La periodista ilicitana
Mónica Carrillo presenta actualmente los informativos de fin de semana en Antena 3, empresa a la que lleva vinculada desde 2006. Anteriormente trabajó como redactora y presentadora en TVE y en la Agencia EFE. Además, realiza entrevistas a personajes de actualidad, colabora en Onda Cero y escribe artículos para distintas publicaciones. Es autora de las novelas "
La luz de Candela", "
Olvidé decirte quiero" y del libro de microcuentos "
El tiempo. Todo. Locura".
Bruno Montano ha tenido el placer de entrevistarla sobre "La vida desnuda", su última obra, que obtuvo el
Premio Azorín de Novela 2020. En ella la autora "traza el inesperado viaje de Gala a los secretos de su familia. Un recorrido emotivo y sorprendente en el que ella misma terminará siendo una persona distinta a la que comenzó" (
editorial Planeta).
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Bruno Montano,
Trabalibros (B.M.): “Todos guardamos secretos que no contamos a nadie”, afirma Gala, la protagonista principal de tu novela; secretos que hacen referencia a acciones u omisiones de las que nos sentimos avergonzados: amores imposibles, relaciones prohibidas, deseos inconfesables… Estos secretos forman parte de la estructura íntima que sostiene toda comunidad humana, desvelarlos o conocerlos puede ser liberador o terapéutico, pero también puede ser muy peligroso para la estabilidad de esa comunidad, ¿no crees?
- Mónica Carrillo (M.C.): Toda decisión implica unos riesgos y unas renuncias, pero también puede liberarnos de lastres. Lo bueno es poder tener la libertad para desvelar un secreto o para no hacerlo. Gala se va a enfrentar a sus miedos y finalmente los superará y se atreverá a contar su gran secreto porque le exonera de la carga pesada de la culpa.
- B.M.: Un secreto no desvelado no acarrea, por supuesto, sanción social, pero sí muchas veces un autorreproche en forma de sentimiento de culpa (“la mochila de la culpa es una carga demasiado pesada…, sin embargo, todos llevamos nuestro petate al hombro”). ¿Guardar un secreto impone una carga de mala conciencia a veces insoportable?
- M.C.: Hay tantos secretos como personas porque cada cual lo vive en función de su educación, su presión social y familiar, sus valores… En "La Vida Desnuda" todos los personajes ocultan una parte sus vidas por distintos motivos: miedos a decepcionar, a fracasar, a no ser aceptado, a no ser perdonado, etc. Pero, por encima de todo, sobrevuela la sensación de culpabilidad que cada uno irá sobrellevando como puede. De ahí que los personajes se planteen desnudarse y desvelar sus misterios porque el alivio puede ser más curativo que mantenerse a salvo en su secreto pero con la carga de la culpa a cuestas.
- B.M.: Un secreto a dos deja de ser un secreto, como sostiene la madre de Gala, pero a veces la necesidad de contarlo se nos impone. ¿Elegir a un desconocido como depositario de este secreto es aconsejable? Tu protagonista lo hace con un recién conocido y parece que le funciona.
- M.C.: Un perfecto desconocido no te juzga ni está involucrado emocionalmente contigo. Eso facilita las cosas. Cuando uno no tiene miedo a decepcionar o a ser castigado por haber tenido un comportamiento determinado hablará con mayor libertad. Me pareció interesante mostrar cómo Gala podía abrir su intimidad a un chico australiano que acababa de conocer en un tren y contarle cosas que no se había atrevido a hablarlas en su circulo más cercano.
- B.M.: La biografía de
Chris, el confidente desconocido de Gala, revela un problema muy actual, el de la adicción a las redes sociales y a la sobreexposición pública. ¿No te parece obsesiva y enfermiza esta necesidad de desnudar nuestras vidas ante todos?
- M.C.: Es una realidad que nos ha tocado vivir. Hay una sobreexposición de nuestra parte pública y las líneas que separan esta parte de nuestra privacidad son difusas. Como adultos somos libres de mostrar lo que queramos y eso me parece bien. Que cada cual haga lo que quiera. Cuando se trata de niños y menores de edad, la cosa cambia. Hemos de reeducarnos todos ante este nuevo entorno y alertar de los peligros que puede acarrearnos, sobre todo a los más vulnerables.
- B.M.: Destacaría de tu novela el proceso psicológico y a la vez narrativo de transitar por las tres dimensiones de la existencia: la pública, la privada y la secreta, en un intento por alcanzar “la vida desnuda” o más bien, diría yo, la “vida desnudada”. Si nos despojamos de lo público, lo privado y lo secreto, ¿queda algo debajo a lo que podemos llamar “auténtico yo”?
- M.C.: Nuestro auténtico yo es precisamente ese, el que queda cuando nos despojamos de todos los vestidos que cubren nuestras tres vidas: la pública, la privada y la secreta. La esencia de nosotros mismos es lo que permanece cuando ya no escondemos nada, ni siquiera a nosotros mismos.
- B.M.: Gala tiene sucesivos confidentes a lo largo de la novela (Chris, Mauro, tía Julia), pero uno muy curioso, su abuela moribunda e inconsciente. Abrazada a ella en su última noche, Gala le susurra al oído que “el lenguaje es nuestro templo, la manera que tenemos de salvaguardarnos”. Es a través del lenguaje que llegamos a otra dimensión muy importante, sobre todo para los creadores de ficciones, que es la “vida inventada” o la “vida soñada”. ¿Qué importancia tiene para ti este tipo de vida?
- M.C.: Las palabras tienen muchísima importancia para mí. Como autora son las que dan sentido a todo, las que me permiten contar historias de manera fiel a mi imaginario. Por eso me parece una labor de orfebrería puesto que tengo que ir eligiendo las palabras precisas que mejor reflejen lo que yo tengo en mi mente. El lenguaje es nuestra manera de comunicarnos más rápida y eficaz y hay que respetarlo, mimarlo y dedicarle tiempo precisamente por la importancia que tienen las palabras para vertebrar nuestras relaciones, con los demás y con nosotros mismos. También es muy importante la forma en la que uno se habla a sí mismo.
- B.M.: La tía Julia es el principal detonador narrativo del cambio de Gala. Es un personaje con una gran inteligencia emocional. No es sólo una pedagoga vocacional, sino también una buena terapeuta. Me interesa mucho una reflexión que hace al respecto del “placer culpable”, del poder de seducción del sufrimiento y de cómo éste flirtea con nosotros y nos hace sentir especiales. Coméntanos esto.
- M.C.: Siempre me ha llamado la atención la capacidad que tiene el ser humano para torpedearse el camino y ponerse palos en la rueda. Las conversaciones de la tía Julia y Gala son reflexiones vitales que todos nos planteamos a lo largo de la vida. Cuestiones como los celos, la culpa y los miedos son frecuentes en todos y no hacen más que seducirnos para caer en la tentación del sufrimiento, en ocasiones gratuito o estéril.
- B.M.: En el último capítulo de “
La vida desnuda” citas el libro de
Viktor Frankl “
El hombre en busca de sentido” y creo que las conclusiones de este mítico libro forman parte del mensaje que quieres transmitir con tu novela y que creo que sería, por una parte, que el hombre es el ser que siempre decide lo que es y, por otra parte, que no es el sufrimiento en sí mismo el que nos hace madurar, sino que somos nosotros los que damos un sentido a ese sufrimiento. ¿Estarías de acuerdo?
- M.C.: En cierto modo, sí. La actitud que uno adopta ante la vida puede ser determinante ante algunos contratiempos. Hay ocasiones en que por mucha voluntad que uno ponga, la vida se impone tozuda y aplica su criterio, pero incluso en esos casos, la aceptación y la capacidad de desdramatización permiten que avancemos y nos aporta cierto bálsamo vital.
Desde
Trabalibros agradecemos a
Mónica Carrillo el tiempo que nos han dedicado y su amabilidad al contestar nuestras preguntas. Agradecemos también a la
editorial Planeta el haber hecho posible este encuentro.