Casa rumiante (6ª y última parte): Entre escombros
Teresa Gómez Acosta
Las tinieblas reivindicaran su espacio,
la tempestad lo destruirá todo.
Solo hizo falta que el joven albañil de ojos almendrados retirase una de las vigas que apuntalaban la despensa para que me derrumbara. El peso del techo hizo ceder mis primeras paredes y éstas arrastraron todo lo demás. No quedó nada en pie.
Tras el estruendo solo quedó de mí un montón de escombros. Sobre la pila de ruinas sobresalía una puerta de madera maciza que nadie, salvo Rodri, recordaba haber visto nunca. El cadáver de mi cooperador necesario para la destrucción se encontró rodeado de losas blancas y negras que nunca existieron. La víctima resulto ser nieto del verdadero y misterioso amor de mi dueña. Los secretos de Norka lo seguirán siendo para siempre. Hasta aquí mi doméstica historia.
Fin.
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