Eva García Sáenz es diplomada en Óptica y Optometría y ocupó durante diez años distintos puestos de dirección en el sector óptico. En la actualidad trabaja en la Universidad de Alicante. Entró en el mundo de la literatura en 2012 con su novela "La saga de los longevos", un libro que le llevó tres años de documentación y escritura. Mientras esperaba la respuesta de las editoriales, decidió autopublicar su novela en Amazon y "
La saga de los longevos" pronto se convirtió en un fenómeno en las redes sociales y en un éxito de ventas, impulsada por las recomendaciones de los propios lectores.
Bruno Montano de
Trabalibros ha tenido la oportunidad de entrevistar a
Eva García Sáenz sobre la segunda de sus novelas, "
Pasaje a Tahití" (editorial Espasa), "una historia épica de amor, superación, lazos familiares y secretos con el telón de fondo del Tahití colonial y el fascinante origen de las perlas cultivadas".
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Bruno Montano,
Trabalibros (
B.M.): En tu anterior novela “
La saga de los longevos” hacías constantes flash-backs históricos que conducían siempre al lector a escenarios de la Historia poco conocidos (como es el caso de los escitas). En “
Pasaje a Tahití”, aunque la historia transcurre sólo en 40 años, también has buscado escenarios poco frecuentados por la literatura. Has unido tres archipiélagos, Baleares, Tahití y Japón, con un denominador común: las perlas. ¿De dónde surge la idea de ambientar la novela en el mundo del cultivo de las perlas?
- Eva García Sáenz (E.G.S.): Más que de las perlas quería hablar de emprendedores del siglo pasado, mostrar que antes de esta crisis ha habido otras crisis, que en la época de nuestros abuelos y tatarabuelos también se han quedado en la calle generaciones enteras que han tenido que emigrar y que gente antes que nosotros ha tenido espíritu empresarial y han hecho surgir imperios de la nada.
Que surgiese lo de las perlas me venía bien por Gaugin, me venía bien Mallorca porque tenía que tuviese algo que ver con emprendedores españoles y lo de las perlas fue un poco el "leif motiv", que me llevaba también a Tahití, a Japón, me volvía a Manacor... Fue un poco el hallazgo que me permitió hilar una historia tan exótica y tan diversa.
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B.M.: Tu novela es una ficción histórica en la que subyacen todos los grandes temas de la literatura -el amor, la infidelidad, la rivalidad entre hermanos, el viaje, la aventura, la ambición, la violencia, el regreso- y de la que se desprende un mensaje final: el que sigue el camino del corazón no se equivoca nunca. En un mundo lleno de “ruidos y distorsiones”, ¿hay que estar siempre pendiente de esa vibración íntima que nos conecta con lo más vivo que hay en nosotros, con lo que realmente somos?
- E.G.S.: Sí. En "Pasaje a Tahití" todos los personajes toman mal sus decisiones y eso les lleva a no vivir la vida que quisieran realmente. Yo creo que el libro habla de que todas las decisiones tienen un coste, si eliges algo renuncias también a algo. Cada uno de los personajes elige en cada momento lo que para ellos es la mejor decisión según sus circunstancias y esas decisiones tienen consecuencias, tanto para sí mismos como para otros. Es una novela de malas decisiones. He querido que el final fuera amable, porque les hago sufrir tanto y pasarlo tan mal que lo merecían.
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B.M.: Algunos de los que han tomado malas decisiones las corrigen (tarde, pero las corrigen) y otros no.
- E.G.S.: Sí, exactamente. Escribas lo que escribas yo creo que los grandes temas de los que hablabas antes acaban saliendo. Las familias enfrentadas, los sentimientos que surgen... son temas que siempre aparecen, porque si escribes una novela tienes que escribir de conflictos, no vas a escribir de lo bien que se lleva una familia, entonces no tienes novela ni nada que contar. Toda ficción se basa en el conflicto y en los conflictos primarios el germen siempre está en la familia, porque la célula social es la familia.
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B.M.:
Laia es un vértice en un triángulo amoroso en cuya área se plantea uno de los grandes dilemas existenciales del hombre: ¿seguridad o incertidumbre? Laia, al principio, opta por la seguridad, elige a
Hugo porque, como dice, “con él una sabe lo que espera de la vida” y deja a
Bastian asegurando: “somos demasiado diferentes. Pero estando juntos todo es tan… vivo”. ¿La excesiva “prudencia” puede lastrar una vida, desvitalizarla?
- E.G.S.: Yo creo que a Laia le gustaría seguir el camino del corazón, pero es realista. Es una mujer del siglo XIX y si no sigue el camino de la realidad, ¿qué opciones tiene? Sin trabajo, sólo le quedaría prostituirse o mendigar. No tiene más opciones, Laia es una persona muy amordazada por las circunstancias y no creo que sea una mujer fría, ella es muy consciente de su renuncia y yo la veo más sacrificada que fría.
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B.M.: Tu novela se desarrolla en cuatro partes, en las cuales vas entretejiendo 64 capítulos que transcurren en dos planos temporales diferentes: la historia de Laia, Hugo, Bastian y Denis (que se desarrolla desde Agosto de 1889 hasta Febrero de 1906, durante 17 años) y el regreso de Denis a
Tahití (desde Octubre de 1929 hasta Marzo de 1930, durante 6 meses). Al ser los capítulos tan breves, a mí me ha provocado la sensación de que la historia avanza, pero con un cierto vaivén, como si se tratara de una especie de danza. La complejidad estructural y temporal de tu novela, además de una gran demanda de atención por parte del lector, ¿qué más aporta al texto?
- E.G.S.: Lo que quería sobre todo es que el lector en todo momento se preocupase. Los dejo casi siempre colgados del acantilado, les hago casi siempre un "cliffhanger". De hecho hay un "cliffhanger" literal, porque me apetecía mucho dejar a un personaje realmente colgado del acantilado. Si hago capítulos cortos es al hilo de lo que te comentaba antes: ahora leemos rápido, a los lectores nos gusta enorgullecernos de que hemos leído una novela en tres días y esta es una buena forma. Si haces capítulos largos, muy descriptivos, en los que no ocurren demasiadas cosas, tienes muchas posibilidades de que el lector lo deje para mañana porque le dé la sensación de que no está pasando nada. Y puede que mañana ya no retome esa lectura, si mañana te llega un nuevo libro o pones en la tele Juego de Tronos. Vas dejando el libro y a las dos semanas ya no te acuerdas de él.
Yo creo que ahora tenemos un cerebro mucho más superficial, como defiende el ensayo titulado "¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?" de Nicholas Carr. Realmente prestamos menos atención, la mantenemos menos y a mí misma como lectora me está pasando. Intento escribir el libro que a mí me resultaría adictivo de leer y que yo disfrutaría leyendo. De ahí esa estructura, está muy pensada según mi manera de leer, como la lectora que soy ahora. Como tengo la experiencia de "La saga de los longevos" y sé lo que les gustó y lo que no les gustó a mis lectores, intento escribir de esa manera. Puede que mañana cambie y que haga sólo dos capítulos y me quede tan ancha, evolucionaré, obviamente, pero de momento esa estructura para mí era como tenía que contar la historia.
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B.M.: Digamos que has elaborado así la estructura para atrapar la atención.
- E.G.S.: Sí, totalmente. Para mantenerla y para que el lector no deje el libro.
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B.M.: En un momento dado de la novela
Laia comenta que las madres de la época regalaban a sus hijas
Madame Bovary,
La Regenta o
Ana Karenina como “elementos de control”, como ejemplo de mujeres rechazadas socialmente por infieles que nunca debían seguir.
- E.G.S.: Sí, esto se hacía para que vieran qué pasaría si fuesen infieles. Toda la sociedad les iba a dar la espalda, incluso podían acabar muertas. Esto se hacía antes e incluso en mi generación, yo me crié en un colegio de monjas y se seguía haciendo. Es una manera de aborregar a la juventud o a los escolares mostrando qué pasaría si te salieras del carril.
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B.M.: Lo que pasa es que muchas veces la lectura de estos libros invitaba a todo lo contrario.
- E.G.S.: Claro, es que no pueden detener un torrente, con quince años eres pura hormona.
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B.M.: En pleno siglo XXI audiovisual y virtual, ¿la literatura sigue siendo un instrumento eficaz para modelar a los lectores, mostrándoles ejemplos a seguir o a rechazar?
- E.G.S.: Yo creo que hay demasiada competencia. Tengo muy claro que las nuevas generaciones van a consumirlo todo en tablets o en pantallas. Es difícil convencer a un chaval de quince años de que se compre un libro, va a leer en tablet. Y yo pienso que hoy en día van a tener muchas más influencias externas que la literaria. Creo que ese porcentaje de control por parte de la literatura se va haciendo cada vez más pequeño. Perderá parte de su peso específico, ahora hay muchas más opciones. La literatura se ha convertido en una opción más de consumir contenidos, como son las series o las películas, se ha quedado al mismo nivel de ocio y de ficción. Esto no es bueno ni es malo, es una evolución. No dejamos de evolucionar.
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B.M.: Los padres debemos intentar surtir a nuestros hijos con todo tipo de contenidos, de origen literario o extra-literario, no podemos frenar la evolución hacia lo digital pero sí intentar compatibilizar esta tendencia con la lectura y sus incuestionables beneficios.
- E.G.S.: Sí, como padres es lo que podemos hacer, pero teniendo en cuenta que ellos están metidos en un grupo de amigos y en una sociedad que les está educando a esto. Si a un niño le pones una pantalla delante, mayoritariamente ahora la va a preferir a jugar al fútbol o a jugar con el muñeco de Spiderman. Va a preferir ver a Spiderman en la pantalla que tener el muñeco agarrado. Es así y tampoco debemos de horrorizarnos por esto.
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B.M.: En realidad lo interesante es que lean, sea cual sea el formato, digital o de papel. A mí personalmente me gusta más el de papel y no creo que el libro desaparezca, pero entiendo que las nuevas generaciones prefieran el digital.
- E.G.S.: Yo creo que habrá un par de generaciones de mixtos. Creo que los lectores de 40 años en adelante van a seguir siendo lectores sólo en papel, los de 30 a 40 seremos mixtos, nos mantendremos así y siempre preferiremos seguir aumentando nuestra biblioteca y de 20 años para abajo van a ser digitales. Pero lo importante es que la afición sobreviva. Imagínate los monjes que escribían los incunables, cuando llegó la imprenta, ya no hacía falta un copista y el formato del libro cambió y se hizo más pequeño se echarían las manos a la cabeza. Cambió el formato y no pasó nada. El contar historias, el ficcionar, es tan viejo como el mundo y no va a desaparecer. Yo creo que la literatura sobrevivirá, se abrirá camino.
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B.M.: Tú representas un nuevo modelo de escritor multidisciplinar. Además de escribir, eres capaz de diseñar tú misma la página web de tu libro, convertirte en tu propia community manager y dinamizar tu trabajo literario a través de las redes sociales. Esta tendencia creciente, ¿no crees que puede acabar afectando a la calidad de los textos, en el sentido de que el escritor intente compensar o suplementar la insuficiencia de éstos con marketing? ¿O en el fondo, si no hay calidad literaria de base, un libro no prospera a pesar de la promoción?
- E.G.S.: El que piense eso no tiene ni idea de cómo funciona el mundo editorial de verdad. Cuando intentas publicar en editoriales, las editoriales llegan hasta donde llegan durante las primeras semanas, pero después todo escritor se queda solo del todo, seas quien seas. Hay dos tipos de escritores, como dicen las editoriales: para los que en ese momento se acaba todo y los que deciden dar un paso adelante y encargarse ellos mismos de su libro, de ese niño que tanto ha costado parir. Yo pienso que ponerse dignos con el tema de que un escritor sólo debe ser escritor... Mira, todos los artistas de otros tipos han sido también grandes publicistas de sí mismos; todos los grandes políticos (Obama, Gandhi...) tenían muy asumido que debían ser grandes publicistas de sí mismos (hasta Jesucristo, si bien lo pensamos).
Debes saber venderte y saber vender bien lo que haces. Aquello de que "el buen paño en buen arca se vende" es un refrán que tendría validez en el Medievo, ahora ya no. Y tenemos tal exceso de contenidos, de propuestas de todo tipo (culturales, de ocio, etc...), hay tal saturación que, realmente, la moneda de cambio de hoy en día, el oro, es la visibilidad, la atención. Y todos tenemos microsegundos de atención para vender un libro, para vender un Mundial o cualquier otra cosa. El escritor que se ponga digno con eso y que piense que la editorial le va a hacer la promoción... me parece muy bien, pero son maneras diferentes de ver este tema.
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B.M.: Eso se observa claramente en las
librerías, en la diferencia entre cómo son ahora y cómo eran antes. Ahora hay una enorme saturación de títulos para el mismo espacio físico de exposición, la rotación de libros es muy rápida, en dos o tres meses el libro se devuelve porque no hay espacio ni tiempo, llegan auténticas avalanchas de títulos nuevos cada 2 ó 3 semanas. Es imposible físicamente exponerlo todo y hay que ir jugando con los espacios y los tiempos. Hablando con libreros veteranos, ellos me comentaban que, en ocasiones, habían tenido dos años un libro reposando en la librería y a partir de este tiempo es cuando había empezado a funcionar. Ahora sería imposible hacer algo así, un libro tiene unos dos meses de exposición para conquistar al lector y, si no funciona, se tiene que devolver. Entonces, si el editor te deja a los dos meses y el librero también, a partir del cuarto mes el único que puede seguir manteniendo visible el libro es el propio autor.
- E.G.S.: Si el autor empieza a moverse a partir del cuarto mes ya llega tarde. Al cuarto mes ya no hay nada que hacer, tienes que empezar a calentar el mercado tres meses antes de que el libro llegue a las librerías, a hacer concursos, a moverlo en las redes sociales y tener a la gente preparada para que la primera semana vayan a comprarlo. No hay otra manera. Y el que no quiera entrar en el juego, puede que haya escrito una magnífica novela que no se venda y que a la próxima vez ni siquiera pueda ya publicar, porque la editorial le diga que no ha vendido. Estas son las reglas del juego de hoy en día. Quien quiera escribir que escriba, pero si quieres escribir y publicar tienes que conocer el mercado, y este mercado es como cualquier otro. Da igual que estés en el sector óptico, en el sector de las grandes distribuidoras, en el de la empresa pública o en el sector editorial; en todos ellos, incluso el sector de la empresa pública, es importante el marketing porque hay que vender. Y el escritor que se ponga digno está un poco fuera del mercado.
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B.M.: Puede que muchos sean conscientes, pero no todos son capaces de hacerlo por sí mismos.
- E.G.S.: Yo creo que es un tema generacional, a los escritores más mayores les va a costar más. A los escritores a partir de cincuenta años les resultará bastante difícil, los que esten sobre los cuarenta todavía puede que se defiendan bien muchos y los que ahora están sobre los veinte, que son nativos digitales, y lleguen después nos van a dar mil vueltas en esto y posíblemente la promoción física ni se la planteen, porque todos sus lectores sean también nativos digitales y no necesiten recurrir a la promoción física.
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B.M.: En ese sentido puede que sea más justo, porque hay muchos libros que no pasan por el filtro de las editoriales, que aunque se tiende a pensar que es un filtro de calidad no siempre es así.
- E.G.S.: Claro, es más democrático. Ahora decide el lector. Es más real, no decide sólo sobre el libro un grupo reducido de personas.
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B.M.: De hecho, te he oído decir que estamos en la “época de la recomendación”. Los
blogs, las webs, las diversas
redes sociales, facilitan y ponen al alcance de todos las opiniones de los lectores sobre los libros. La crítica literaria entendida a la manera clásica ha perdido presencia e influencia y ha sido sustituida en muchos casos por los nuevos prescriptores. Yo creo que, aunque sigue teniendo sentido el papel de la crítica literaria, la prescripción ha quedado sobre todo en manos de éstos.
- E.G.S.: Totalmente. Y creo que la gente que consulta las críticas literarias de siempre tiene un rango muy determinado de edad, de estatus cultural y económico; pero cualquier persona, cualquier lector, cuando le apetece un libro y antes quiere informarse sobre él consulta en internet y desde ahí ya elige dónde se mete y a quién cree, pero se da una vuelta antes. Ahora todo el mundo opina.
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B.M.: Han ido desapareciendo los opinadores profesionales, las revistas de literatura. Quedan muy pocas y, excepto las muy técnicas, las de divulgación general de literatura han desaparecido. La crítica ya no tiene el poder que tenía, antes ejecutaban verdaderas sentencias y, si no te aprobaba el poder de los críticos, no vendías ni un libro, las librerías ni siquiera lo pedían. Y al contrario, si la crítica te apoyaba tenías abierto el camino hacia el éxito.
- E.G.S.: Yo creo que ahora todo es más real, no está tan prostituido. Es más espontáneo. Y por otra parte, el lector que opina es anónimo, el anonimato de internet da esa espontaneidad de la sinceridad. Si le gusta te lo va a decir y si no le gusta también lo va a decir sin cortarse. A lo mejor eso mismo cara a cara no lo dirían así, pero desde el anonimato que da internet la gente es mucho más espontánea y más real.
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B.M.: Aunque por otra parte, muchas veces la impunidad que les da ese anonimato hace que pierdan un poco las formas.
- E.G.S.: Eso hay que asumirlo, hay que saber dónde estás y ante esos comportamientos ponerte tu coraza. En cada juego hay unas reglas.
Desde
Trabalibros agradecemos a
Eva García Sáenz el tiempo que nos han dedicado y su amabilidad al contestar nuestras preguntas. Agradecemos también a la Dirección del Hotel Astoria de Valencia el haber cedido un espacio ideal para esta conversación y a la editorial
Espasa por haber hecho posible este encuentro.