La soledad del señor Linh es la de cada uno de nosotros. Los miedos del señor Linh, son los de cada uno de nosotros, así como esa necesidad compulsiva casi, de aferrarnos a algo o alguien, que dé sentido y calor a nuestras vidas.
La nieta del sr Linh, es la almohada que abrazamos en las horas duras, cuando la soledad clava sus garras en el alma y el puño busca desesperadamente algo apretado a nuestro pecho.
Somos viajeros recorriendo tiempo y espacio. Solos llegamos y solos nos vamos, pero en nuestro particular deambular por el mundo todos necesitamos una presencia, tangible a veces, y otras no tanto, pero compañero de recorrido al fin. Abrazar y ser abrazados, y sentir que necesitamos a quien nos necesita. Jugar en equipo y salir a la calle con la noción de ser dos para enfrentar la realidad del día a día.
Si solos llegamos y solos nos vamos, ¿por qué nos asusta tanto el recorrido en soledad? Tal vez, porque el mundo que encontramos, a veces es un aliado, y a veces un contrincante; a veces, nos sentimos parte de él, y otras, adversarios indefensos ante un potencial enemigo.
Cuando las raíces que arrastramos, nos permiten caminar por el entorno conocido, con nuestras identidades y pertenencias muy próximas a nosotros, esa soledad se atempera y el entorno nos acoge como un manto protector. Identidad y pertenencia son nuestros compañeros.
Cuando la vida nos lleva lejos, entonces la soledad es la dama de negro que nos acompaña y buscamos anhelantes “la nieta del señor Linh” para que nos recuerde que pertenecemos a algo y a alguien, que no estamos solos, que alguien nos quiere y nos necesita, para andar por caminos desconocidos, a veces tortuosos, a veces oscuros. Siempre desafiantes. La sonrisa de un desconocido puede ser un bálsamo, una mano en la nuestra, un rostro amigable en el sórdido paisaje que nos es ajeno.
Todos llevamos nuestro señor Linh con nosotros y una muñeca aferrada a nuestro corazón. Miedos, ansiedades, sueños rotos, ilusiones, desconcierto y aprendizaje. Nuestro olvido tan lleno de memoria y nuestra memoria tan cargada de olvidos. Son ellos nuestro bagaje inseparable, acompañando nuestros pasos de viajeros en el tiempo, peregrinos de la vida.