"Soy un canalla, sí, es lo que siempre he sido y no logro arrepentirme por serlo, por haberlo sido. Aunque si fuera verdad lo que dicen los físicos de que el tiempo no existe, deberíamos tener la posibilidad de dar marcha atrás para así lograr vivir esa vida que pudimos vivir pero que no hemos vivido".
Thomas nació sin conciencia. Aunque no puede decirse que haya puesto mucho empeño en buscarla, la realidad es que durante su larga existencia nunca se ha tropezado con ella. Ahora, que se sabe mayor y siente en la nuca el aliento de la muerte, hace memoria y repasa los momentos esenciales de su vida.
Desde la patética soledad de su lujoso apartamento de Brooklyn
Thomas echa la vista atrás y recuerda los celos enfermizos que ha experimentado por su hermano Jaime desde la infancia; el desprecio que le ha provocado siempre su madre, una inmigrante de familia pobre a la que culpaba por haberle transmitido unos genes hispanos que se evidenciaban en la imagen que el espejo le devolvía de sí mismo; la vergüenza que sentía por sus abuelos maternos a los que consideraba vulgares; la enorme humillación que sufrió al descubrir la opinión que su padre, un hombre de éxito al que admiraba, albergaba sobre él; su misoginia que le llevaba a maltratar sistemáticamente a las mujeres que entraban en su vida.
A lo largo de su vida ha truncado sueños, ha sembrado cizaña y destruido reputaciones con tal de satisfacer su ego. Ha hecho mucho daño a sus seres más cercanos y no ha dudado en mentir y manipular a los que le rodeaban si eso le ayudaba en algo a lograr sus propósitos. Su forma de actuar ha estado siempre presidida por la máxima de lograr su propio beneficio, aunque eso signifique perjudicar a otros. Es ambicioso, egoísta, codicioso y malvado. Sus actuaciones son altamente reprobables, y lo sabe. Sabe perfectamente cómo debería haber actuado, pero no lo hizo. Es consciente de que ha hecho mal, pero no se arrepiente de ello.
Thomas no tiene conciencia, ni desea en modo alguno tenerla.
Darle cancha a la conciencia no es conveniente. Se convertiría en un obstáculo para conseguir sus fines y eso es algo que, personalmente, no le interesa en absoluto. ¿Cómo habría llegado entonces a ser un triunfador? Si se hubiera comportado de forma ética, ¿habría logrado ganar tanto dinero? Si hubiera tenido escrúpulos, ¿habría sido capaz de mantener su cuota de poder? Una moral desarrollada le habría impedido formar parte activa del perverso mecanismo que, en la oscuridad, mueve los hilos de la sociedad y conduce a su antojo por el camino establecido a millones de personas. Su personalidad le ayudó a triunfar como publicista y asesor de imagen entre Londres y Nueva York durante las décadas de los 80 y 90. Tal vez como persona sea un ser mezquino y despreciable, pero no cabe duda de que todos le consideran un hombre de éxito. Y eso, para Thomas, no tiene precio.
La "
Historia de un canalla" es la historia de Thomas, pero tal vez no sea sólo la suya. Puede que, en este mismo momento, hayan miles de personas que oteen las calles desde la cristalera de su fastuoso apartamento y allí, desde las alturas, en lugar de seres humanos, vean insignificantes hormigas a las que guiar con habilidad tocando la tecla adecuada o estirando de determinado hilo. Personas que se mueven como pez en el agua en terrenos pantanosos. Gente sin escrúpulos introducida en la política, la economía o el periodismo; campos especialmente sensibles que presentan para ellos un enorme atractivo. Conforme se avanza en la historia se instala con mayor certeza esta idea en el lector del libro. Y esta idea es la que hace imposible leer la novela de
Julia Navarro sin sentir un continuo escalofrío.