueda hablar" (editorial Lumen).

Bruno Montano, Trabalibros (B.M.): Para escribir "La vida cuando era nuestra" has elegido una estructura compleja: un libro dentro de otro libro, dos narraciones en paralelo, una alimentando a la otra, una inspirando a la otra... ¿Qué te ha resultado más difícil, encontrar la voz, encontrar los tiempos? 

Marian Izaguirre (M.I.): Encontrar las voces no, eso lo tenía claro. Tenemos la voz de Rose, tenemos la voz de Alice, tenemos la voz de tercera persona que implica Matías y Lola y tenemos una tercera persona, que al mismo tiempo es punto de vista de Lola sólo. Es decir, todos los personajes tienen su vida propia, que se mezcla con la de los demás, su propio pensamiento, sus propias actitudes. Podrías poner a cualquier personaje de protagonista de la novela y a todos los demás de secundarios sin ningún problema. 

Acerca de lo que me preguntas, tengo que decir que lo más complejo de todo ha sido manejar los tiempos. Combinar el tiempo de Alice con el de Rose era muy complicado porque se te iban los datos (ocurría, por ejemplo, que Henry se podría haber muerto un día de Agosto lo mismo que un día de Abril, pero si dices que ha muerto recién acabada la guerra tiene que ser en Abril y no en Agosto). Son cosas muy sutiles que hay que manejar.

 
B.M.: Hay que hilar muy bien un capítulo con el siguiente porque cambias de registro estilístico, cambias de época, cambias de voz; es complejo. 

M.I.: Esto es un aliciente creativo para mí, el hecho de que puedas jugar con diferentes estructuras. Eso me gusta mucho, la complejidad en la estructura debe ser algo parecido al desafío cuando te pones a pintar un cuadro o a componer música.

 
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B.M.
: Estimula también al lector, porque tienes que hacer una lectura más atenta. Hace unas semanas entrevisté a Use Lahoz, ganador del Premio Primavera con "El año en que me enamoré de todas", una novela que también incluye un libro dentro de un libro. 

M.I.: El libro dentro de un libro es un recurso que yo he usado casi siempre, desde la primera novela. Si no es un libro es un diario, si no es un diario es una colección de cartas; normalmente suelen ser diarios o libros de otras personas. Hay varias de mis novelas en las que utilizo esa fórmula. El fenómeno de cajas chinas o muñecas rusas es muy utilizado en la literatura y además creo que es un buen sistema porque una historia se enriquece con otra historia.

 
B.M.: Sí, es interesante. Estoy recordando ahora un caso de un diario fantástico dentro de una novela, en la que era mejor el diario que el resto del libro. Se trata de "Viernes o los limbos del Pacífico" de Michel Tournier, es una recreación del mito de Robinson Crusoe y la novela circula en torno a un diario central que va llevando Robinson en la isla. 

M.I.: Es curioso. En lo que acabas de decir existe ese riesgo. Como anécdota, cuando empezaba a escribir esta novela lo comentaba con mi hija y me decía: "Ya, mamá, pero luego pasa una cosa cuando la estás leyendo, cuando acabas una de las historias piensas ¡Qué pena que se corte aquí! Y te da pereza volver a la otra, y cuando estas en la otra te da pereza volver a la anterior". Esa frase la tuve presente todo el tiempo, intenté no quedarme yo como autora con una de las dos historias, y creo que la he repartido. 

Trabalibros entrevista a Marian Izaguirre (4)B.M.: Los protagonistas de esta novela son seres derrotados pero no humillados, son perdedores que mantienen su dignidad. ¿Por qué resulta tan atractiva literariamente la figura del perdedor y la estética de la derrota? 

M.I.: Son grandes héroes de la creatividad, los perdedores. Quizá sean tan atractivos porque destacan, tienen ese componente ético. En la novela hay una frase, hablando de los chicos de las brigadas internacionales, que viene a decir algo así como "la épica necesita jóvenes idealistas, la épica necesita muertos". Y es verdad; los perdedores, los que pierden una guerra, los que pierden su libertad, son como héroes a rescatar. Por ejemplo, hay héroes perdedores en géneros como la novela negra; en este género abunda el tipo de héroe alcoholizado, en horas bajas, que tiene un despacho mugriento, que su mujer le ha dejado, ese tipo de personaje.

B.M.: El típico detective de Chandler.

M.I.: Sí. El autor rescata de su vida ese personaje, de algún modo lo redime y el lector se ve implicado en el mismo proceso, creo yo.

B.M.: A mí me resultan más interesantes los perdedores sobre todo porque son más complejos psicológicamente. Soportar la derrota y seguir viviendo con dignidad implica una capacidad psicológica y una heroicidad ética superior a la del ganador. El otro día encontré un artículo de Vila-Matas en el que comentaba que le invitaron a un congreso en Suiza sobre "los perdedores en la literatura". Él no pudo ir pero sí fueron otros escritores, hablaban no sólo del protagonista perdedor en los libros, también lo hacían sobre el escritor como perdedor, como un artista que intenta reflejar lo que lleva en la cabeza pero nunca lo consigue y en su confrontación con el papel siempre pierde. 

M.I.: Sí, y también está el papel del escritor como perdedor en la vida social. La figura del escritor de éxito gusta poco, da un poco de envidia pero gusta más otro tipo de escritor. El modelo machadiano como yo le llamo, el escritor de vida humilde, o el escritor bohemio, o el escritor que tiene trabajos miserables para poder seguir escribiendo en su cuartito por las noches. El ganador no despierta las mismas simpatías.

En el fondo, escribir es un acto heróico. Yo tengo una trayectoria larga, llevo más de veinte años escribiendo y durante estos años he tenido que aguantar muchos consejos, del tipo ¿por qué no sales en la tele? ¿Por qué no vas a una tertulia? ¿Por qué no escribes en un periódico? Porque lo que me gusta es escribir novelas. ¿Tengo que comer? Pues ya trabajaré en otra cosa, no pasa nada. Yo tengo una visión machadiana de la vida. En mi trayectoria literaria he escogido el camino más largo, pero es el que me lleva a donde quiero ir.


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B.M.: Sí, lo demás es puro marketing. 

M.I.: No desdeño el marketing, pero tiene que estar apoyando un buen producto, algo que sea de verdad. El marketing tiene que estar hecho con el mismo cariño con el que está hecho el libro y, si no, no es marketing. 

B.M.: El marketing tiene que vender un buen libro, no un autor. 

M.I.: Sí, y tiene que estar hecho de manera que hasta el propio marketing sea creíble. Por lo tanto, la gente que está haciendo el marketing de tu novela tiene que haberla leído, tiene que haberla querido y eso es lo que muchas veces falta. La faja de este libro, que dice "un día sin leer es un día perdido" la ha hecho el departamento de marketing, pero después de haberse enamorado de la novela. Esa frase no sale si no has leído la novela y si no te ha gustado. 

Trabalibros entrevista a Marian Izaguirre (9)B.M.: Es una frase con la que comulgo yo también, un día sin lectura es un día perdido. 

M.I.: Claro, es que la haces tuya, ¿verdad?. Pues lo mismo me ha pasado a mí.

B.M.: Cambiando de tema, sé que te has informado bastante sobre los brigadistas internacionales que participaron en la Guerra Civil. Quería hacerte una pregunta al respecto. Entiendo que los derrotados en la guerra para los que no peligraba su vida no se exiliaran, pero me cuesta entender que algunos brigadistas internacionales, habiendo perdido la guerra, estando en un país destrozado por una dictadura prefirieran quedarse en lugar de volver a sus países. ¿Qué les impulsaba a quedarse, después de encontrarse con su sueño roto? 

M.I.: Se quedan cuando la guerra todavía no ha terminado. Owen Lawson, un personaje de esta novela inspirado en una persona real, dice en un momento determinado: "Soy demasiado viejo para salir huyendo". Y en esa frase irónica envuelve otra frase de la novela que dice "No éramos muchos, no éramos los mejores, pero fuimos los que nos quedamos". Hay algo heroico en eso. Pensaban: "Hemos venido aquí a luchar por algo, ¿por qué ahora nos hacen irnos si nosotros no lo hemos decidido? Nos quedamos". Y algunos se quedaron, dejaron de ser brigadistas y pasaron a formar parte del ejército republicano.

B.M.: Es evidente que la novela es un homenaje a los lectores, a los libros, a la literatura, a los libreros, a los traductores, a los escritores. Por mi parte, como lector y como librero me he sentido homenajeado. ¿Crees realmente en la religión del libro, en la salvación a través de la lectura, en la redención a través de las palabras?

M.I.: Así, en plan magnificante, no; que lo digan los personajes es adecuado, pero que lo diga yo parece un poco grandilocuente. Pero si me preguntas en intimidad, en lo que yo pienso dentro de mí, para mí un libro es una tabla de salvación. No en el sentido de salvarme de lo malo, en el sentido de llevarme hacia lo bueno. No es la tabla de salvación de alguien que está hundido y necesita salvarse, no es eso. Es decir, me da sueños, me enseña cosas, me lleva a otras vidas, a otros mundos. Y ahora que, después de ser lectora toda mi vida, además escribo yo mis libros es como algo que se alimenta: lo que leo con lo que escribo y lo que escribo con lo que leo. Forman parte de mi vida, yo creo que son mi vida.

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B.M.: Otro tema que me ha suscitado la lectura de "La vida cuando era nuestra" es el tema del exilio. Recuerdo un libro estupendo de María Zambrano, una de nuestras grandes exiliadas, que se llama "Los bienaventurados" en el que habla del exilio, pero más que como realidad política habla del exilio interior, de la condición metafísica de exiliados que tenemos todos los seres humanos. De alguna manera dice que todos somos exiliados de nuestra verdadera patria, que es la infancia, la inocencia.

M.I.: Eso une con la frase de Erik Satie que abre el libro: "Nunca lleve en Honfleur; pero a veces llueve sobre la infancia".

 
B.M.: Exacto. El verdadero exilio que produce la guerra creo que es un exilio interior, los protagonistas son exiliados interiores; han perdido la esperanza, han perdido la inocencia. 

M.I.: Han perdido la vida, por dónde iban, su proyecto de vida. No el proyecto como algo concreto, sino el proyecto como algo abstracto. Es decir, estábamos viendo un camino por el que íbamos a empezar a andar, o por el que íbamos andando, y en lugar de camino sólo hay un abismo. De repente se ha perdido. Pierdes la orientación, pierdes el proyecto.

 
B.M.: De repente llueve sobre esos días azules y ese sol de la infancia, como dijo Machado en el último verso que escribió. Como veo que te interesa mucho Machado, me gustaría recomendarte un libro reciente que ha escrito un filósofo sobre él, en el que entresaca todas las fuentes filosóficas de las que bebió Machado. Se trata de "La filosofía poética de Antonio Machado" de José María García Castro, editado por Siruela.
 
M.I.: Gracias, lo buscaré.
 
B.M.: Los protagonistas de tu novela añoran el tiempo en que eran dueños de sus vidas antes de que la guerra y la dictadura se las robara.

M.I.: Sobre todo Lola. El personaje de Lola tiene luces y sombras, porque muestra esa parte un poco más mezquina que Matías no muestra en la novela. En su caso, el bienestar perdido también le produce, no voy a decir nostalgia, pero sí un poco de resquemor. La gente quiere el nivel de bienestar al que estaba acostumbrada. Creo que Lola sobre todo echa en falta la sensación de libertad, de poderse ir a hacer un curso a París, de poder traducir a tal autor. La sensación de que nadie te pueda decir lo que tienes que hacer y poder elegirlo tú.

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B.M.
: Al respecto me surge una pregunta. ¿La vida ha sido nuestra alguna vez? ¿No somos siempre seres tutelados y controlados por instancias de poder externas de tipo económico, político, religioso...?

M.I.: Posiblemente en un estado último sea así. A mí me gusta mucho en esta novela el personaje de Alice, porque cuando parece que la quieren llevar hacia un lado, ella lleva la historia hacia otro. Cuando parece que todo tiene que ser de una manera, ella se empeña y consigue hacerlo de otra. De alguna manera, te resarces de esa situación de marioneta a la que maneja los hilos gente que no ve con este tipo de actuaciones. A lo mejor son pasitos pequeños, pequeñas cosas, pero son importantes. La sensación de libertad individual es muy importante. Si tú tienes esa actitud, el tutelaje es menor. Alice, a sus 51 años, se llama todo el tiempo a sí misma vieja y esto le da una sensación de libertad y le permite pensar: "Soy vieja, puedo hacer lo que me dé la gana". Esto es algo que tengo que confesar que también hago yo.

B.M.: Esa es una de las grandes ventajas de cumplir años, te permite acaparar cada vez más cotas de libertad e independencia.

M.I.: Sí, estás menos sujeto a un montón de convencionalismos, te dejas tú más libre y los demás también te dejan más libre. Puedes llegar a la conclusión de que, para lo que te queda, puedes hacer y decir lo que te dé la gana, sobre todo en mi caso.

B.M.: Otra cosa que hace Alice y estoy seguro que también la haces tú, así como también muchos lectores entre los que me incluyo, es uno de los rituales de lectura que aparecen a lo largo de la novela. Se trata de tocar el libro, calentarlo con las manos, iniciar una relación física con él, conocerse a través de ir toqueteándolo, incluso oliéndolo.

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M.I.: Sí, es que los libros tienen manifestación física. Tocas el lomo, mides el grosor tocando con las manos... lo estás haciendo instintivamente. Luego lo abres. A veces, aunque no vayas a leer, lo abres para ver por dónde ibas, como no queriendo perder la relación con él.

B.M.: Son pequeños rituales que estableces con el objeto mismo, es una relación que con el libro electrónico jamás puedes establecer.

M.I.: Te cuento una anécdota: las pocas veces que me echo una siesta, yo me echo la siesta con un libro. De algún modo es como si te echaras una siesta con alguien.

B.M.: Es que los libros son alguien. Para quien la literatura es algo muy importante, los libros son alguien en nuestras vidas. Los grandes personajes y los grandes escritores se integran en nuestra vida y pasan a formar parte de ella.

M.I.: A veces la gente tiene una idea sobre la literatura, yo creo que equivocada, por lo grandiosa que les parece. No es algo tan grandioso, es muy cercano. La gente que lee poco piensa que es algo inalcanzable para ellos y, sin embargo, es un mundo en el que no tienes que hacer más esfuerzo que disfrutar.

B.M.: Y eso lo saben muy bien los niños, antes de que los cánones literarios del colegio afecten a su instinto lector. Te piden a todas horas que les leas un cuento. En el fondo, estamos creados para recibir y disfrutar de las historias desde que somos pequeños.

M.I.: Sí. "Cuéntame un cuento". Mi hijo le contaba a mi nieta los "cuentos de la luz apagada". Son cuentos inventados totalmente, cuentos de cadena inacabables en los que van entrando personajes de todo tipo. Es una delicia.

B.M.: Me ha gustado mucho una cita que incluyes en tu libro, es de una carta que Ezra Pound le escribió a Walt Whitman y dice: "Tenemos la misma savia, la misma raíz; haya comercio entre nosotros". Los lectores tenemos todos la misma savia y la misma raíz.

M.I.: Esa frase me pareció genial. Además, nadie sabe lo que significa hasta que no llevas muy avanzado el libro.

Desde Trabalibros agradecemos a Marian Izaguirre el tiempo que nos ha dedicado y su amabilidad al contestar nuestras preguntas. Agradecemos también al Hotel Astoria de Valencia el haber cedido un espacio para hacer posible esta conversación.
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