Trabalibros entrevista a Ramón Palomar, autor de "La gallera"

"Me interesa la novela criminal que refleja el gran fresco del lumpen patrio e hispano que tenemos a nuestro alrededor".
Ramón Palomar conduce uno de los programas matinales de radio más seguidos en Valencia y es columnista de el periódico Las Provincias desde hace más de veinte años. Ha publicado dos recopilaciones de sus artículos ("El ojo y la bala" y "Carne, cielo y chatarra") y el dietario "Tu mentira es mi verdad".

Bruno Montano tuvo la oportunidad de entrevistarle con motivo de la publicación de su primera novela negra, titulada "Sesenta kilos" (aquí la entrevista). En esta ocasión, Ramón nos ha abierto las puertas de su casa para conversar acerca de "La gallera", un soplo de aire fresco para amantes de la novela negra en estado puro que concentra a narcos, polis corruptos y peleas de gallos en una explosiva mezcla de violencia y venganza (editorial Grijalbo).

La Gallera (Ramón Palomar)-Trabalibros- Bruno Montano, Trabalibros (B.M.): Hace ya seis años que publicaste "Sesenta kilos". Tu nuevo libro, "La gallera", comparte con el anterior estilo, forma y fondo. También comparte a algún personaje, como es Ventura Borrás, lo que me encanta porque era mi personaje preferido de "Sesenta kilos". Pero es un libro más complejo: en lo espacio-temporal, en cuanto a extensión (tiene 200 páginas más), en que aparecen más personajes, más subtramas... En esta segunda novela te has complicado más la vida.

- Ramón Palomar (R.P.): Pero no era mi intención; de hecho, no quería caer en el error de tratar de ser mucho más ambicioso por ser mi segunda novela. Yo quería ir a mi aire, dejé que todo fluyese con normalidad y me salió "La gallera". No fue algo deliberado, no me planteé subir un escalón en cuanto a extensión, ni en cuanto a personajes, ni en cuanto a tramas. Fue un proceso muy natural. Imagino que todo el aprendizaje que acumulé con "Sesenta kilos" lo he aplicado ahora con más veteranía en "La gallera".

- B.M.: Se nota una continuidad y una fluidez en cuanto al estilo y al lenguaje, pero yo observo un plus de complejidad, sobre todo estructural.

- R.P.: Me alegro, pero como te decía, no ha sido algo buscado ni deliberado. Aunque supongo que, como han pasado seis años, inevitablemente vamos acumulando lecturas, veteranía, sabiduría... Eso quiero creer. Pero vamos, me encanta haber sacado adelante una obra más compleja y de casi 500 páginas, me satisface. Pero no porque me haya querido complicar la vida, salió todo muy natural.

- B.M.: Sigues en el mismo género. Recuerdo que, cuando te entrevisté sobre "Sesenta kilos", la califiqué de "novela criminal" porque Fresán, hablando de Piglia y de "Plata quemada", definía así a la novela de éste porque en ella no había policías, o la presencia de policías casi era irrelevante, y los protagonistas principales, lo que llevan la carga de la trama, son delincuentes. Has seguido exactamente la misma línea. En "La gallera" aparece un policía, pero no tiene la típica función de motor de la investigación.

- R.P.: Exacto. No es un policía que esté investigando un caso de asesinato en concreto. Es que el modelo en el que hay un asesino que va cargándose gente, o hay un asesinato al principio y empieza una investigación al uso, por muy retorcida que sea y por mucho que el malo sea un gran psicópata y el policía (o la policía) sean muy dichos y estén muy traumatizados, no me interesa. Como lector la respeto, porque hay grandes autores del género y respeto muchísimo a los escritores que la aplican, pero es una fórmula que no me interesa, que me aburre, que me aplasta. Para mí es mucho más divertido aplicar un punto barojiano, que refleje la lucha por la vida; sacar todo un repertorio de criminales que se están buscando la vida, con una jerarquía entre ellos. Me interesa más la novela criminal en plan "la corte de los milagros" que refleja el gran fresco del lumpen patrio e hispano que tenemos a nuestro alrededor.

- B.M.: La corte de los milagros, que si no recuerdo mal es un barrio de París en el que confluía antiguamente prostitución, mendicidad y delincuencia. La nombras en "La gallera" y este es uno de los guiños culturales que le haces al lector.

- R.P.: Sí, eso es. Esta zona de París aparece en varias novelas de Victor Hugo.

01.Bruno Montano de Trabalibros entrevista a Ramón Palomar
- B.M.: En tu libro he encontrado una buena definición del tipo de novela que te interesa. En este caso el narrador, refiriéndose a Santiago Esquema, dice: "Se aficionó más a las novelas de malhechores diabólicos que a las de astutos detectives".

- R.P.: Exacto, es eso. Siempre que puedo, deslizo alguna "perlita" de este tipo. Es que a mí me interesa el paisanaje del ser humano y las descripciones, que creo que es algo que se está olvidando, porque como la prosa últimamente es muy minimalista y muy sencilla para que el lector la pueda digerir mejor... Yo no creo que sea por estilo, creo que es un truco comercial para favorecer el pensamiento perezoso del lector. Yo creo que estamos obviando que trabajamos con palabras y, cuando veo que hay gente que ha renunciado completamente a describir algo, no lo aprecio como lector. Ya sabes lo que decía Pla: "opinar es muy fácil, describir es muy difícil".

- B.M.: Claro. En este género hay muchos lectores perezosos que no quieren perderse en divagaciones y descripciones, sino que buscan una trama galopante que les conduzca rápidamente a la conclusión de la trama.

- R.P.: Y averiguar cuanto antes quién es el asesino. Es el juego del gato y el ratón, que a mí no me interesa demasiado.

- B.M.: Es entretenido, pero poco más.

- R.P.: Eso es. Pero con el entretenimiento pasa algo muy curioso: últimamente se asocia entretenimiento a algo flojo y banal. Billy Wilder es entretenido, John Ford es entretenido, los hermanos Marx también, Luis Buñuel me entretiene una barbaridad y me gusta... El entretenimiento antes no estaba reñido con la calidad; ahora parece que si algo es entretenido tiene que ser tontorrón y masticable. Creo que ahí tenemos que hacer todos un poco de esfuerzo y decir: se puede entretener al lector sin que ello conlleve una merma de la calidad.

- B.M.: Estoy de acuerdo. Y es que además, pensar es increíblemente entretenido. Y la mayoría de libros que lees no te hacen pensar, sólo corretear entre lugares comunes y frases hechas.

- R.P.: Pensar y descubrir. Muchos lectores me preguntan si existe un circuito de peleas ilegales de gallos y les digo que sí, porque lo he visto, me han llevado a él. Y ellos se quedan muy pasmados. Yo, en la medida de lo posible, tanto en "Sesenta kilos" como en "La gallera", el punto original ha sido fijarme en lo que los demás no se fijan. Peleas de gallos hay en todas las ciudades españolas y hay apuestas que superan el millón de euros en un combate. Y como lector, a mí lo que me gusta es que me descubran cosas, aparte de pensar y reflexionar un poquito.

- B.M.: Aparte de describir la realidad de las peleas de gallos, tu novela también funcionan como una gran metáfora. La metáfora de la vida real en sociedad, esa lucha de egos...

- R.P.: Sí señor. Lo de la gallera me interesaba -y además es el título que le propusimos a la editorial Grijalbo y que les gustó- porque vimos una gallera. En los negocios, en los medios de comunicación, en la política, en el cine y en cualquier ámbito de la vida se nos exige ser el gallo del corral. Pero por otra parte, gran paradoja, estamos en una sociedad muy gallinácea. Porque, como seas un tanto políticamente incorrecto, te masacran. Es decir, por un lado nos exigen ser el gallo del corral, pero por otro lado cuidado, que nadie se salga de la fila del pensamiento único y de los cuatro mantras que existen, porque si no te destrozan. Hemos pasado también de ser un ruedo ibérico que se decía a ser una gallera, en la cual siempre estamos compitiendo. Y a mí esto es algo que me disgusta. Parece que siempre tengamos que competir contra el otro y ser el mejor, eso es muy anglosajón. Somos los gallos que nos sueltan ahí, con los espolones afilados para que nos matemos unos a otros.

- B.M.: Te sigue interesando el lumpen autóctono español, no el americano, el anglosajón o el nórdico que se puso de moda hace unos años. Una definición que te gusta bastante sobre tu primera novela es la de "novela negra cañí".

- R.P.: Me encanta. 

- B.M.: ¿Qué particularidad tiene esa criminalidad patria tan mediterránea?

02.Bruno Montano de Trabalibros entrevista a Ramón Palomar- R.P.: Pues la particularidad fundamental es que no les hacemos caso. Aquí alucinamos con el lumpen nórdico, que hay muy poco, nos fascina el lumpen anglosajón, sobre todo el norteamericano por todo el cine y las series que vemos, pero a nuestro lumpen nunca le hacemos caso. Me da la sensación de que siempre están copiando las fórmulas de otros sitios. Si los americanos tienen un psicópata aquí se inventan uno, pero yo no veo a tanto psicópata por aquí. Yo lo que veo es un lumpen muy rico, muy heredero de la tradición de la picaresca y de las pendencias de Quevedo, Lope de Vega y compañía, pero al cual no prestamos atención. Y es por lo de siempre, porque seguimos teniendo un complejo y siempre creemos que lo nuestro es peor. Y un mangui de Ponferrada, de Cáceres o de Albacete le puede mirar a los ojos a un mangui de Alabama, Wisconsin o Iowa, pegarle un guantazo y tumbarlo. Y no olvidemos que España en general, tanto Galicia como toda la costa del Mediterráneo, es una entrada de droga espectacular. Y por la situación geoestratégica de España, que es el paso entre África y Europa pero también la entrada desde Hispanoamérica o de los países árabes, aquí tenemos un gazpacho y un mejunje extraordinario.

Aquí tenemos unos manguis extraordinarios, en el sentido en que son un gran material para generar novelas. De hecho, "El Rubio" de "La Gallera" existe. Yo le conozco, y ha estado en la cárcel. En la novela le he maquillado para que no se reconozca, pero "El Rubio" era un tío que curraba en Mercavalencia, que empezó a dedicarse a esto de la manera que yo cuento y que de repente se vio muy joven manejando 300 kilos de coca al mes, sin llegar a los 30 años. Y claro, a un tipo que gana tanto dinero siendo tan joven es muy fácil que se le vaya la olla. Un mangui español no es tan diferente de uno de Marsella o a uno de Italia, tiene sus particularidades, pero el problema es que no les hemos hecho caso nunca. Nunca les hemos permitido que sean ellos los protagonistas. Como mucho desde el lado puramente cómico y grotesco, pero nunca les hemos vindicado.


- B.M.: ¿Entonces podríamos decir que tus dos novelas son una vindicación del lumpen hispano?

- R.P.: Totalmente. 

- B.M.: Una vindicación de que también somos capaces de crear y fabricar nuestros propios "malos", que merecen la misma atención que los de otros países.

- R.P.: Sí. Claro que la merecen. Pero es que el personaje de Basilio existe, Ventura Borrás existe... prácticamente existen todos los personajes de mi novela. Por azares y circunstancias de mi trabajo y del destino me los he ido encontrando y me parecía que era una lástima que estos tíos no aparecieran en ninguna novela. 

- B.M.: En tus novelas también llama la atención la violencia. El primer capítulo ya empieza con grandes dosis de ella, una violencia cruda, completamente explícita. Esa es una constante en las dos novelas. ¿Te interesa explorar la violencia?

- R.P.: No tanto explorarla como algo que dijo en su día Peckinpah. Él decía que con la violencia quería que el espectador sintiese lo que es recibir un disparo en la barriga. Eso se me grabó, me parecio muy buena frase. Sugerir está muy bien y tiene un gran mérito, pero a mí me encanta la violencia explícita porque soy fan de la novela cafre, de la novela energuménica. A mí me gustan las novelas que son un poco de energúmenos, porque si somos demasiado finos o sugerentes nos vamos al folletín y a tomar el té, a matar poniendo veneno en el té y el asesino es el mayordomo. Yo creo que hoy en día, para agarrar al lector por las solapas, hay que darle un castañazo fuerte e intentar ser explícito. Y además lo hago porque me lo paso bien y me gusta. Dicho esto, entiendo que "La gallera" no es apta para todos los públicos y lo asumo. Pero a mí, que alguien me diga que le encanta el libro pero ha tenido que dejarlo porque no podía resistir tanta violencia, me encanta y me parece un gran piropo. Pero por supuesto yo sólo estoy a favor de la violencia en la ficción. Yo vengo de las películas de los 80 de John Woo, de Peckinpah, de Sergio Leone, más que de Tarantino. La ultraviolencia de las películas de John Woo en Hong Kong es alucinante, tiene escenas de tiroteos que es Bach, es Wagner, es Beethoven.

- B.M.: ¿Y Peckinpah no fue el inventor de los balazos a cámara lenta?03.Bruno Montano de Trabalibros entrevista a Ramón Palomar

- R.P.: Efectivamente. Y de un montaje sincopado. Mientras uno cae del techo, el otro recibe otro balazo, vuelve a la caída, vuelve al otro lado... Pero, sin embargo, ¿qué es lo importante en estas películas, la violencia? No. Si rascas un poco, por ejemplo en "Grupo salvaje", te quedas con la historia de unos amigos, de unos forajidos que, pese a ser lo peor de lo peor y unos asesinos, son capaces de ofrecer su vida para salvar a un compañero. Es decir, sigue existiendo cierta moral en su interior, que les obliga a dar ese paso, y que no es más que la búsqueda de la redención. Y en el caso de "La gallera", también hay personajes que son violentos porque les engancha la violencia, pero buscan redención. Si rascas bajo el manto violento se esconden muchísimos más asuntos.

- B.M.: También observo que haces constantes reflexiones sobre el mal. Cuando hablas de Gus le llamas "un deportista del mal", "un Von Karajan del mal", "un yonki de la violencia y del dolor". El mal, por una parte, para tus personajes es rentable, pero se muestra siempre ambiguo. Lo detestamos, pero al mismo tiempo nos atrae. Sentimos cierta atracción por el mal.

- R.P.: Esto está basado en mis observaciones con gente muy violenta que afortunadamente, como yo les conocía, a mí no me pegaban. Algunos de ellos me decían: "Es que yo, desde pequeño, he tenido un umbral de la violencia muy alto. Es que a mí no me da miedo que me partan la cara". Era gente que no era especialmente fuerte ni nada y les daba igual enfrentarse a un tío de dos metros. Y eso me fascinaba. Y también me he dado cuenta de que el mal engancha. Es decir, cuando tú escoges el camino del mal, sabes que es el mal pero poco a poco te vas acostumbrando. Y empleando el mal sabes que das miedo a los demás y eso es una droga muy poderosa. Les da un poder muy primitivo y muy absurdo pero les gusta, porque es gente que no destaca en ciencia, en arquitectura, en medicina ni en nada. En su ambiente les encanta que les tengan miedo y les encanta ser ellos los malos y ser representantes del mal. El mal es una idea que me tienta, porque vengo de una clase media normal, ilustrada, con una infancia muy muy feliz, y nunca puedo llegar a entender por qué alguien elige el mal. Por eso el mal es algo que me fascina. Yo procuro siempre elegir el bien en la vida, por eso me pasma tanto que haya gente que elige el mal y además te confiesa que les engancha, como si fuese la heroína, el sexo o el alcohol.

- B.M.: Funciona para ellos como una adicción sin sustancia, que llaman los psicólogos.

- R.P.: Muy bien, sí señor.

- B.M.: Otra cosa muy adictiva es la venganza. He rescatado una frase de tu libro que dice: "La venganza es una pasión más adictiva que el amor". Uno de los motores narrativos de tu novela es la venganza.

- R.P.: Sí, es la venganza. Esto viene de cuando tuve la suerte de conocer a Pierre Lemaitre en un Valencia Negra que presenté y, hablando con él, nos confesó que él era muy rencoroso y muy vengativo. Ahora que ha triunfado, nos decía que se acordaba perfectamente de toda la gente que le había fastidiado y que les guardaría rencor siempre. Y esto me extrañó, quizá porque yo no soy nada rencoroso ni vengativo, pero luego sondeé un poco entre gente que conozco y vi que muchísima gente considera que la venganza es el motor de su vida, que ellos hasta que no se venguen no van a descansar. Y esto a mí me parece una pérdida de energía terrible. Todo lo que no entiendo me fascina, como el mal o la venganza.

- B.M.: En tu novela hablas de "el aterciopelado y reconfortante abrazo de la venganza". Cuando la obtienes es como una caricia psicológica que reconforta.

- R.P.: Sí, pero supongo que cuando ya la tienes dirás: bueno, ¿y ahora qué?

04.Bruno Montano de Trabalibros entrevista a Ramón Palomar
- B.M.: Una de las citas iniciales, la de Simenon, dice: "Comprender y no juzgar". Yo creo que ese es de algún modo el mensaje de "La gallera". Tratar de comprender a sus personajes y darnos cuenta de que la delincuencia tiene su propia lógica interna. Podemos llegar a comprenderlos, pero ¿se puede pasar de ahí a admirarlos o a quererlos?

- R.P.: No. Los podemos admirar en la ficción, como pasa en "Grupo salvaje" o en "El bueno, el feo y el malo". Empatizas, admiras, pero sabes que es ficción. Admirarlos en la vida real, nunca. Y aquí es muy importante diferenciar siempre entre vida real y ficción. Se puede comprender porque, aunque hay algunos que no, la mayoría de delincuentes vienen de donde vienen (de la chabola, de un ambiente desestructurado, de la incultura, de la pobreza, de la miseria) y ese es el único medio que han encotrado, primero para sobrevivir y luego para progresar. Si tienen sangre fría y son inteligentes pueden progresar, porque este mundo sí es una pelea de gallos constante y letal, pero es lo único que han conocido. Yo hay veces que tampoco los comprendo, pero habría que trata de comprender en vez de juzgar inmediatamente con tanta moralina, porque ¿quién soy yo para juzgarlos, que vengo de un entorno normal, que he crecido entre libros? Yo lo he tenido muy bien en la vida, pero hay gente que no lo ha tenido nada bien. Y hay gente que sólo ha conocido eso y su única salida ha sido la delincuencia. Yo admiro a toda persona que, viniendo de un entorno muy desfavorable, logra huir de la delincuencia y adopta una posición en la vida honrada y honesta. Eso es lo que yo admiro. A los otros no les admiro, pero puedo comprender que, por su propia estructura mental, no han podido escapar de esa prisión que llevaban desde que nacieron.

- B.M.: Los malos de tus novelas son muy particulares. Son unos malos humanos, tanto que hasta empatizamos con ellos y de alguna manera nos solidarizamos, en la medida de lo posible. Son humanos hasta el punto de que su maldad incluso les acarrea cierto tipo de dolencias. En el caso de Gus, por ejemplo, para redimirse se autolesiona; Esquemas tiene bruxismo y acúfenos; Basilio es un tullido...

- R.P.: Es que Basilio también existe y es así. Me lo encontré hace una semana, llevaba quince años sin verlo. No sé cómo se llama en realidad, pero el mote es verdadero. Efectivamente, todos tienen sus particularidades. Y de alguna manera, ese trastorno es el peaje que tienen que pagar por estar en el mal. En el caso del gallero Basilio es el que menos culpa tiene, pero era para indicar su contexto y que, no siendo delincuente, por todas sus deficiencias físicas, también es un tipo al margen de la sociedad y, siendo relativamente honrado, no ha tenido más remedio que aliarse con los otros marginados.

- B.M.: Es el marginado dentro de los marginados.

- R.P.: Sí.

05.Bruno Montano de Trabalibros entrevista a Ramón Palomar
- B.M.: Y también llama la atención que todos tus malos son muy amorosos. Excepto Ventura, al que no se le conoce mujer, el resto ama apasionadamente.

- R.P.: Y además son muy fieles. Y tienen una fidelidad muy perruna. De hecho son ellas, sus novias, sus mujeres, las que les mantienen un poquito con los pies en el suelo y las que les recogen cuando están hechos añicos. Ellas son mentalmente más fuertes que ellos, pero no son el reposo del guerrero, en realidad son la guía y el faro que les va dirigiendo y les va ayudando. 

- B.M.: Sí, porque todas son de armas tomar. No hay ninguna "princesita" blandengue, todas son mujeres fuertes.

- R.P.: Es que en un universo así no hay mujeres blandengues. Una mujer blandengue es imposible que tenga por novio a un tipo que se dedica a estos asuntos. Me interesaba mucho destacar que son chicas con muchísima personalidad y mucho carácter, porque para tener a tu lado a un menda de estas características es necesario. Ellos están completamente enamorados, porque saben que ellas son el único agarre al mundo real que les queda.

- B.M.: De hecho, yo tenía esa sensación mientras la estaba leyendo. Ellas me parecían más fuertes, más capaces y más listas que ellos. Ellos eran los que delinquían y ellas los apoyaban, pero en realidad, ellas tenían más capacidad incluso para dedicarse a la delincuencia.

- R.P.: Efectivamente. Ellas asumen esa vida y los quieren a ellos, pero ellos están perrunamente enamorados.

- B.M.: En tu novela hay una frase de Willy Ramos, el mentor de "El Rubio", que dice: "La ambición y el sexo mueven el mundo, la envidia lo destruye".

- R.P.: Yo creo que la envidia es muy destructiva, como la venganza. Y hace sufrir tanto al que envidia como al envidiado. Tampoco creo en el tópico de que España el pecado nacional sea la envidia, yo creo que en todos los países hay envidia. Pero eso es una pérdida de tiempo, ¿qué ganas siendo envidioso? No ganas nada y te va generando una intoxicación interna muy perniciosa que no conduce a ningún fin.

- B.M.: A mí, lo que más me gusta de tus novelas, es el estilo y el tono. Porque pienso que, en la literatura de género, todo el mundo se sabe acoplar a las convenciones y armar más o menos una trama entretenida, crear unos personajes más o menos creíbles y que funcionen, pero es difícil encontrar gente que escriba con estilo. Y una vez has leído mil tramas, la mil uno te sabe a conocida. A partir de ese momento empiezas a valorar más el lenguaje, el estilo, el tono. Eso es lo que más valoro de tus dos novelas y después de conocerte me he dado cuenta de que es el mismo tono de tus artículos y de tus parlamentos en el programa de radio. Yo pienso que todo está unido, no diferencio entre el lenguaje que usas en la emisora del que usas en las columnas o en tus libros. Cada uno en su contexto, pero el tono es común y yo creo que en él está la base de tu éxito en los tres terrenos.

06.Bruno Montano de Trabalibros entrevista a Ramón Palomar- R.P.: Creo que has dado en el clavo en un asunto: una cosa es escribir y otra redactar. Y ahora prima la redacción sobre la escritura. Es una redacción correcta, pero no hay ningún destello. Yo no creo que haya que escribir de una manera pomposa, pedante o artificial, pero no hay que ampararse en el minimalismo de la escritura los que en realidad escriben de manera chata, roma, vaga y simple, que además lo hacen así para intentar vender mucho y llegar a mucho público. En el fondo, eso es estafar al lector. Creo que al lector hay que llevarle un poco al terreno del desafío. Los autores que más me interesan a mí son Cormac McCarthy (sobre todo "Meridiano de sangre", que descubrí hace 25 años gracias a Harold Bloom) porque tenía otra manera de escribir, un tono diferente; o el primer James Ellroy (el del primer cuarteto o incluso la segunda trilogía) por el mismo motivo; Louis-Ferdinand Céline con "Viaje al fondo de la noche" y "Muerte a crédito", que yo creo que es la madre del cordero, que es el que empieza en el siglo XX enseñando a todo el mundo que se puede escribir de otra manera.

A mí me interesa la gente que abre nuevos caminos. No quiero pecar de presuntuoso y cursi, pero yo creo que el escritor tiene cierta responsabilidad a la hora de tratar de encontrar su voz y su estilo. Posiblemente yo tengo el mismo en los medios en los que me muevo, que es fruto de todo lo que he visto en el cine, pero sobre todo de todo lo que he leído desde que tenía seis o siete años, porque mi padre me inyectó el virus de la lectura desde muy temprana edad. Todo eso, sumado a tus propias obsesiones y traumas, te genera un tono. ¿Cuándo no puedes tener un estilo propio o un tono propio? Cuando has leído poco, has visto poco cine y te lanzas de repente a escribir. Hay mucha gente que se lanza a escribir y apenas ha leído y a lo mejor utiliza una fórmula que le aporta un gran éxito, pero yo creo que a esa gente la olvidaremos en unos años porque es puro humo. Los que somos lectores, si damos el paso de escribir, lo hacemos con muchísimo respeto y, sobre todo, porque queremos encontrar una voz propia. A lo mejor lo conseguimos o a lo mejor no, pero ese anhelo está ahí. Yo creo que es fundamental tener un tono y un estilo propio, y esto es algo que está ultimamente completamente olvidado.


- B.M.: Sí. Ese tipo de libros son escritos sin personalidad, totalmente intercambiables unos por otros.

- R.P.: Claro, son productos intercambiables porque no encuentras por ningún lado la personalidad del autor. Tú lees una página de Quevedo y sabes que la ha escrito él, lo mismo pasa con Céline o con Bukowski, que es un escritor de primera fila al que reivindico, uno de los grandes escritores de la segunda mitad del siglo XX, mejor que Philip Roth y que muchos otros escritores americanos, porque tiene un estilo propio y una grandísima calidad. Escribe de otra manera, no sólo por los temas que trata, sino por la forma en que escribe. Tiene unos hallazgos impresionantes. Y aquí se le despreciaba, pero es un primera fila.

- B.M.: Voy a decirte exactamente qué me gusta de tu estilo. Globalmente considerado, es un estilo con un tono identificable, que hace un uso inteligente de la ironía y del escepticismo. Y fijándome en detalles de tu escritura, yo destacaría la creatividad verbal. Inventas muchos neologismos, por ejemplo hay una enorme cantidad de palabras compuestas que has creado y eso es un rasgo distintivo tuyo.

- R.P.: Claro, porque yo creo que es una obligación del escritor aportar algo. Dinamitar ciertas reglas mientras aportas algo. En "Sesenta kilos" utilizo por ejemplo "payoponi", que no es mía, es la palabra que utilizan los gitanos para referirse a algunos hispanoamericanos. Sin cargar demasiado las tintas, pienso que mi obligación es aportar algo nuevo.

- B.M.: "Narcobeato", "ventripotente", "turbachusma", "fornifollar" son algunos ejemplos. Se nota un esfuerzo de creatividad, de tratar de inventar palabras para volcarlas en la historia de forma que encajen bien dentro del contexto. También me llaman la atención los adjetivos. A mí me encanta la adjetivación y me fijo muchísimo en ella. 

- R.P.: A mí también, pero últimamente no está de moda. Y es muy difícil adjetivar.

- B.M.: Hay gente que opina que es superfluo.

- R.P.: Sí, pero en realidad el adjetivo es la madre del cordero. Y volvemos a Pla. Para mí el gran maestro de la adjetivación es Josep Pla

- B.M.: Es justo lo que iba a decirte, tu adjetivación me ha recordado a la de Josep Pla. Y también he detectado que sueles hacer secuencias binarias y ternarias de adjetivos, utilizando dos o tres adjetivos seguidos, algo que hacía también mucho Umbral y es algo que a mí me encanta.

- R.P.: Pues efectivamente, frente a la corriente que dice que eso es superfluo, yo opino todo lo contrario. Eso es la marca de la casa, la tarjeta de visita del escritor. Es muy difícil y, como bien has dicho, Pla y Umbral lo hacían de maravilla.

- B.M.: Recuerdo una frase estupenda que me dijo Andrés Neuman, al que entrevisté hace unas semanas. Me dijo: "Un adjetivo es un acto de valor". 

- R.P.: Estoy completamente de acuerdo. Y más en los tiempos que corren.

07.Bruno Montano de Trabalibros entrevista a Ramón Palomar
- B.M.: Me gusta mucho también lo que yo llamo "sintaxis a ráfagas". Se trata de una acumulación de frases cortas seguidas, martilleantes, que me recuerdan al mejor Ellroy y que resultan impactantes en el lector.

- R.P.: Efectivamente. Esto es muy de Ellroy, que dispara palabras como si lo hiciera con una metralleta Thompson. Es como disparar o acuchillar al lector.

- B.M.: Todo esto sumado al final conforma un estilo que hace que tu escritura sea diferente y que el buen degustador literario, independientemente de la trama o de los personajes, disfrute del lenguaje.

- R.P.: Es que a mí, muchísimas veces, cuando leo una buena novela la trama me da igual. Yo disfruto, porque me han embarcado en una montaña rusa o en un tren a toda velocidad y observo que llega un momento en que la trama me da igual. Me da igual quién sea el asesino, yo disfruto leyendo. 

- B.M.: Eso lo puedes hacer, por ejemplo, si lees una novela policiaca de Simenon porque era un genio del lenguaje, pero no con la mayoría de novelas policiacas, que pueden estar redactadas con oficio, entretienen y enganchan y por tanto producen el efecto que pretenden producir, pero yo pienso que el libro no te tiene que enganchar, te tiene que fascinar, tiene que impactarte. Una trama impacta hasta cierto punto, pero una sintaxis bien usada impacta de una forma más permanente.

- R.P.: Sí, pero para que te impacte tienes que ser un buen lector. Esta es la pena y el drama. Yo no entiendo de ópera, porque carezco de cultura operística, pero tengo amigos que sí entienden y alucinan con ella. Yo entiendo de jazz, de blues, de música punk, pero la ópera se me ha quedado muy lejos. Con la buena prosa empieza a suceder eso y es una pena. O ya tienes el paladar preparado o no la sabes disfrutar.

- B.M.: Si no tienes desarrolladas las habilidades o los conocimientos necesarios para poder captarlo no lo disfrutas. Pero es una lástima, porque es uno de los grandes placeres de la lectura, no sólo disfrutar de las historias y las ideas, sino también del lenguaje. Paladear algo bien escrito es una sensación casi física y muy estimulante.

- R.P.: Efectivamente, completamente de acuerdo.

08.Bruno Montano de Trabalibros entrevista a Ramón Palomar
- B.M.: También observo que incluyes muchas referencias culturales. Hay escritores que no las usan por miedo de aburrir al lector, pero a mí me encanta encontrarme referencias culturales cuando leo un libro. Algunas que aparecen en "La gallera" son la "corte de los milagros" de la que hablábamos antes, la expresión "mortal y rosa" que usas en un momento dado y que es un homenaje a Umbral, la "jungla de asfalto", las referencias a Sven Hassel que era el equivalente a Marcial Lafuente Estefanía pero de la Segunda Guerra Mundial...

- R.P.: Sí. Sven Hassel era un subproducto entrañable, literariamente asqueroso pero muy entrañable. Y los ochenteros y noventeros lo leíamos para reírnos y divertirnos. Precisamente lo metí para que no todas las referencias fuesen de alta cultura y reivindicar la infracultura, el pulp e incluso el pop. Sven Hassel vendía cientos de miles de ejemplares en España y millones en todo el mundo. Es como las malas películas, que algunas incluso te gustan precisamente por lo malas que son. También era un guiño un poco irónico.

- B.M.: En "Sesenta kilos" uno de los personajes leía a Chandler y en "La gallera" hay uno que se inicia en la lectura leyendo a Hassel. Me comentaste la anterior vez que te entrevisté que te gustaba incorporar gente que leyera.

- R.P.: Sí, porque eso supone también barrer hacia casa y hacia nuestro propio negocio. A mí me gusta poner referencias culturales porque le haces un guiño al lector más avispado. No se trata de ser o no cultureta, ¿por qué vamos a empobrecer el texto?

- B.M.: Incluyes también referencias a la cultura más popular, por ejemplo en el caso de los nombres de los gallos, que se llaman Rambo, Kempes o Van Damme.

- R.P.: Claro. Muchos escritores tienen la manía de empobrecer. Es como lo que hablábamos antes del entretenimiento, la gente prefiere jugar a la baja. Y si todos jugamos a la baja, al final esto será un páramo asqueroso. Tengamos un poquito de dignidad, vamos a jugar un poquito al alza. Tampoco hace falta ponerse a hablar de Steven Zweig, de Kant ni de Sócrates, pero no cuesta nada subir un poquito el listón. ¿Por qué se desprecia tanto al lector?

09.Bruno Montano de Trabalibros entrevista a Ramón Palomar
- B.M.: En el caso de "La gallera", todos los lectores sabrán quién es Kempes pero sólo algunos sabrán que "mortal y rosa" es un verso de Salinas que toma Umbral para titular una obra suya. Vas dejando guiños a lectores con diferentes niveles de conocimientos.

- R.P.: Trato de pespuntear la obra con chispazos.

- B.M.: A mí me encanta eso, es como un pequeño juego que estableces con el lector.

- R.P.: Y sobre todo se trata de no despreciar al lector. 

- B.M.: Para acabar, me resulta divertido que hayas introducido a toda tu pandilla de amigos y colaboradores haciendo cameos dentro de la novela. 

- R.P.: Sí, eso ya son guiños muy privados. Ya que la pandilla me aguanta todo el año, vamos a meter a mucha gente de la pandilla. Y además esto me permitía no cavilar demasiado buscando nombres.

- B.M.: A los lectores de la novela que al mismo tiempo sean seguidores del programa de radio "Abierto a mediodía" les encantará.

- R.P.: Claro, les encanta. Incluso envían twitts diciéndolo. Y además esto lo hago con la esperanza de que los familiares de estos amigos compren muchos libros al saber que salen ellos. [Risas].

Desde Trabalibros agradecemos a Ramón Palomar el tiempo que nos ha dedicado, su amabilidad al responder nuestras preguntas y le deseamos larga vida a "La gallera" y a su proyecto como escritor.
La Gallera (Ramón Palomar)-Trabalibros 12.Bruno Montano de Trabalibros entrevista a Ramón Palomar 13.Bruno Montano de Trabalibros entrevista a Ramón Palomar 11.Bruno Montano de Trabalibros entrevista a Ramón Palomar
Compra el libro en Amazon.es:

libro

e-book Kindle

subir