Juan Manuel de Prada es uno de los autores contemporáneos más destacados de nuestro país. Sobre sus obras recayeron galardones como el Premio Ojo Crítico de Narrativa de RNE ("Las máscaras del héroe", 1996), el Premio Planeta ("La tempestad", 1997), el Premio Primavera y el Premio Nacional de Narrativa ("La vida invisible", 2003), el Premio Biblioteca Breve y el Premio de la Crítica de Castilla y León ("El séptimo velo", 2007), además de obtener los más prestigiosos reconocimientos del periodismo literario, entre los que destacan los premios Mariano de Cavia o Julio Camba.
Bruno Montano de
Trabalibros tuvo el placer de conversar con él anteriormente sobre "Morir bajo tu cielo" (
aquí la entrevista) y también sobre "El castillo de diamante" (
aquí la entrevista). En esta ocasión lo hace sobre su nuevo libro "
Mirlo blanco, cisne negro", una novela que comienza siendo una sátira despiadada del mundo editorial y acaba convirtiéndose en un drama desgarrador sobre la vocación literaria, una obra en la que
Juan Manuel de Prada realiza "un ajuste de cuentas consigo mismo y con el mundo editorial y que contiene una turbadora reflexión sobre maestros y discípulos, sobre el afán de posesión y el arribismo" (editorial Espasa).
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Bruno Montano,
Trabalibros (B.M.): Me interesan especialmente los libros que son críticos con la actual "República de las Letras" que existe en España. Muchas veces este tipo de libros hacen una crítica revanchista, señalan nombres y apellidos, pero en tu novela no es así. Sugieres instituciones, medios y personas sin citarlas directamente y eso me ha gustado. También me ha gustado que hayas hecho esta crítica de forma novelada, con una trama interesante y potente, porque resulta mucho más sugerente. En "Mirlo blanco, cisne negro" hay una crítica de fondo al estado actual del "mundillo" literario que vamos descubriendo a medida que avanza la trama principal de la novela, que es una intensa relación entre discípulo y maestro, entre un "mirlo blanco" de la literatura y un genial "cisne negro".
- Juan Manuel de Prada (J.M.P.): Así es. Yo diría que ese es el tema central de la novela. Este libro, más allá de que tenga esa cenefa de sátira, relata la relación entre un maestro y un discípulo, que empieza siendo luminosa y que poco a poco se va convirtiendo en un infierno, en una pesadilla, en una relación destructiva.
- B.M.: Una relación de dominación, de manipulación.
- J.M.P.: Efectivamente. De alguna manera es como si yo, a través de estos dos personajes, ajustase cuentas conmigo mismo. En el fondo este es un libro que sobre todo trata de mí mismo, en el sentido en que tanto Alejandro como Saldaña son trasuntos de mí mismo en distintos momentos de mi vida.
- B.M.: Eso es lo que sospechaba. Yo te he leído, me he informado sobre tí y conozco tu vida, tu evolución, tu trayectoria. Gracias a todo eso he hecho una lectura más autobiográfica, por llamarlo de alguna manera. ¿Crees que este libro le resultaría igual de interesante a alguien que no te conozca?
- J.M.P.: Creo que sí porque, más allá de que yo utilice elementos de mi vida, no creo en absoluto que sea una novela que necesite de claves para ser comprendida o disfrutada. En el libro no en realidad no cuento cosas que me han sucedido, lo que comparto es mucho pensamiento y sentimiento personal.
- B.M.: Los protagonistas de tu novela representan dos posiciones existenciales distintas.
- J.M.P.: Sí, son personajes elaborados con rasgos de mi personalidad, cambiados y mezclados con otros, a veces exagerados... Honestamente, no pienso que se necesite saber nada sobre mí para entender esta novela.
- B.M.: Estoy de acuerdo, tu novela es muy rica metaliterariamente. Está cuajada de interesantísimas reflexiones y diálogos sobre la literatura, su sentido y las diferentes formas de abordarla. Me parece de interés para todo aquel que lee o escribe.
- J.M.P.: Estupendo.
- B.M.: Has comentado que tu novela es paródica. En ella hay sentido del humor e ironía, pero por otra parte también hay mucho desencanto.
- J.M.P.: Bueno, digamos que Saldaña, que es el personaje más poderoso de la novela, irradia cierta radioactividad. Es un personaje lleno de dolor, de desengaño y eso, indudablemente, se transmite a toda la trama. Aunque es verdad que tiene un componente humorístico importante.
- B.M.: Yo en varios capítulos me he reído a mandíbula batiente.
- J.M.P.: Sí, creo que tiene toques bastante graciosos. Pero es cierto que es una novela con un meollo bastante desasosegante.
- B.M.: Saldaña siente una gran decepción al final de su vida literaria.
- J.M.P.: Eso está en el libro, indudablemente. También hay mucho amor por la literatura, no es que sea una novela derrotista; pero la realidad no se puede maquillar y hay una serie de cosas que no nos gustan y que aparecen en la novela.
- B.M.: Entre ellas, por ejemplo, la evolución que ha sufrido el mundo editorial, que antes era un oficio casi artesanal y ahora se ha convertido en una verdadera "industria", presidida únicamente por principios economicistas.
- J.M.P.: Sí. Sobre todo con la crisis la depauperación de la oferta editorial es terrible. Pienso que puede tener una justificación mercantil porque gracias a eso las cifras se mantienen en pie y las editoriales pueden, supuestamente, editar otro tipo de libros. No digo que esto no sea así, pero honestamente creo que se ha degradado todo demasiado. Hoy en día, en las grandes editoriales, por cada libro de auténtica valía literaria se editan veinte mamarrachadas.
- B.M.: Para poder tener y vender buenos libros en las librerías hay que tener expuestos un montón de libros de menos calidad. Esto permite que muchas librerías no echen el cierre.
- J.M.P.: Con el agravante de que esto a corto plazo es posible que sea provechoso, pero a medio y largo plazo yo creo que es malo. Esos libros que se editan tan alegremente no generan nuevos lectores, van dirigidos a tratar de rentabilizar un éxito del momento, como un personaje televisivo, un famoso, una moda, etc. La gente que lee esos libros no va a pasar a leer otros libros mejores.
- B.M.: Hay editores como tu personaje
Cifuentes, que salvan un poco la imagen del buen editor.
- J.M.P.: Todavía existen, afortunadamente. Lo que pasa es que estos se están refugiando en las editoriales independientes y esto es muy malo. La gente habla de las editoriales independientes con gran alegría y es maravilloso que existan, pero un tejido cultural no se puede sostener sólo con editoriales de este tipo, porque nunca van a poder convertir la literatura en un medio de vida para los escritores. Se necesitan grandes editoriales con gran capacidad de penetración. Es un drama muy serio que hoy en día la literatura se esté refugiando en las editoriales independientes.
- B.M.: Hacen una gran labor, pero no es suficiente.
- J.M.P.: Uno de los personajes de la novela, Evelyn, es una mujer que en el pasado fue una auténtica editora pero que ahora sabe que los tíos que mandan en las editoriales son los que hacen los números. El editor ha perdido el control, no basta con que un libro sea bueno, tiene que tener unas posibilidades comerciales y si no, no se edita. A través de ella he querido retratar el drama de las grandes editoriales.
- B.M.: Yo he visto algún informe del departamento de lectura de las editoriales y, de hecho, uno de los apartados más importantes es el que pronostica la capacidad de venta que puede tener ese libro, por encima de su calidad literaria.
- J.M.P.: Así es. Pero a mí esto me parece muy peligroso, porque a este paso al final se van a dejar de editar libros literarios.
- B.M.: Claro. Yo recuerdo un estupendo libro que leí de Roberto Calasso titulado "La marca del editor". En él habla de la función capital que tiene el editor y de cómo un buen editor se sentía realmente satisfecho de su catálogo. Su catálogo era su obra. Poder mostrar un catálogo extraordinario de autores y obras era el trabajo de su vida. Independientemente de que ganara o perdiera más o menos dinero, su orgullo y su satisfacción al final era mostrar un catálogo de libros de buenos escritores a los que había publicado. Ante todo primaba su dignidad como editor.
- J.M.P.: Efectivamente. Pues ese orgullo, desgraciadamente, poco a poco lo van perdiendo. Yo creo que comenten un error que a la larga van a pagar, porque hay un determinado tipo de libros que hacen que te cuadren las cuentas pero no generan nuevos lectores. Y si no nacen nuevos lectores, si los lectores no se renuevan -y ese es uno de los dramas a los que se enfrenta hoy en día el libro- significa la muerte de la literatura. Es evidente que no se está garantizando la reposición de los lectores.
- B.M.: Por lo menos de los buenos lectores, de los lectores con criterio.
- J.M.P.: También es verdad que la educación se ha depauperado mucho, con lo cual la formación literaria que antes recibías en la escuela o en el instituto se ha rebajado mucho hoy en día. Vivimos en un mundo que conspira contra la formación de nuevas generaciones de lectores.
- B.M.: Y contra las humanidades en general. De hecho, existe hoy en día un movimiento potente que trata de recuperar las humanidades en general dentro de los planes educativos. La formación se ha derivado hacia la técnica y al beneficio económico, el objetivo en la actualidad es educar para obtener el mayor beneficio económico y se están dejando de lado las humanidades.
- J.M.P.: Así es.
- B.M.: Humanidades muy necesarias, por ejemplo, para poder leer tu libro, porque has hecho un despliegue de léxico impresionante. He tenido que consultar el diccionario de la RAE varias veces leyendo tu libro.
- J.M.P.: Esto me lo dicen mucho. Dime alguna palabra, por ejemplo, con la que te haya pasado.
- B.M.: Pues me ha gustado una que se usa en valenciano pero que yo no conocía en castellano. Se trata de "boquimuelle" ("bocamoll" en valenciano).
- J.M.P.: Es una palabra que sale en el Quijote, un insulto muy del Siglo de Oro.
- B.M.: Que haya un léxico tan amplio y una gran cantidad de epítetos, de imágenes y de metáforas es algo que me gusta mucho de tu literatura. Se nota un esfuerzo por el lenguaje. Una de las funciones de un escritor es la de intentar recuperar el lenguaje, y más hoy en día en el que el discurso mediático y las conversaciones entre la gente son de una pobreza léxica manifiesta.
- J.M.P.: Entiendo. Para mí es un esfuerzo natural, la verdad. No pienses que es algo que nace de un rebuscamiento, no trato de hacerlo de forma consciente, sino que es mi forma de escribir.
- B.M.: Pues es una suerte para los lectores.
- J.M.P.: Bueno, depende. Ya sabes que para gustos, colores. Hay gente a la que le gusta un lenguaje más barroco y otra que lo repudia. Lo que pasa es que uno no puede dejar de ser lo que es.
- B.M.: Como comentabas antes, has puesto mucho de ti mismo en ambos personajes. ¿Escribir "
Mirlo blanco, cisne negro" ha resultado para ti una especie de terapia, de ajuste de cuentas, de exhorcismo?
- J.M.P.: Yo diría que más bien ha sido una confesión o un acto de penitencia. Necesitaba reflexionar sobre las vicisitudes por las que ha atravesado mi vocación, explicarme a mí mismo determinados momentos de mi vida. Primero el momento del éxito, que es algo que te puede descentrar por completo. Posteriormente el momento del desistimiento, del hastío, de la traición a tu propia vocación. Me apetecía reflexionar sobre estas cuestiones, pero no mediante un ensayo o unas memorias, sino a través de una historia de ficción. Lo veo como un acto de penitencia y una necesidad de recapitular mi vida. No lo veo tanto como una terapia, aunque algo de eso también ha tenido. Ha sido una escritura dolorosa, precisamente porque toco cuestiones que me rozan y que tienen mucho que ver conmigo. No es lo mismo escribir sobre la Princesa de Éboli que sobre un escritor que tiene mucho que ver contigo mismo.
- B.M.: He preparado una serie de preguntas en base a reflexiones de tus personajes en esta novela y me interesa saber tu opinión al respecto. La primera es: ¿La literatura es saturnina y devora a sus mejores hijos?
- J.M.P.: Sí, creo que sí. Es más, te diría que no es una opinión, sino que es un hecho. El verdadero artista, el que de verdad está poseído por la vocación artística, se termina inmolando por ella. El resto del mundo deja de importarle o pasa a una segunda fila. Otra cosa es el artista diletante, el que busca el triunfo a través del arte, el que busca otra cosa a través de su arte. Yo creo que todas las artes, para el auténtico creador, son saturnales porque terminan viviendo de ti. No puedes separarte de ellas, es como una tenia que va tomando posesión de ti.
- B.M.: ¿Lo peor que le puede pasar a un literato es que le persiga al final el recuerdo del escritor que no tuvo valor de ser?
- J.M.P.: Ese es un miedo muy cierto y muy comprensible. Hay muchos escritores que, en busca del éxito y de complacer a su época, renuncian a hacer la literatura que tendrían que hacer. Hay mucho escritor que se prostituye o que se aviene a hacer el tipo de libro que cree que va a ser bien recibido.
- B.M.: Como dices en tu novela, "si no quiere comerse los mocos, tiene que culebrear y aprovechar las oportunidades".
- J.M.P.: Sí, digamos que hay mucho escritor culebreante que va en busca de un éxito a través de un atajo. Quizás porque disfruté del éxito a una edad muy temprana, siempre he pensado que al éxito hay que huírle, hay que procurar mantener la distancia con él porque termina siendo muy traicionero.
- B.M.: ¿El éxito puede ser destructivo, sobre todo si te llega a edad temprana?
- J.M.P.: Casi siempre es destructivo. Al éxito hay que procurar echarlo de casa.
- B.M.: Mejor tener prestigio que éxito.
- J.M.P.: Bueno, pero el prestigio en todo caso se va consiguiendo con el paso del tiempo, de manera progresiva. Tampoco es que en una época tan falsorra como la nuestra haya que hacer mucho caso del prestigio. Pero el éxito, en cualquier caso, es un mal compañero para el artista.
- B.M.: Y la fama también.
- J.M.P.: La fama es fruto de ese espejismo que es el éxito.
- B.M.: ¿La literatura es el arte de escribir algo que se va a leer dos veces?
- J.M.P.: Aquí puede haber una exageración por parte de Saldaña. Está contraponiendo la literatura al periodismo. El periodismo es algo que tú lees urgentemente, mientras que la literatura se supone que la lees reposadamente. Pero sí, yo creo que la verdadera literatura ha sido hecha para leer dos, tres y cien veces.
- B.M.: Yo, como lector, estoy llegando a una fase en la que releo mucho. Cada nueva relectura se va enriqueciendo con nuevos matices y sentidos.
- J.M.P.: Sí, porque las experiencias gratas que nos ha brindado un buen libro llega un momento en que las valoras tanto que prefieres releer un libro que ya has leído y volver a disfrutarlo que elegir uno nuevo que podría ser una birria.
- B.M.: Italo Calvino decía que "un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir" y que "toda relectura de un clásico es una lectura de descubrimiento como la primera".
- J.M.P.: Así es. Esto tampoco nos debe llevar a la complaciencia de estar siempre leyendo lo que ya hemos leído, yo creo que también hay que arriesgar y mantener la curiosidad viva. Pero indudablemente hay algo de esto.
- B.M.: Hay una idea que se repite a lo largo del libro, citando a Valéry. ¿Crees que con buenos sentimientos sólo se hace mala literatura?
- J.M.P.: No, yo creo que esta es una frase totalmente falsa. Mi opinión es la misma que la de Paloma. Al contrario, hoy en día tiene mucho más mérito hacer buena literatura con buenos sentimientos. Esta frase de Valéry pertenece a una época en la que muchos malos escritores, para hacerse perdonar su mala literatura, se ponían estupendos, apelaban a los buenos sentimientos, elegían como protagonistas huerfanitas que sufrían mucho y cosas así. Quizás en ese momento esa frase sí tiene un sentido, pero creo que ese recurso facilón que utilizaba el escritor de hace un siglo o siglo y medio que para captar la benevolencia del lector, hoy en día no sirve. Hoy ocurre al revés, hay muchos malos escritores que piensan que con meter malos sentimientos en su literatura ya les sirve, y es falso. Hoy ocurre con los malos sentimientos lo mismo que con los buenos en la época de Valéry.
- B.M.: Además de los dos editores, Cifuentes y Evelyn, en "
Mirlo blanco, cisne negro" hay otros dos secundarios muy interesantes. Me ha gustado la evolución que ha tomado al final Paloma. Al principio das unas pocas pinceladas sobre ella y parece un poco tontuela, pero al final resulta que tiene un poso sabio importante. No es una mujer brillante, pero sí tiene mucho sentido común.
- J.M.P.: Sí, es el personaje más cuerdo y más sabio de todo el libro. Es la única que ve de verdad y entiende lo que está sucediendo, quizá porque tiene la distancia suficiente, al no ser una persona obsesionada con la literatura.
- B.M.: La primera vez que hablamos traje un libro de unas entrevistas tuyas en la que había una autoentrevista. En tu novela he encontrado una frase extraída de ella: "La generosidad es un espejismo en la
República de las Letras". ¿Sigues manteniendo esa opinión?
- J.M.P.: Eres la primera persona que se da cuenta. En esta novela hay algún pasaje de esa autoentrevista. Sin duda alguna, sigo opinando igual. He conocido a poca gente generosa (aunque afortunadamente sí he conocido a algunos) y todavía he conocido a menos personas cuya generosidad se siga manteniendo leal a lo largo del tiempo. Muchas veces la generosidad es más un juego de intereses que una auténtica virtud o un auténtico desprendimiento. Yo creo que en general los ambientes literarios son ambientes un poco depredadores. Es natural y yo lo entiendo también. Este es un mundo en el que normalmente no triunfas y las raras veces que lo haces tampoco te conviertes en millonario. El escritor no va a tener grandes recompensas materiales y se tiene que alimentar de otras cosas; de su vanidad en primer lugar. Y además desarrolla una serie de pasiones mezquinas -la envidia, el resentimiento- que hace que verdaderamente el trato con otros escritores sea un poco lastimoso.
- B.M.: Otra frase de tu novela. Esta vez se trata de una idea que defiende Saldaña frente a Ballesteros. Él dice que es preferible fracasar ante una ambición grande que igualar una ambición mediocre. ¿La ambición fracasada es mil veces más valiosa que la falta de ambición colmada?
- J.M.P.: Sin duda alguna. Yo creo que todos los grandes maestros han escrito libros fallidos. Y sus libros fallidos son libros valiosos que con el paso del tiempo aprendemos a degustar. Cuántos escritores mediocres han escrito libros perfectos, pero es una perfección muerta, una perfección que no tiene alma ni vibración verdadera.
- B.M.: En "Mirlo blanco, cisne negro" ha vuelto a aparecer
Buscarini, un personaje que conocemos de otras obras tuyas.
- J.M.P.: Es mi ángel custodio y de vez en cuando me gusta recordarlo. Es un personaje cuya vida estuve tratando de reconstruir durante mucho tiempo. Aparece también en "Las máscaras del héroe" y en "Desgarrados y excéntricos", donde le dedico una biografía. Me he referido muchas veces a él a lo largo de la vida, le sigo teniendo un gran cariño. Digamos que recuperarlo en mis libros es hacer un ejercicio de lealtad con un personaje al que siempre he visto como si fuera un protector de mi vocación. Buscarini es una persona que sufrió mucho por su vocación, que fue un incomprendido. Siempre me he preguntado qué habría sido de él si hubiese recibido una buena formación y hubiera vivido en condiciones menos duras.
- B.M.: Existe un libro muy interesante editado por Acantilado que recoge un catálogo de escritores que, pudiendo haber escrito grandes obras porque tenían talento, prefirieron no hacerlo. Lo escribió Jean-Yves Jouannais, se titula "Artistas sin obra" y habla de personajes como Buscarini, gente que tenía grandes capacidades pero al final, por alguna razón, no las desarrollaron. Se han perdido grandes literatos por el camino porque, como Bartleby -el personaje de Melville- prefirieron no hacerlo.
- J.M.P.: Sí. Hay personas que tienen un gran talento para la vida, pero no para la literatura. También pasa mucho al revés, hay grandes escritores que cuando los conoces te das cuenta de que son seres anodinos y mediocres, pero que cuando se encierran en su habitación y se ponen a escribir se transforman. En el caso de Buscarini no es que prefiriera no hacerlo, sino que no le dejaron. No pudo porque le faltaban medios y eso también es trágico.
- B.M.: También hay autores que han tenido una vida fantástica, interesantísima, y su obra también lo ha sido. Estoy pensando en Joseph Conrad, por ejemplo.
- J.M.P.: Sí, eso también puede suceder. Pero generalmente la energía que dedicas a una cosa se la restas a otra, en mi modesta opinión.
Desde
Trabalibros agradecemos a
Juan Manuel de Prada el tiempo que nos han dedicado y su amabilidad al contestar nuestras preguntas. Agradecemos también a los responsables de Coffee House de la Plaza Alfonso el Magnánimo de Valencia el haber cedido un lugar ideal para esta conversación y a la editorial
Espasa el haber hecho posible el encuentro con este autor.