Trabalibros entrevista a Ana R. Cañil, autora de "El coraje de Miss Redfield", publicado por Espasa

viernes, 30 de noviembre de 2012
"La ficción me aporta libertad y me da una cierta sensación de tener algo mágico entre las manos".
Ana R. Cañil ha sido redactora jefe del semanario El Siglo, directora de Informe Semanal, delegada de El Periódico de Cataluña en Madrid y subdirectora del periódico digital soitu.es, ocupando también diferentes puestos en el periódico económico Cinco Días.

El coraje de Miss Redfield (Ana R. Cañil)-TrabalibrosEsta es su tercera incursión en el mundo de la literatura. Tras cosechar un importante éxito con "La mujer del maquis" (Premio Espasa de Ensayo 2008) escribió "Si a los tres años no he vuelto", una novela sobre los robos de niños en las cárceles franquistas de mujeres. En "El coraje de Miss Redfield" nos sorprende con una historia romántica que rompe barreras y que va más allá de la amistad y del amor, en el trasfondo de una España que, aun sometida a una Dictadura, da sus primeros pasos hacia la Democracia.

Bruno Montano, Trabalibros (B.M.): "La mujer del maquis" era un reportaje periodístico que se convirtió en ensayo. "Si a los tres años no he vuelto" es una ficción en la que, según tú, el 80% de lo que sucede es real. En tu última novela "El coraje de Miss Redfield " lo real ocupa mucho menos espacio. ¿Te vas liberando poco a poco de lo que tú llamas “la tiranía de las fuentes”?

Ana R. Cañil (A.R.C.): Sí, pero me cuesta muchísimo. En este libro lo he pasado menos mal que en los anteriores. En este lo he pasado muy bien, primero por el tema, que me ha hecho sufrir mucho menos que en los otros. Segundo porque los personajes, el contexto y los principales protagonistas de aquí, como Miss Hibbs y Miss Bobby -las nannies de los años 60 en Puerta del Hierro- están muertas, lo cual en un aspecto ha sido una desdicha porque he llegado tarde por muy poquito (por ejemplo, algunas se murieron en el 2000, 2002, 2003...) pero me liberaba de la responsabilidad que me puede perseguir si hago daño. Porque cuando escribes piensas, ¿quíén soy yo para juzgar? Y eso en periodismo lo hacemos muy a menudo, y yo ya llevo muchos años como para llevar sobre mis espaldas algunas culpabilidades. Yo diría que menores, comparado con lo que hay por ahí.

De los tres libros es el que más ficción tiene, aunque el contexto es totalmente real. Miss Hibbs es real, todos los personajes secundarios son reales. No son reales los protagonistas, pero están basados en la realidad. A Beryl Adams le he cambiado el nombre, porque podría estar perfectamente bien, pero no fui capaz de localizarla ni siquiera en Lyon. Tampoco he profundizado de verdad en el destino del anillo de Jarabo, que es otro de los misterios. A Beryl Martin, que es el personaje real, le he cambiado el apellido porque he pensado: si esta mujer tiene hijos y nietos puede que no sepan que se vio envuelta en este lío totalmente accidental en su vida, puede que no sepan que se enamoró de quien no debía. 

B.M.: La elección del año 1962 para ambientar tu novela no es casual. Fue el año del IV Congreso del Movimiento Europeo, llamado peyorativamente por los franquistas “Contubernio de Múnich”, que significó un primer paso en España hacia la democracia. ¿Consideras que este momento fue uno de los primeros antecedentes de la transición?

A.R.C.: Yo escogí el año 1962 porque a mí me parecía uno de los años más interesantes de la segunda parte de la dictadura. Con la formación económica del 58 había habido un plan de estabilización y empezaba un poco a despegar este país, a quitar un poco toda la caspa y la censura que tenía, los coches ya empezaban a abundar en la calle, ya no habían sólamente 600. Luego, cuando yo empecé en periodismo económico en Cinco Días descubrí qué era el Contubernio de Munich gracias a un señor que se llamaba el profesor Prados Arrarte, que era economista y que había estado en el Contubernio de Munich.

Entonces, ya había escuchado algunas veces la discursión de si fue el preludio de la Transición; algunos historiadores, bastantes, mantienen que sí. Otros mantienen que se ha mitificado el Contubernio de Munich, porque nunca se invitó a los comunistas. Y sin los comunistas es muy difícil hacer la Transición, porque en el año 62 la única clandestinidad y oposición de verdad que había era la del Partido Comunista. Pero en líneas generales sí se puede decir que es un intento de consenso y Franco tuvo mucha cara porque sabía que se celebraba, pero más cara tuvo don Juan, que cuando deciden que los van a detener por el éxito que ha tenido el Contubernio en el exterior don Juan se desmarca y deja tirados a los monárquicos. El año 62 está escogido claramente porque me encantaba.

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B.M.
: Las “nannies” inglesas que protagonizan tu novela no eran institutrices, pero tampoco meras amas de cría. Eran mujeres cultas, con una gran formación, venidas algunas de ellas del prestigioso Norland College. ¿Cuál crees que fue el papel que jugaron en la educación de los vástagos de la alta burguesía y la aristocracia española? ¿Crees que influyeron de alguna manera en esa generación de hijos de nobles y de ricos?

A.R.C.: Sí, y de empresarios y de banqueros. Verás, tengo dos anécdotas. Una mía, de cómo llego a las nannies, y otra de la familia Franco. La mía trata de cómo empieza este libro. Salgo de una rueda de prensa y estábamos un grupo de madres diciendo: 

- "Anoche salí de la redacción a las once, estoy harta". 
Y el hombre que había dentro, un banquero de dinastía noble al que conozco de hace tiempo, me dijo:
- "Hay que ver cómo os ponéis las chicas hoy, dejad de culparos como madres. Yo a mi madre la veía por la mañana un minuto y por la noche otro minuto, a mí me ha criado nanny". 
Y yo le pregunté: 
- "¿Cómo que nanny? ¿Una institutriz?" 
Y él me dijo: 
- "Una institutriz no tiene nada que ver con una nanny". 
- "¿Qué diferencia hay?"
- "Las nannies nos crían desde que nacemos hasta los 10 años y las institutrices te formaban cuando entrabas en la insoportable adolescencia". 
Yo eso no lo sabía, y entonces le dije: 
- "¡Pero tú no eres tan viejo! Yo soy más o menos como tú". 
- "Estoy hablándote del año sesenta y tantos, en Madrid. Todos los días nos llevaban a Puerta del Hierro y se reunían, charlaban, convivían". 
- "¿Y quién era la nanny más popular?" 
- "La nannísima, es un personaje mítico".

En ese momento archivé lo de las nannies. Y cuando decidí que iba a escribir la historia me planteé: voy a empezar por un reportaje, luego ya veré. Una amiga intermedió para que conociera a Carmen Martínez Bordiu. Carmen me contó cómo a su hermana, que nace cuando ya está la nanny Beryl Hibbs en casa, si le preguntabas de pequeña y le preguntas todavía: "¿A quién quieres más, a la mamá o a nanny?" Ella te contesta: "A nanny, por favor, cómo puedes comparar".

Hay una clase en Euskadi, en la parte gaditana de Jerez, y en Madrid, y seguro que aquí en Valencia, que han sido educados por nannies antes de marcharse a los colegios, y antes por institutrices. Y los padres de estos tuvieron fraus (nannies alemanas), porque en la postguerra, hasta que pierde Hitler la guerra, se llevaban las fraus, tanto en el País Vasco como en Madrid. Pero cuando Hitler pierde la guerra se extienden las inglesas, por ejemplo los Alba siempre tuvieron una nanny inglesa pero luego traían a las fraus para que apoyaran. Luego hay un segundo estrato que eran las mademoiselles, francesas.

Trabalibros entrevista a Ana R. CañilB.M.: Personalmente desconocía la existencia de estas “nannies” inglesas en España. Pedagógicamente me parecen muy interesantes pero, sobre todo, son literariamente muy atractivas. Fascinantes como personajes. Considero que es un acierto por tu parte escogerlas como protagonistas.

A.R.C.: Yo todo esto sobre las nannies lo he aprendido recientemente. Las tenía asimiladas a las victorianas (entre la señorita Rottenmeyer y Mary Poppins). Yo tenía esa imagen que dan las escritoras victorianas como Jane Austen, Jane Eyre, las Brontë. Cuando me dijeron que antes, cuando yo acababa de nacer y ahora, hasta hace bien poco, las tenía en Madrid a 20 minutos y que se reunían, me parecieron una especie en extinción. Ahora han renacido y Norland sigue siendo un colegio que prepara a nannies. Ahora las contratan los rusos, los chinos y los árabes. Se van a vivir a los Emiratos (como en la película "Ana y el rey") a Moscú o a Pekin.

Son unas figuras muy interesantes. Me costó entender que una nanny no tenía nada que ver con una niñera, con una ama de cría ni con una institutriz. Las nannies tienen una carrera, están formadas culturalmente, porque tienen que enseñar a los niños hasta los 10 años que empiezan el colegio y les forman y dirigen en lecturas y en comportamiento. Son medio pediatras, tienen nociones de enfermería, son profesionales y no es tan fácil. En familias como los March o los Alba o vienes de Norland o no te cogen. Ahora traen a americanas y los más vanguardistas se traen a chinas, para que los niños aprendan el idioma.

B.M.: En el personaje principal, Elsa Redfield -que como tú afirmas es un compendio de todas las nannies que estuvieron en España en los años 60- se da una importante tensión entre contención emocional y pasión desbordada, resuelta a favor de ésta última. ¿Crees que el amor es capaz de sobrepasar cualquier barrera de tipo cultural o educativa?

A.R.C.: Si te contesto desvelo el final de la novela. El problema que tiene Elsa Redfield es que descubre en España que es Miss Redfield y Elsa y que castrar los sentimientos, en ciertos momentos de tu vida, es un auténtico pecado. Que no es una ordinariez llorar o querer a alguien más de lo debido. Pero se enfrenta a que ella ya no es Jane Eyre, ella es una nanny con personalidad propia en el siglo XX. Y el siglo XX es la década de los 60, la liberación de la mujer, la explosión del voto y esto le va a determinar en muchas cosas. Pero el amor es determinante siempre. Y el Conde Rojo es un personaje determinante y un clásico de los años 60. Es un renegado de su clase.

B.M.: Después de dos libros con trasfondo dramático y plagados de testimonios muy duros, "La mujer del maquis" y "Si a los tres años no he vuelto", esta vez optas por un tema más amable. ¿Emocionalmente necesitabas este cambio?

A.R.C.: Totalmente, pero no sólo por el desgaste que sentí con las otras dos novelas, con las que sufrí mucho, sino porque en mi trabajo cotidiano, de hacer economía, hacer política y cubrir desahucios o cubrir manifestaciones se necesita mucho ánimo, lo necesitamos todos en este país para levantarnos todos los días. Elsa Redfield es un personaje mucho más amable y capaz de salir de las adversidades. Necesitaba acabar el libro con una sonrisa y yo quería que el lector lo terminara con una sonrisa. Que durante dos días te olvides de esta locura que nos está pasando.

B.M.: Es muy común que los buenos periodistas se atrevan también con las novelas. ¿Crees que el paso de la escritura periodística a la escritura de ficción es un paso lógico? ¿Qué te aporta la narrativa que no te da el periodismo?

A.R.C.: Estoy a caballo entre las dos. La ficción me aporta libertad y me da una cierta sensación de tener algo mágico entre las manos, porque puedes cambiar desde la ubicación de una casa (trasladarla tres kilómetros) a un personaje, te hace huir de la realidad. La realidad hay veces que es para escaparte de ella, siempre que mantengas los pies en el suelo. Terminamos en la ficción pero, en mi caso, creo que siempre arrastraré el alma de periodista. 

Desde Trabalibros queremos agradecerle a Ana R. Cañil el tiempo que le hemos robado. Para nosotros ha sido un placer tener la oportunidad de intercambiar unas palabras con esta escritora y periodista.
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