"Estábamos en secundaria, en la edad de los milagros, en la época en que los chicos crecen ocho centímetros en verano, cuando los pechos florecen de la nada y las voces se vuelven graves y chillonas".
Julia tiene once años y se encuentra a punto de atravesar el umbral de la adolescencia. Todavía es una niña, pero ya asoman en ella las primeras señales de que en su interior algo está cambiando. Las relaciones amistosas cada vez resultan más complicadas y empieza a sentirse atraida por un compañero de clase,
Seth Moreno. Está en plena
edad de los milagros, "el momento crucial de la vida" en el que va aflorando dentro de cada niño el adulto que llegará a ser.
Es momento de cambios, aunque no solo para
Julia. De repente, algo alarmante comienza a suceder. Cada día amanece y anochece un poco más tarde, inexplicablemente los días se van haciendo más largos y dejan de tener veinticuatro horas para ir alargándose cada vez más, en una progresión que parece no tener límite. Los científicos de todo el mundo están estudiando el nuevo fenómeno, al que ponen el nombre de "
ralentización".
El desconcierto y el caos se apodera de toda la humanidad. ¿Qué está sucediendo? ¿Qué es lo que ha alterado el orden perfecto de las cosas, la precisión matemática con la que se regía nuestro universo? Al principio hubo gente que pensó que era una conspiración, más tarde la evidencia les convenció de que era algo real. La comunidad científica sólo parece tener clara una cosa: se trata de un
cambio gravitatorio, "algo le estaba ocurriendo al campo magnético terrestre".
Las opiniones entre las personas estaban divididas: si se trataba de un fenómeno natural, quizás lo mejor era adaptarse a él; por otra parte, era necesario mantener un orden y poder regirse por el mismo horario que antes. Las consecuencias físicas en la naturaleza no se hacen esperar: las aves se están muriendo, en las costas aparecen varamientos masivos de ballenas y delfines, la vegetación no soporta los nuevos ritmos lumínicos entre el día y la noche. En los humanos se dieron cambios de tipo fisiológico que afectaban a la química cerebral, perturbando su capacidad de juicio, alterando sus impulsos e inhibiendo el dominio de uno mismo. Algunas personas enfermaron por el "
síndrome de la ralentización", que parecía estar relacionado con el miedo o la ansiedad.
En un momento histórico el que la ciencia parecía tener respuesta para casi todo y la tecnología parecía presumir de poder dar solución a cualquier problema, había bastado con un pequeño desajuste en el mecanismo de relojería del sistema solar para crear el pánico, mostrar la indefensión real del ser humano y amenazar con el fin de una era.
Tras las antiguas amenazas que hablaban de bombas atómicas y del agujero en la capa de ozono,
Julia aprendió que "lo que nos preocupa nunca es lo que acaba ocurriendo al final. Las verdaderas catástrofes siempre son diferentes, inimaginables, imprevistas y desconocidas". A pesar de ello, ella sigue intentando comprender el despertar de su niñez y buscando la felicidad en el difícil mundo de la adolescencia.