Este relato corto de Nathaniel Hawthorne es raro. Tiene algo de "Bartelby, el escribiente" de Melville, un no saber qué pasa y por qué un hombre, el señor Wakefield, decide marcharse de su casa dejando a su mujer, pero sin decirle que se va por una larga, larguísima temporada.
Porque esta es la historia de un hombre que decide irse como quien sale a buscar tabaco y no vuelve, pero en el siglo XIX, en Londres, mientras se queda a vivir al lado, oculto. No se sabe por qué lo hace y se convierte en testigo o en espía, sigue viviendo en la misma calle, en otra casa, en secreto. Y sigue creyéndose el centro o se lamenta de no serlo. O esas son las elucubraciones de quien narra el relato imaginándose qué tendría en la cabeza el personaje para hacer lo que hizo: irse pero quedarse.
¿Es un relato sobre un egocentrista al fin y al cabo? Supongo que a final tiene muchos significados, es una compleja metáfora de la vida matrimonial o quizás de una época.
Las ilustraciones de Ana Juan para la edición bilingüe que Nórdica ha publicado son inquietantes, sugerentes, captan perfectamente la suave tensión del relato, a la pobre Señora Wakefield abandonada, la luz y la bruma de la ciudad y la oscuridad de las casas, ese encuentro posible o casi seguro entre quienes fueron marido y mujer en una calle, sin saber la pobre quién pasa a su lado.
Tiene en definitiva algo inquietante Wakefield, extraño, que te llega y te hace volver otra vez a leer en busca de pistas de su significado.