Trabalibros entrevista a Leopoldo Abadía, autor de "Cómo hacerse mayor sin volverse un gruñón"

“Vive en paz, vive ya y aprovecha tu tiempo para hacer feliz a los demás”.
Leopoldo Abadía tiene 81 años. Es doctor en Ingeniería Industrial y fue profesor del Instituto de Estudios Superiores de la Empresa (IESE) durante 31 años.

Su vida cambió en 2008, cuando pasó de ser una persona normal a ser alguien conocido. Desde entonces son frecuentes sus apariciones en programas de televisión y radio, ha dado multitud de conferencias y suele colaborar habitualmente en medios de prensa digital y de papel. Es autor de varios libros que se convirtieron en best sellers, como "La crisis ninja y otros misterios de la economía actual", "La hora de los sensatos", "¿Qué hace una persona como tú en una crisis como esta?" y "El economista esperanzado", obra que obtuvo el XXIV Premio Espasa en 2012.

Bruno Montano de Trabalibros tuvo la oportunidad de entrevistarle cuando escribió "La Economía en 365 preguntas" (aquí la entrevista) y se ha reencontrado con él con motivo de la publicación del último de sus libros titulado "Cómo hacerse mayor sin volverse un gruñón" (ed. Espasa), un texto en el que, "con su inconfundible estilo y elegante sentido del humor, Leopoldo Abadía se pregunta si el mundo está preparado para enfrentarse a la generación de abuelos más avanzada de la historia".

Cómo hacerse mayor sin volverse un gruñón (Leopoldo Abadía)-Trabalibros - Bruno Montano, Trabalibros (B.M.): Como usted mismo dice, este no es un libro de recetas y consejos ni un libro sobre el “síndrome del abuelo gruñón”, es un libro “desordenadamente ordenado" sobre su vida. Se trata de un texto lleno de disgresiones y anécdotas que aúna experiencias y vivencias personales con una suma de ideas diversas. ¿Qué ha pretendido con él?

- Leopoldo Abadía (L.A.): "Cómo hacerse mayor sin volverse un gruñón" es un encargo de la editorial, como todos los demás. En el mes de Abril o Mayo la editorial se puso en contacto conmigo para decirme: "Queremos que escribas un libro; tiene que estar terminado el 1 de Septiembre, pero sobre todo no te agobies". Y yo pensé: ¡Pero si me agobiáis vosotros! El libro tenía que tratar sobre cómo hacerse mayor sin convertirse en un gruñón. Empecé a escribirlo centrándome en el tema de la vejez y le mandé las primeras diez páginas a Espasa y me dijeron: "No es esto lo que buscamos. Queremos que hables de ti". Así que empecé a contar lo que he hecho en mi vida y al final que sea la gente la que deduzca si soy gruñón o no. Y salió este libro. Me puse a escribir cosas y mientras lo hacía, siempre había gente que me iba diciendo: podrías contar esto, o aquello. Y yo lo iba incorporando al libro. Por eso digo que es desordenadamente ordenado.

- B.M.: Tras un año accidentado en el que ha sufrido una fractura de cadera y un incendio, usted ha resurgido de sus “cenizas” convertido en Leopoldo 2.0, una versión mejorada y un poco “vintage” del antiguo Leopoldo.

- L.A.: Sí (risas), "vintage" y bastante retro.

01.Bruno Montano de Trabalibros entrevista a Leopoldo Abadía
 
- B.M.: ¿En qué sentido y cómo estos accidentes le han mejorado?
- L.A.: No creo que haya mejorado. Pero sí hay algo que me ha ido muy bien y que pongo en el libro, y es que no he acumulado. Yo no tengo la sensación de que haya sido un año malo. Me han pasado cosas, eso es verdad, pero no he tenido la sensación de haber pasado un año especialmente malo. Me operaron de la cadera pero lo hicieron muy rápido y muy bien, al cabo de un mes andaba con muletas ya prácticamente normal y al cabo de dos sin muletas. Ahora voy con bastón porque me resulta más cómodo, pero en realidad no me hace falta. No tengo la sensación de haberme hecho cenizas y luego haber renacido de ellas, yo pensaba que en cuanto me recuperara volvería a la vida normal (si se puede llamar normal a la vida que llevo ahora).

Lo de la cadera fue en Enero y puede que la primera conferencia ya la diera en Marzo. Y no perdí ni una sola semana de escribir en El Confidencial, porque el día que me caí acababa de terminar el artículo. Fue mandarlo y romperme la cadera, o sea que nadie se enteró de nada. Por eso digo que, aunque tengo la sensación de que este año me han pasado cosas, no me han agobiado. No hemos acumulado, que sería lo que podría haberme llevado a hundirme en el barro.
02.Bruno Montano de Trabalibros entrevista a Leopoldo Abadía
- B.M.: En relación con esto, usted afirma en el anexo final que una vez reconocidas nuestras propias limitaciones debemos buscar "extensores o extensiones de nosotros mismos y no limitadores”. Esto me ha recordado una idea genial de José Antonio Marina que dice: una conducta inteligente es aquella que hace que aumenten nuestras posibilidades de acción. ¿Lograr la mejor versión posible de uno mismo (ética, social, intelectual…) debería ser uno de los objetivos prioritarios de la vida?

- L.A.: José Antonio Marina tiene muchas ideas geniales. Sobre tu pregunta te diría que sí, lo que pasa es que yo tengo mis dudas sobre si conviene racionalizar ese objetivo, plantearse el hacer cosas para conseguirlo. A mí eso no me gusta. Pensar, por ejemplo, que voy a ser más amigo de mis amigos porque así me enriquezco más, no lo veo bien. Lo que debería hacer es pensar que voy a ser más amigo de mis amigos, punto. Y, si como consecuencia me enriquezco, bienvenido sea. ¿Por qué yo, gracias a Dios, tengo muchos amigos? Es que yo me lo paso muy bien con ellos. Me gusta ayudarles, pero es que ellos también me ayudan mucho, con su cariño. Ayer mismo le mandé un mail a un amigo diciéndole: "A ver si nos vemos" y se cruzó con otro mail suyo que decía lo mismo y que le hacía mucha ilusión. ¿Qué he mejorado yo en mi actitud? Pues he procurado querer a la gente, a mi mujer, a mis hijos, a mis amigos, y haciéndolo me enriquezco muchísimo, pero no me gusta instrumentalizar esto, planear que voy a hacer algo para conseguir a consecuencia un beneficio.

- B.M.: No le gusta operacionalizar este proceso.

- L.A.: Claro, no me gusta en absoluto porque me parece que esto es falso. Por eso no me acaba de gustar marcarme eso como objetivo en la vida. Que eso sea consecuencia de mis acciones me encanta. Por ejemplo, el que yo pueda volver a verte después de varios años sin habernos encontrado y me acuerde de ti (como acaba de pasar), me encanta. Ahora tengo muchos amigos de la farándula, que pueden parecer extrañísimos, pero yo les aprecio. Belén Esteban es majísima. Mario Vaquerizo, majísimo. Lo que pasa es que le ves con esa pinta... no lo verías igual si fuera con chaqueta y corbata. Si te abres todo lo que puedes, tienes más amigos y estás más cerca de conseguir ese objetivo. Pero conseguirlo debe ser una consecuencia, no algo premeditado. Te llega.
04.Bruno Montano de Trabalibros entrevista a Leopoldo Abadía
- B.M.: Su vida ha experimentado un profundo cambio en estos últimos 5 o 6 años. Ha pasado de ser un anónimo jubilado con amigos convencionales y una vida normal y apacible a ser un personaje muy popular que aparece en todos los medios, con amigos menos convencionales como me acaba de comentar y su agenda es un tanto extraña para un “mozo octogenario”. ¿Los cambios, cuando se es mayor, cuando se es viejo, son mucho más intensos que cuando se es joven?

- L.A.: No lo sé. No puedo contestarte sobre cuando era joven. Yo tenía 74 años y medio cuando empecé con este asunto (aunque decía que tenía 75). De joven mi vida fue muy bonita, estuve trabajando durante treinta años en una cosa que me gustaba mucho y estaba encantado. Después la vida cambió, con los cambios normales para cualquiera; unos cambios salieron mejor y otros peor. Y a los 75 años me llegó un cambio tremendo, que cuando lo pienso ahora digo, ¿pero qué es esto? Por ejemplo, ayer me hizo la maleta mi mujer (me la hace ella siempre) y me puso dos tipos de corbata: la seria porque tenía que asistir al Premio Jaume I y las frívolas (la roja y otras de colores chillones) para las veces que me reúno con vosotros y para las conferencias. Porque en esos casos soy otra persona. 
03.Bruno Montano de Trabalibros entrevista a Leopoldo Abadía
Volviendo al tema, yo sigo sorprendidísimo de todo lo que me ha pasado en los últimos años. Mi familia se ha reido mucho, a mis amigos de siempre les hace gracia que sea famoso; ha sido un cambio brutal. ¿Si esto me hubiera ocurrido a los treinta años qué habría pasado? Igual me lo habría creído. Ahora es que no me lo creo. Me saluda la gente por la calle y eso me gusta mucho, pero también sé que en cuanto lleve unos pocos meses sin salir en la tele ya no me saludará nadie. El otro día me preguntaron qué libro estaba preparando y dije: "Si lo saqué ayer" y me contestaron: "Bueno, pero algo más estará preparando". Quiero decirte que el cambio ha sido muy fuerte, pero no tengo punto de comparación. Y también tengo la ventaja de que, al ser mayor, sabes más que antes.

- B.M.: Con respecto a la vejez, en su libro hace la siguiente reflexión: “Cuando se deja de luchar por ser joven, se muere de viejo”. ¿Es el paso del tiempo lo que convierte a un hombre en viejo o uno toma la decisión de ser viejo sin tener en cuenta la edad?

- L.A.: La vejez es una cuestión cronológica, por supuesto, y de salud. Yo tengo la ventaja de estar bien de salud. Me canso mucho, pero aguanto. Tengo la cabeza más o menos clara y me recupero bastante bien. Hay gente que no puede hacer eso porque está muy "cascada". Ayer me encontré con un amigo mío y me asombré del bajón que había pegado (a lo mejor lo pego yo dentro de seis meses).

Pero olvidándome de lo cronológico y de la salud, la vejez es mucho de aquí, de la cabeza. Es una actitud interna. Y hay gente muy mayor que tiene verdaderos planes. El otro día me contaba un amigo mío que es arquitecto y tiene 97 años, que además va en silla de ruedas y está muy "cascao", que le llevó un proyecto al Alcalde de Barcelona para hacer no sé qué. Pues bueno, ese tío es joven. Cuando llegue el momento se morirá de viejo, pero en realidad es muy joven porque está pensando en un proyecto a su edad. Así que ser joven o viejo es una cosa cronológica y de salud, pero también de la mente. A veces te encuentras gente de 40 años que ves que ya se está volviendo vieja, siempre pensando en lo mal que están las cosas y sin saber qué va a hacer ahora.
05.Bruno Montano de Trabalibros entrevista a Leopoldo Abadía
- B.M.: El sentido común vuelve a ser un tema recurrente en su libro. Descartes decía que el buen sentido, el sentido común, era la cosa mejor repartida, pues todo el mundo piensa que posee una buena provisión de él y por tanto no suelen apetecer más del que tienen. El sentido común, en su “versión antigua” (tal como lo refleja la definición que usted cita del Diccionario de la RAE en su edición de 1992), está bien repartido de verdad? Y, si lo está, ¿se usa suficientemente? 

- L.A.: No, claramente. No está bien repartido y, además, yo diría que no tiene demasiado que ver con la formación o el nivel social. Tiene que ver en el sentido de que cuanto más sepas, más sentido común puedes llegar a alcanzar, pero a veces te encuentras gente por la calle de un nivel muy bajo que te dice unas cosas, que parece que el Espíritu Santo esté hablando por su boca. Nosotros tuvimos una cocinera que estuvo sirviendo en mi casa 72 años. La heredamos de mi abuela. En todas esas generaciones no conseguimos que aprendiera a leer ni a escribir, pero tenía muchísimo sentido común. Cuando ves estas cosas te asombras, es admirable.

Interesa mucho que seamos un país con mucho sentido común, porque cuanto más gente tenga sentido común menos bobadas haremos. Y cuando un señor diga algo, le escucharás y dirás: "Pero esto no tiene ni pies ni cabeza". Yo en las conferencias que doy hablo del criterio, creo que está muy relacionado con el sentido común. El criterio consiste en no creerse lo que dice el primer tío que pasa por la calle.

- B.M.: Como lector, me interesa mucho una afirmación que usted hace y que tiene que ver con tener criterio. Es la siguiente: “Para decir cosas hay que tener argumentos. Para tener argumentos hay que leer”. La lectura, al menos para ciertos temas, es necesaria para formar el criterio.
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- L.A.: Sí. Por ejemplo, mi cocinera no leía. Ella, como mucha gente, tiene sentido común pero no tiene capacidad para leer (por la historia de su familia, por lo que fuera). Pero sí hay mucha gente que tiene capacidad. En el libro trato otro tema relacionado con esto que me gusta mucho y que es la libertad. Para hacer las cosas porque me da la gana no necesito formación. Yo creo que, para la gente que tiene capacidad de estudiar, es obligatorio. Estudiar no quiere decir tener que leerse libros gordos y sesudos. Yo, por ejemplo, con leerme mis periódicos y alguna cosa más ya voy haciéndome mis teorías. 

Hoy, por ejemplo, he leído un artículo en La Vanguardia que decía que se está produciendo crecimiento sin creación de empleo. Me parece algo rarísimo. Yo siempre había pensado que, si crece la economía, también crece el empleo. Pues bueno, algo que yo estaba barruntando lo he leído esta mañana escrito por alguien a quien respeto mucho y he pensado: "Me has fastidiado, porque yo iba a escribir también eso". Aunque no sé cuál es la solución, y él tampoco, por más que diga. El país crece pero el empleo no, y es que lo que antes montabas con el trabajo de tres mil personas ahora lo montas con diez. La economía crece, pero no se crea trabajo. Yo creo que sería bueno que discurramos todos, pero para discurrir hace falta saber un poco, y a poca formación que tengas creo que es obligatorio seguir formándose. Y para un tío de 97 años también, porque un tío con 97 años puede estar "cascao" de la pierna pero tener la cabeza cuadrada y eso es fenomenal, es el momento de estudiar aquello que no pudiste o que nunca llegaste a hacer. Hay que ir a los museos. Cualquier cosa que ayude a que la gente tenga cultura nos favorece. A veces pensamos: "¡Qué programas de televisión nos ponen!", pues ponen los que la gente prefiere.

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- B.M.: En "Cómo hacerse mayor sin volverse un gruñón" ha hecho una distinción que me ha gustado mucho. Usted dice que hay dos tipos de personas: los facultativos y los dificultativos. Los primeros tienden a favorecer la vida de los demás y los segundos a hacerla imposible. ¿El dificultativo nace o se hace? ¿Lo lleva en los genes o aprende a serlo porque encuentra algún tipo de placer o ventaja?

- L.A.: En la vida te tropiezas con gente facultativa y con gente dificultativa. Hay gente que pone las cosas fáciles, pero hay otros que, aun teniendo libertad en sus atribuciones, disfrutan de su cota de poder, les gusta demostrar que mandan. Yo creo que, en lo que es la empresa, la familia y la vida en general, el facultativo es muy útil y necesario.

- B.M.: El dificultativo entraría dentro de lo que ahora se llama "gente tóxica".

- L.A.: Eso es. Es gente a la que le gusta marcar su cota de poder.
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- B.M.: Cuando le preguntaban a Freud en qué consistía una vida plena, él siempre decía que había que tener alguien a quien amar, algo que hacer y algo en lo que esperar. Su libro termina con un mensaje lanzado desde San Quirico, ese lugar en el que usted y “su equipo” han sido tan felices: “Vive en paz, vive ya y aprovecha tu tiempo para hacer feliz a los demás”. ¿Este sería un poco resumido el legado humano que a usted le gustaría dejar?

- L.A. Sí. Fíjate que esto va ligado a lo de ser gruñón. El gruñón se amarga la vida a sí mismo y amarga la vida a los demás. Eso no hay quien lo aguante. No tiene por qué ser viejo, también puede ser joven. Si tú eres gruñón, ¿por qué no te conformas con amargarte la vida a ti solo en vez de amargársela a los demás? Y además, la vida ya está lo suficientemente complicada como para que la compliquemos todavía más. Si tú eres una persona que vive en paz, esto se trasluce sin querer. 

Desde Trabalibros agradecemos a Leopoldo Abadía el tiempo que nos ha dedicado y su amabilidad al contestar nuestras preguntas. Agradecemos también al Hotel Astoria de Valencia el haber cedido un espacio ideal para esta conversación y a la editorial Espasa el haber hecho posible el encuentro con este autor.
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